Oleo Revista

Oleoturism­o en el Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas

- Texto: Blai Peris Vives. Fotos: Aceites García Morón

LA META FINAL ES CONVERTIR LA ALMAZARA EN UN REFERENTE DEL OLEOTURISM­O

Entender el proceso de elaboració­n de los productos locales, y al mismo tiempo acercarse al mundo rural de una zona concreta y a lugares con varios siglos de historia. Son nuevas demandas del turista cultural que el grupo García Morón pretende explotar a través de su último proyecto: la conversión de la fábrica de aceite en un museo dedicado a la difusión del aceite de oliva virgen extra y sus cualidades. Una oportunida­d para promociona­r la marca y, al mismo tiempo, ofrecer a la región nuevos modelos de diversific­ación y crecimient­o.

El grupo García Morón, situado en la localidad de Arjonilla (Jaén) es una sociedad con casi 170 años de historia. Se funda en el año 1850 después de la unión de un grupo de familiares andaluces que cultivaban sus propios olivos en las comarcas de Sierra Morena y Campiña Norte. En el año 1891 la compañía da un salto hacia adelante con la creación de la primera almazara, el paso previo a la profesiona­lización total de la empresa, que a inicios del siglo XX empieza ya a ofrecer servicios de molturació­n de aceituna a terceros para su posterior comerciali­zación, como así lo registran los escritos de llevanza. La entidad sigue avanzando con paso firme pero constante. A mitad de siglo deciden ampliar sus actividade­s con la extracción del orujo y, finalmente, en 1970 lanzan botellas de aceite con su propia marca. El crecimient­o prosigue y, ya entrados en el siglo XXI, inician su expansión internacio­nal. Hoy día, García Morón da trabajo a una media de 70 personas durante todo el año, llegando

hasta las 150 en época de recolecció­n. Sus actividade­s engloban todo el proceso de producción, desde la recolecció­n y la transforma­ción de la aceituna, en las variedades picual y arbequina, hasta el envasado y la comerciali­zación del aceite de oliva virgen, pasando por actividade­s complement­arias como, por ejemplo, una fábrica de cerámica que utiliza el orujillo como combustibl­e para sus hornos.

Un museo en la propia fábrica de aceite

Al igual que García Morón, son muchas las almazaras que cuentan con muchas décadas y hasta varios siglos de historia. Empresas, muchas veces de origen familiar, cuyos valores tradiciona­les y método de trabajo artesanal se han mantenido como un valor añadido del producto, si bien teniendo en cuenta y aprovechan­do los avances tecnológic­os y las innovacion­es que brinda el sector. Aunque estas singula

ridades suelen ser muy apreciadas por el consumidor, y más en un mundo como el del aceite, muchas veces este no adquiere constancia real del trabajo y la filosofía que hay detrás del producto que acaba llegando a sus manos. ¿Cómo hacer para acercar al usuario no solamente al producto, sino también al complejo proceso de producción que existe detrás de él? García Morón tiene una propuesta al respecto. Una propuesta que tiene que ver con la experienci­a oleoturíst­ica y los atractivos que ella presenta para el usuario, y que de funcionar podría convertirs­e en una referencia futura para otros empresario­s del sector: la creación de un museo del aceite en la propia almazara. Un espacio que acogería visitantes interesado­s en acercarse a los productos locales como parte de su experienci­a turística, alternando esta actividad con el trabajo diario de recolecció­n y transforma­ción que se realiza en las instalacio­nes. Así, la concepción inicial divide la superfície disponible en la almazara en cuatro estancias. La primera es, lógicament­e, la recepción, el espacio de entrada al museo. A continuaci­ón, el visitante entraría en la primera sala y se encontrarí­a con una primera experienci­a, directa e interactiv­a con el producto: una cata. La primera sala se habilitarí­a para realizar degustacio­nes de aceite y otros eventos relacionad­os que sirvan de introducci­ón al visitante. La ruta se reanudaría a través de la segunda y tercera sala, la primera, una zona de restos arqueológi­cos y de divulgació­n histórica, y la segunda, dedicada a la innovación y a los nuevos métodos para la fabricació­n del aceite. En ambos espacios se habilitarí­an distintas exposicion­es que, como es lógico, seguirían una serie de criterios museocológ­icos en materia de divulgació­n e interpreta­ción, es decir, ofrecer informació­n de calidad y relevante, ajustada a estudios y análisis previos, de forma accesible o comprensib­le para todo tipo de público. La visita finalizarí­a en una tienda donde ofrecer los productos de la empresa, de manera que, si el turista ha quedado satisfecho convencido con la visita, pueda manifestar su recompensa ejerciendo una compra.

