El olivar en pendiente y zonas desfavorecidas: un ambiental ligado a un futuro incierto
EL PROGRAMA BIOECONOMÍA CIRCULAR 2030 PROPONE AUMENTAR EL VOLUMEN DE BIOINDUSTRIAS Y BIORREFINERÍAS EN ANDALUCÍA
Reducir, reciclar y, sobre todo, reutilizar. Los tres pilares que sostienen la economía circular empiezan a penetrar en el tejido agroindustrial que, cada vez con más frecuencia, consigue aprovechar sus residuos para la generación de nuevos bienes. Europa traza las líneas de acción y, en España, Andalucía abandera la transición hacia lo circular gracias al trabajo de los centros de investigación y al compromiso de sectores como el del olivar, que ya está poniendo en marcha muchas iniciativas.
En el año 2050, la población mundial rozará la barrera de los 10.000 millones. Habrá que aumentar la producción de alimentos en más de un 50% respecto a hoy para poder atender la gran demanda alimentaria. Producir más significa generar más residuos y ello implica un impacto ambiental, en un contexto en el que el clima y la biodiversidad se encuentran en una situación crítica. El mundo ya es consciente de este reto, y desde los inicios de la educación básica hasta las más altas instancias europeas ya estamos siendo moldeados sobre la base de un nuevo modelo más eficiente en la gestión de recursos. Reducir, Reciclar y Reutilizar: “las tres erres”, como las llaman en las clases de primaria, y las tres patas fundamentales sobre las cuales se sostiene la economía circular. Mucho hemos oído hablar de ella desde que se acuñara el término allá por los años 80, y las previsiones de las Naciones Unidas han acelerado la puesta en marcha de este proceso que va más allá del simple gesto de echar la botella de vidrio en el contenedor verde, y que ya empieza a consolidarse, a partir del ámbito legislativo, en todos los estratos de la cadena de valor alimentaria. ¿En qué punto estamos, a día de hoy?
Una apuesta clara de las instituciones
Europa empieza a adquirir conciencia a raíz de la aprobación, en 2014, del texto de la Comisión Europea titulado “Hacia una economía circular: un programa de cero residuos para Europa”, en el que se estimaba obtener una reducción de los insumos materiales de entre el 17% y el 24% para el año 2030, así como un ahorro de 630.000 millones de euros anuales. El año siguiente, los estados miembros de la UE firman la Agenda 2030 que indica 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible que cada país deberá de alcanzar con su propio plan de acción. A partir de este momento se abre la puerta a un montón de proyectos destinados a promover la transición hacia una economía circular y un crecimiento sostenible, introduciendo cambios en todos los procesos de la cadena de valor. Ejemplo de ello, el programa LIFE, un instrumento financiero de la Unión Europea creado para catalizar los cambios y las soluciones promovidas por los centros de investigación para lograr los objetivos medioambientales.
A este programa se acogen muchos proyectos a lo largo de la región europea y, en concreto para el sector del olivar, uno de los más interesantes es ReGrow, dirigido por la Universidad Miguel Hernández, cuyo objetivo es difundir estrategias de restauración de balsas abandonadas de alpechines mediante técnicas biotecnológicas de bajo coste y generar islas de biodiversidad a partir de entornos degradados. Una acción esencial para evitar la contaminación de los suelos y los acuíferos.
Andalucía lidera los cambios en España
Europa marca el camino y cada país traza sus propias estrategias. En España, el plan de acción todavía está por definir. Existe un borrador diseñado por el anterior gobierno del Partido Popular, pero todavía está pendiente de elaboración, y con la llegada del nuevo gobierno se prevén cambios, aunque no hay fecha para su publicación, ni parece que este sea un tema que marque la agenda política. Mientras tanto, las Comunidades Autónomas van actuando por su cuenta. Cataluña, Extremadura, la Comunidad de Madrid y Navarra cuentan con una estrategia propia de economía circular, la del País Vasco está en marcha, y Andalucía va más allá con su programa BioEconomía Circular 2030, entre cuyos objetivos está el aprovechamiento de la biomasa, aumentar el volumen de bioindustrias y biorefinerías y promover el consumo de productos ecológicos y energía alternativa. Además, la comunidad ultima la Ley Andaluza de Economía Circular y también participa,
a través de sus instituciones, centros de investigación públicos y empresas privadas, en hasta cuatro proyectos internacionales de innovación centrados en la sostenibilidad: Reinwaste (sobre la reducción de residuos inorgánicos), ICT-Biochain 2020 (sobre la industria 4.0), Power4bio 2020 (sobre el uso de la biomasa) y Symbi Interreg (para generar simbiosis industriales en el ámbito de la economía circular).
