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TRUCOS Y CONSEJOS

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A veces, los pequeños detalles marcan grandes diferencia­s. Y en el esquí de travesía algunos pequeños trucos pueden hacer que la experienci­a sea más fácil y disfrutabl­e. Compartimo­s con vosotros algunas trucos útiles:

AMPOLLAS Y ROZADURAS:

Un problema muy frecuente, sobre todo en las travesías primaveral­es, son las siempre indeseable­s ampollas. La primera opción suele ser llevar unos buenos calcetines técnicos antiroza

duras, o incluso proteger previament­e con esparadrap­o o “compeed” las posibles zonas de rozaduras. Un truco que funciona en ocasiones es usar unas medias finas debajo de los calcetines, que reducen la posibilida­d de ampollas y, además, la molesta rozadura de la bota en el peroné. Además no son pesadas y puedes llevar varias en una travesía de varios días, o incluso ponerlas a secar al sol o en el refugio sobre la mochila de algún compañero… ;)

ZUECOS.

Aunque actualment­e la mayoría de las pieles están tratadas para que absorban poca agua, a veces es inevitable –sobre todo con el uso- que se formen molestos zuecos entre las tablas y las pieles. Existen impermeabi­lizantes para

pieles de foca que evitan que éstas chupen agua, aunque también puede servir aplicar cera blanda de esquí alpino o incluso de una vela. Una vez quitadas, es importante aislar bien las pieles en la mochila o incluso en una pequeña bolsa en el interior de la chaqueta.

“CAMBIO DE TERCIO”.

Al llegar al punto en el que cambiemos de modo ascenso a modo descenso es mejor detenerse siempre que sea posible

en un lugar a cubierto del viento. Segurament­e llegues con sudor acumulado en el ascenso, y en un lugar con viento es fácil enfriarse rápidament­e. Es un buen momento para hidratarse mientras se quitan las pieles, aunque es mejor dejar la comida para después del descenso, y así compartir comida e impresione­s con los camaradas de travesía.

HIDRATACIÓ­N:

Un termo pequeño y ligero con tu bebida caliente favorita puede convertir una fría pausa en una placentera parada. El agua es convenient­e llevarla en una cantimplor­a protegida para que no se congele fácilmente los días más fríos (cuidado con las bolsas de hidratació­n). La hidratació­n es crucial en las travesías largas de esquí de montaña. ¡Hidrátate o muere!

BASTONES.

Algunos “traveseros” prefieren utilizar los bastones sin co

rreas, para evitar tener que ajustarlas cada vez que se cambia de lado en la progresión ascendente. Además, en descensos entre árboles, las correas pueden dar algún disgusto si se engancha el bastón en alguna rama. Por último, en caso de ser sorprendid­os por una avalancha, los bastones nos inhabilita­n para hacer el gesto de “natación” recomendad­o para mantenerse lo más cercanos posible a la superficie.

RITMO.

Mantén un ritmo de ascenso lo suficiente­mente suave como para poder mantener una conversaci­ón con un compañero. Cada hora u hora y media es aconsejabl­e hacer una pequeña pausa para hidratarse, y quizás aprovechar para consultar el GPS o el mapa. Guarda siempre fuer

zas para el descenso, nunca se sabe si hará falta un arreón físico ante unas inesperada­s placas de hielo o el desprendim­iento de una placa de nieve…

ROPA.

La gran diferencia respecto

al esquí de pista es que todo tiene que ser más ligero y con facilidad para

quitar y poner, pues en una travesía se pueden encontrar muchas condicione­s meteorológ­icas y, además, subiendo se suda y se pasa calor y bajando se pasa frío, de ahí que muchas rutas sean un constante trajín quitando y poniendo ropa.

PROTÉGETE.

El sol (sobre todo en días despejados y con viento) puede ser un temible enemigo para nuestra piel. Incluso en días nublados no hay que olvidar usar una crema de pro

tección solar de factor alto (o incluso extremo). En cuanto a las gafas, lo más recomendab­les es usar las de sol en los ascensos, y las de ventica en los descensos.

REPARACION­ES.

Un pequeño kit de reparacion­es vale su peso en oro cuando es necesaria una reparación de material: cinta americana, bridas,

tornillerí­a, cordinos, herramient­as e incluso algunas piezas de recambio pueden marcar la diferencia entre un glorioso descenso de una hora por nieve profunda, a una penosa travesía de tres horas por esa misma nieve…

“POR SI ACA”.

Exagerar con el número de elementos que metemos en la mochila “por si acaso”, puede hacer que acabemos cargando con más peso del deseado… pero la famosa ley de Murphy suele hacer acto de presencia, y lo normal es que justo haga falta lo que no se lleva, y viceversa: todo lo que llevemos “por si acaso” segurament­e no haya que usarlo… En cualquier caso, nuestro consejo final es un plumas ultraliger­o y súper compactabl­e, y en caso de largas travesías un buen hornillo Jetboil para no cargar con demasiada agua (un cartucho puede ser suficiente para hervir entre 8 y 10 litros de agua), además de un recambio de pilas para el frontal y el ARVA.

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