PURA MONTAÑA, PURO ESQUÍ
¿Queréis montaña? El esquí de travesía nos acerca al montañismo por partida doble: desde el esfuerzo por alcanzar la cumbre, hasta las sensaciones de descender por nieve sin pisar. Esquí en estado puro.
Para todos aquellos que no nos conformamos con esquiar en el ambiente domesticado de las pistas, o para todos aquellos que buscan una forma diferente de aproximarse a las cimas en invierno, y además descenderlas de una manera más rápida y divertida, el esquí de montaña es, sin lugar a dudas, la mejor opción. Eso sí, los requisitos para practicarlo, no son pocos: un equipo adecuado, una forma física aceptable, la técnica de esquí necesaria para deslizarse por todo tipo de nieves y para moverse por el medio natural de la montaña invernal y, por supuesto, lo más esencial: ¡una montaña con nieve suficiente!
Una vez en la montaña preparados con todo lo necesario sólo dependeremos de nosotros mismos: de nuestra preparación física y técnica, de nuestros conocimientos y decisiones y, por supuesto, de nuestros compañeros de correrías. Como en cualquier otro deporte, el grado de exigencia de las excursiones que proyectemos también estará en nuestra mano: desde fáciles recorridos por terrenos suaves, hasta exigentes ascensiones propias del alpinismo combinadas con descensos propios del freeride, pasando por las grandes travesías de varias jornadas atravesando macizos montañosos y pernoctando en tiendas o refugios… Cada tipo de terreno se adaptará más o menos al distinto tipo de perfil que un esquiador de montaña puede tener; un perfil que condicionará en muchos casos la elección de material, y las necesidades técnicas -tanto de esquí como de alpinismo- necesarias para disfrutar con seguridad de los objetivos planteados.
Bosques, laderas, corredores, crestas, cimas, glaciares… en cualquier caso, pronto descubriremos que el esquí de montaña es, probablemente, la forma más eficaz, respetuosa y bonita de desplazarnos por las montañas nevadas.