Abastecer la almazara a partir de los residuos que produce
Andalucía lidera los avances en economía circular y, dentro de Andalucía, lo hace el aceite de oliva. La gestión y transformación de los subproductos del olivar y el aprovechamiento de sus residuos es todo un ejemplo a seguir para las demás industrias. No en vano, el 40% de la biomasa producida en Andalucía procede del sector oleícola. Del olivar se genera un amplio volumen de subproductos susceptibles de ser valorizados energéticamente. Por ejemplo, del alperujo, empleado para hacer aceite de orujo de oliva, un alto porcentaje se convierte en biomasa capaz de generar energía térmica para abastecer las propias extractoras, y, también, se reaprovecha el producto para crear compost y abono orgánico que luego se emplea en el propio olivar, completando de esta manera el círculo. Pero hay más.
De los huesos de aceituna se puede sacar biocombustible para calefacción, y las astillas procedentes de los restos de podas son capaces de generar energía eléctrica. De hecho, parte del excedente de estos materiales se vende a empresas dedicadas a la generación de energías renovables, un negocio que reporta a las compañías oleícolas hasta 50,7 millones de euros ingresos anuales. No obstante, todavía gran parte de los residuos se desaprovechan, y la pregunta que cabe hacerse es: ¿podría emplearse toda esta biomasa para cubrir la demanda eléctrica de la propia almazara? ¿Podría esta erguirse como fuente de energía alternativa y renovable? Es algo que está por descubrir puesto que, aunque se conocen las propiedades de estos elementos, todavía pocas empresas se han atrevido a explorar al máximo su potencial.
Esta es la tarea pendiente de cara al futuro: conseguir que todos los residuos del olivar se aprovechen, y obtener rédito y ahorro de lo que en un principio constituía un problema económico y de sostenibilidad. Dar la vuelta a la tortilla a partir de la circularidad.
Nuevas posibilidades para el sector
De lo que no cabe duda alguna es del enorme potencial que tiene la biomasa como fuente de energía alternativa, y en ese sentido, el olivar debe estar al pie del cañón para liderar todos los cambios que nos deparen los avances tecnológicos. Para ello hace falta investigación, y ese es el papel que cumplen las universidades y los centros tecnológicos. Ejemplo de ello es la Universidad de Jaén, que lleva años centrada en este aspecto y ha puesto en marcha diversos proyectos con el objetivo de diseñar un modelo de biorrefinería sostenible a partir de la biomasa del olivar y la industria del aceite de oliva. El grupo de investigación “Ingeniería Química y Ambiental” estudia, desde el año 2016, la posibilidad de emplear estos residuos para obtener bioetanol, esto es, combustible biológico que sustituya a la gasolina en el transporte. ¿Es posible conseguirlo? Técnicamente, sí, al igual que se obtiene combustible de otros alimentos como la caña de azúcar, el maíz o el trigo.
El reto es poder construir una industria alrededor de ello, con las complejidades que entraña penetrar en un mercado con tantas barreras de entrada como el de la gasolina. Parece, a día de hoy, una utopía si pensamos en el corto plazo. Sin embargo, todo parece indicar que los biocarburantes tomarán un papel muy relevante en el futuro, cuando la investigación alcance su cenit y las circunstancias permitan hacer una apuesta verdadera por la energía sostenible que haga frente al monopolio de las grandes petroleras. ¿Cuándo llegará ese día? Es difícil saberlo. Lo que está claro es que, ante ese escenario, el olivar tendrá una oportunidad para diversificarse, buscar nuevos modelos de negocio y contribuir, de alguna manera, a la salud del medio ambiente.
Investigar para seguir innovando
Abonos orgánicos, combustible y energía eléctrica. Parece que las posibilidades del sector son verdaderamente amplias pero, ¿hay más? En eso están los centros de investigación. Si hacemos un repaso de los estudios que se han llevado a cabo durante los últimos años, podemos encontrar ideas realmente innovadoras e interesantes. Por ejemplo, una investigación de la UJA, de la Universidad de Santiago de Compostela y el Laboratorio Nacional de Lisboa, señalaba que determinadas sustancias procedentes de los restos del olivar son beneficiosas para la flora intestinal, y abría las puertas a la introducción de este tipo de sustancias en una amplia gama de productos farmacéuticos, cosméticos y alimentarios.
Otro estudio, también de la UJA, concluyó que era posible el diseño de materiales de construcción a partir de residuos agroindustriales, entre ellos los que derivaban de la elaboración de aceite de oliva. Y un informe de Laboratorio Ecoinnovación sobre estrategia circular en Cataluña sugería la transformación de las hojas del olivo, un residuo usualmente desaprovechado, en tintes de piel naturales. Son solamente algunos ejemplos de las múltiples ideas propuestas y las otras muchas que están todavía por descubrir. Las posibilidades son muy amplias, los caminos muy diversos, y solo es cuestión de tiempo y voluntad que la circularidad acabe implantándose por completo en el olivar y en otras muchas industrias del sector agroalimentario.
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