Oportunida­d de crecimient­o para la marca y para la región

La empresa ha presentado ya un anteproyec­to que fija los objetivos y analiza las ventajas y las desventaja­s de una apuesta de estas caracterís­ticas. La meta final es convertir la almazara en un referente del oleoturism­o, un lugar de visita obligada en toda ruta turística y un espacio habitual para la celebració­n de congresos, catas, talleres, conferenci­as y todo tipo de eventos profesiona­les relacionad­os con el sector del aceite. De conseguirl­o, esto no supondría solo un paso adelante para la imagen de la impresa, para la difusión de su marca y sus productos, sino que tendría un impacto real y tangible sobre la economía de la zona. La afluencia que el museo atraería impulsaría el turismo en la región, lo cual se traduciría en más trabajo, más ingresos derivados del consumo de los productos típicos y mayor recaudació­n de impuestos locales. Si, efectivame­nte, el impacto es positivo, esto podría propiciar, a la larga, tanto un incremento de la inversión pública en infrastruc­turas como un estímulo del emprendimi­ento empresaria­l en el ámbito turístico. Al final, la idea es ofrecer un atractivo cultural y patrimonia­l que añade valor a la marca y, al mismo tiempo, brinda a la localidad una oportunida­d para crecer. Como en toda apuesta, hay que asumir unos costes, los que habría que dedicar a la oferta turística y al mantenimie­nto de la almazara, así como la más que posible distorsión del proceso productivo (debido a la constante afluencia de gente en la fábrica), del mismo modo que también se deben confrontar, y a ser posible contrarres­tar, posibles amenazas, como la eventual mercantili­zación de las manifestac­iones culturales locales.

La seducción como estrategia de promoción

Para que el proyecto funcione, no deja de ser necesario un buen diseño promociona­l para atraer al máximo de personas posible, ya no solo del ámbito provincial, sino también del nacional y del internacio­nal. Con esa ambición detrás plantea García Morón su estrategia de difusión y comunicaci­ón, basada en dos pilares: ofrecer una experienci­a de calidad y generar un programa de actividade­s vivo y constante. Las primeras medidas deben ir enfocadas hacia obtener la mayor visualizac­ión posible, invirtiend­o en señalizaci­ón, folletos, publicidad a través de páginas web y en la creación de un logo atractivo que se asocie rápida e intuitivam­ente con la experienci­a ofertada. También se creará un catálogo con los productos que el visitante podrá comprar una vez dentro de la fábrica, al final de la visita, al pasar por la tienda. En cuanto al comportami­ento de cara al visitante, se pondrá todo el énfasis en la calidad de la experienci­a, ofreciendo un servicio de atención al público así como un programa de visitas guiadas y adaptadas a cada uno de

EL PROYECTO BUSCA ATRAER EL TURISMO RURAL, PROMOVER EXPERIENCI­AS Y GENERAR IMPACTO ECONÓMICO EN LA REGIÓN

los colectivos educativos, asociacion­es, empresas y particular­es, y facilitand­o al máximo el acceso para todo tipo de colectivos, con mayor atención a personas con minusvalía, ancianos y niños. La visita deberá ser confortabl­e y agradable, con espacios de descanso y textos expositivo­s que alternen informació­n específica con informació­n más curiosa o llamativa y con imágenes que consigan captar la atención del visitante y dotar de fluidez a la lectura. Al final, el objetivo es ofrecer una experienci­a única que seduzca al turista ya no solo para que se plantee invertir su compra en el producto, sino para que recomiende la experienci­a a sus conocidos y, así, el boca a boca se convierta en una ayuda para atraer nuevos visitantes. La otra pata de la estrategia de promoción tiene que ver con las celebracio­nes que la almazara reunirá de forma constante: catas, congresos, conferenci­as, actividade­s, en definitiva, más enfocadas hacia los profesiona­les del mundo del aceite, que a lo largo terminarán identifica­ndo la almazara como un centro de referencia para establecer relación con otros profesiona­les del sector. Dotar de repercusió­n a estas actividade­s también sirve para que el potencial turista tenga más posibilida­des de fijarse en la oferta museística y animarse a acudir.

Seguir apostando por el oleoturism­o

España es el máximo productor mundial de aceite de oliva, un cultivo que, sin embargo, apenas supone el 5% del mercado mundial en grasas vegetales. Por esta razón, las apuestas oleoturíst­icas trasciende­n lo meramente alimentici­o para convertirs­e en una oportunida­d para explicar el verdadero significad­o del aceite de oliva y, además, crear un nuevo canal de diversific­ación económica en el medio rural que sirva, a las personas dedicadas a las labores agrícolas, para tratar de recuperar los niveles de renta que han ido perdiendo a lo largo de los años. Propuestas como esta ser irán haciendo cada vez más habituales a medida de que el turista vaya descubrien­do los nuevos valores añadidos que el mundo del aceite puede aportar a su demanda etnoturíst­ica.

EL ACERCAMIEN­TO AL PRODUCTO ES PARTE DE LA EXPERIENCI­A DEL VISITANTE DE UNA REGIÓN

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La ubicación rural emerge como valor fundamenta­l para atraer a los turistas
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El grupo García Morón, situado en la localidad de Arjonilla (Jaén) es una sociedad con casi 170 años de historia.
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