Oxigeno

En el corazón de la leyenda

Zegama, un enclave majestuoso en el mismo corazón del Parque Natural Aizkorri-Aratz. Sus bosques de pino, haya y castaño inundan cada rincón de los montes que nos rodean. Aquí se celebra desde hace 12 años el maratón alpino Zegama-Aizkorri, que ha adquiri

- Por David González Vaquero

Son muchos los calificati­vos que se me pasan por a cabeza después de conocer este maratón, pero me quedo con un comentario de un corredor de élite y que resume muy bien lo que es esta prueba: “Zegama es Zegama”. En la salida me encuentro con mi compañero Depa, speaker habitual de las carreras de montaña, tras el abrazo y saludo de rigor me pregunta: “¿Es tu primera Zegama??”, “Sí”… Su mirada, silencio y sonrisa lo dijo todo, ¡ya no hay vuelta atrás! Ahora toca salir y disfrutar, o mejor dicho sobrevivir. Con puntualida­d inglesa se da la salida a las 9 h a los 450 corredores inscritos -conseguir una plaza en esta prueba es complicado, 225 plazas están ya asignadas a los corredores de élite y a los que acreditan menos de 5 horas de la edición anterior, el resto se sortean entre innumerabl­es solicitude­s. Tras el pistoletaz­o salimos a tope como si se tratara de una prueba de 5.000 m, ¡están todos locos!, ¿a dónde vamos a ese ritmo?, ¡si no van a quitar los caminos! Aquí no se espera a nadie , las primeras y duras rampas no tardan en aparecer, el camino de gran desnivel sube hasta el infinito, las praderas verdes empapadas y el barro dificultan el agarre. Vamos sorteando las zonas de agua y barro pegadizo, pero a medida que vemos que no es un tema puntual empezamos a rebozarnos de barro y agua como jabalíes… El recorrido apenas tiene descansos, cada kilómetro se hace eterno, subidas muy fuertes y bajadas muy técnicas castigan nuestras piernas, aparecen por primera en el fondo del valle los gritos del público, incondicio­nal, entregado, hileras de personas animando como no he visto en mi vida, sus aplausos y ánimos te empujan con mucha fuerza. Hasta se saben tu nombre, porque la organizaci­ón reparte un listado con todos los corredores y nacionalid­ades, ¡qué detalle!, por un momento pensé que era un tío conocido en la zona, luego me di cuenta que todos éramos famosos, mejor dicho, que nos haríamos famosos allí. La cosa se complica: al barro, las hojas y raíces les acompaña ahora la piedra jabonosa; cada paso es una trampa, el recorrido es muy exigente y requiere concentrac­ión extra para evitar una lesión por caída o torcedura. Llegamos a la parte alta del recorrido, una cresta de caliza espectacul­ar. La subida al Aizkorri de 1.550 m, te pone los pelos de punta, ni las mejores etapas del Tour de Francia

tienen tantos aficionado­s animando por metro cuadrado, da igual tu posición, desde el primero hasta el último. La cresta es infernal, un laberinto de roca afilada con una dificultad técnica altísima para hacerla corriendo… y para qué contaros la bajada... Hay controles de paso, asistencia­s medicas y avituallam­ientos cada 5 km, ¡menos mal! La última subida de pradera verde en el km 30 que nos sube hasta el collado del pico Andraiz se hace interminab­le, ¡qué ganas tengo de que empiece la bajada!. Solo quedan 12 km hasta la meta, la gente corre muchísimo bajando y el tramo que nos falta es muy complejo: un bosque oscuro lleno de agua, raíces y barro, continuos resbalones y trampas. La parte final con tramos de pista es algo más suave, pero no afloja, el ritmo es rapidísimo. Por fin, con las piernas rotas y de barro hasta los ojos llegamos a Zegama, vuelta al ruedo y ovación para todos los finisher. ¡Qué pasada de carrera!, al menos debes intentar hacerla una vez en tu vida, ahora entiendo por qué es una prueba de copa el mundo: su recorrido técnico, exquisita y perfecta organizaci­ón, público entregado... Un privilegio .haber participad­o.

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