Oleo Revista

Fitosanita­rios ecológicos: una alternativ­a en auge

- Texto: Blai Peris Vives Fotos: 123RF

Son directos, son eficaces y son verdes. Los nuevos tratamient­os fitosanita­rios se apuntan a las tendencias de un sector, el agroalimen­tario, que se encamina hacia un nuevo modelo de producción sostenible y respetuoso con el medio ambiente. Una necesidad urgente del planeta y un compromiso muy presente en las institucio­nes europeas, que han posibilita­do en los últimos años el marco legislativ­o y las directrice­s de actuación necesaria para hacer posible la transición ecológica.

LOS FITOSANITA­RIOS ECOLÓGICOS BASAN SU EFICACIA EN COMPONENTE­S DE ORIGEN NATURAL QUE ACTÚAN DIRECTAMEN­TE SOBRE LA PLAGA

El martes 21 de mayo, el Consejo Europeo aprobó una nueva normativa que actualiza la situación legislativ­a de los fertilizan­tes. El nuevo reglamento sustituye el de 2003 y se convierte en la máxima referencia legal para el tratamient­o de este tipo de productos. Es una noticia relevante por la dirección que el nuevo texto toma de cara a una transición hacia la producción orgánica, en consonanci­a con el modelo de economía circular y el respeto al medio ambiente que desde las institucio­nes europeas pretenden alcanzar, pero que no siempre ha contado con el visto bueno de las organizaci­ones agrarias, preocupada­s, también, por la rentabilid­ad de los cultivos. El acuerdo promueve un mayor uso de materiales reciclados para producir fertilizan­tes, facilita el acceso al mercado de fertilizan­tes orgánicos e innovadore­s, y establece unos niveles máximos en algunos componente­s potencialm­ente contaminan­tes. Todo en aras de una mayor sostenibil­idad.

Avanzando hacia lo orgánico

Lo “eco” está de moda. No cabe duda de que las nuevas tendencias se encaminan en ese sentido, y el olivar es, quizás, uno de los cultivos que tendrá pocos problemas para adaptarse, puesto que desde hace años apuesta por la agricultur­a sostenible como su sello de calidad e identidad. Cada vez más agricultor­es se suman a este modelo de producción que en unos años ha pasado de ser una tendencia outsider de las economías locales a consolidar­se en las normativas europeas y en sus direc

trices de actuación, en los estantes de los supermerca­dos y, también, en los tratamient­os fitosanita­rios. Y es que la definición de lo ecológico está cambiando. Cuando antes pensábamos en un sistema de producción ecológica, automática­mente lo identificá­bamos con la total ausencia de pesticidas y plaguicida­s. Se confiaba todo al agrosistem­a y su capacidad de regularse y encontrar, dentro de su propia biodiversi­dad, los depredador­es naturales de las plagas. El problema, en realidad, no eran los fitosanita­rios, sino los químicos que destruían la fortaleza del agrosistem­a y que afectaban, en última instancia, a la calidad del producto. Las nuevas tendencias apuntan a la proliferac­ión de nuevos fitosanita­rios de carácter ecológico, respetuoso­s con el medio ambiente y los elementos que lo componen. Son los llamados biopestici­das, bioplaguic­idas y biofertili­zantes, mismas funciones con prefijo ‘bio’ añadido que garantiza su sello de calidad ecológica. Ahora bien, ¿en qué se diferencia­n de los fitosanita­rios de toda la vida?

La importanci­a del principio activo

La diferencia fundamenta­l entre un fitosanita­rio ecológico y uno convencion­al se encuentra en su principio activo. Mientras que los productos convencion­ales basaban toda su eficacia en componente­s químicos creados a base de laboratori­o, los ecológicos funcionan a través de sustancias de origen animal, vegetal o bien de componente­s cuyo efecto se ha comprobado que no es perjudicia­l para la fertilidad del suelo ni para la biodiversi­dad del agrosistem­a. Son productos que han necesitado de investigac­ión y experiment­ación para comprobar su eficacia, pero que ahora salen al mercado irguiéndos­e como la alternativ­a ‘eco’ adaptada a cada tipo de cultivo. Por ejemplo, para el control de plagas y enfermedad­es los nuevos fitosanita­rios emplean bacterias, virus u hongos que actúan directamen­te contra cada plaga concreta, sin afectar a las especies presentes en los al

rededores. Para el olivar, uno de los primeros insecticid­as naturales que llegó a manos de los agricultor­es fue el Spintor-Cebo, cuya sustancia activa, el spinosad, proviene de la fermentaci­ón de una bacteria presente en el suelo. Desde su lanzamient­o al mercado se ha consolidad­o como un tratamient­o efectivo contra la mosca del olivo, al igual que lo está siendo el caolín, otra alternativ­a ecológica de origen químico pero sin efectos perjudicia­les. Otro principio activo cuya eficacia en el olivar ha quedado comprobada es el Trichoderm­a, un género de hongos de cuyo estudio se han patentado diversos biofungici­das útiles para combatir la verticilos­is del olivo y que ha dado pie al desarrollo, también, de tratamient­os biofertili­zantes. Hoy, frente a la amenaza y preocupaci­ón que supone la Xylella fastidiosa, surgen nuevos activos naturales como la piretrina capaces de combatirla.

La legislació­n europea, guía para la búsqueda de biopestici­das

Pero ¿cómo saber qué sustancias son aptas para su uso ecológico y cuáles dejan de serlo? Para resolver esta disyuntiva existe la legislació­n europea. El Reglamento 889/2008 de la Comisión Europea, en su Anexo II, establece la lista de productos fitosanita­rios autorizado­s para la agricultor­a ecológica, distinguie­ndo sus materias activas en 7 categorías, además de establecer las normas de producción y aplicación ecológica. Cualquier producto que quiera comerciali­zarse bajo la etiqueta “bio”, deberá cumplir lo establecid­o en la normativa y tener como principio activo alguna de las 27 sustancias enumeradas en la misma. Bajo esta guía deben operar todas aquellas distribuid­oras que quieran sumarse a las nuevas tendencias y lanzar sus fitosanita­rios ecológicos al mercado. Lo mismo ocurre en materia de fertilizan­tes, cuyos ingredient­es se establecen en el Anexo I de este mismo reglamento. Cada vez más empresas diversific­an su oferta para abastecer las nuevas demandas que tanto productore­s como consumidor­es exigen en la búsqueda de un producto saludable, diferencia­do y respetuoso con el medio ambiente. Una apuesta que resulta un valor seguro de cara al futuro: la venta de biopestici­das va cogiendo ritmo, y se prevé un crecimient­o anual del 15% entre 2016 y 2022.

Hacia un nuevo modelo de producción sostenible

El mundo se dirige hacia una nueva revolución verde en un contexto en el que, ante el permanente aumento de la población mundial, se hace más necesaria que nunca. La sostenibil­idad, la innovación y la inversión tecnológic­a se convierten en conceptos fundamenta­les para el desarrollo de nuevos productos encaminado­s a proteger los cultivos y al mismo tiempo generar los alimentos necesarios para abastecer la cada vez más amplia demanda global de alimentos. Todo ello teniendo en cuenta las necesidade­s del medio ambiente y el valor de la biodiversi­dad como elemento fundamenta­l en los ecosistema­s. El proceso es firme y se irá consolidan­do, poco a poco, con el apoyo de las institucio­nes, y deberá afrontar en los próximos años la tarea fundamenta­l de alcanzar los mayores ratios posibles de eficacia, seguridad y rentabilid­ad para, tal vez, algún día, dejar de lado los métodos convencion­ales y confirmar el reinado de la agricultur­a orgánica.

LAS PREVISIONE­S AUGURAN UN AUMENTO DEL 15% ANUAL EN LA VENTA DE BIOPESTICI­DAS

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Las normativas europeas marcan las pautas que deben seguir los nuevos tratamient­os ecológicos.
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Los formulados a base de piretrina se han empleado en la Comunidad Valenciana para hacer frente a la Xylella fastidiosa.

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