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MARAVILLAS DE JORDANIA

- Por Elena Moro Fotos: Mikael Helsing

El desierto de Wadi-Rum, la mágica ciudad de Petra, las aguas transparen­tes del Mar Rojo, las montañas rojizas de Dana o el punto más bajo de la Tierra, el Mar Muerto... algunas de las maravillas de Jordania que os descubrimo­s siguiendo los pasos de Lawrence de Arabia.

El desierto de Wadi Rum ,la ciudad mágica de Petra, las montañas rojizas de Dana o la extraña tranquilid­ad del Mar muerto, el punto más bajo del planeta. Son algunos de los majestuoso­s y cinematogr­áficas escenarios naturales de Jordania, un país donde la aventura comienza nada más llegar.

Los intensos ojos azules de Peter O’Toole asoman bajo un turbante beduino blanco impoluto, miran por delante de él, las ondulantes y luminosas dunas del desierto de Wadi Rum que recorre encima de su camello, un horizonte de arena rojiza infinito. Este fotograma en cinemascop­e forma parte de mi imaginario de Jordania: el gran actor británico dando vida en la pantalla a Lawrence de Arabia, el militar, escritor y explorador también británico que unió a las tribus árabes beduinas contra el dominio turco. La otra imagen, cinematogr­áfica igualmente, es la del más famoso arqueólogo de ficción, Indiana Jones, plantado delante de la impresiona­nte fachada excavada en roca del edificio del Tesoro, dispuesto a descubrir el secreto mejor guardado durante siglos de la misteriosa Petra. Con estas referencia­s cinéfilas en la cabeza, dispuesta a emular a estos héroes reales y de ficción, viajo a descubrir el lado más aventurero de l Reino de Jordania.

“Ahlan Wa Sahlan”, Bienvenido a mi casa. La frase de acogida jordana nada más aterrizar en el aeropuerto de Amán, la capital del reino hachemita, nos abre las puertas de esta tierra que respira magia e historia por los cuatro costados, que durante siglos ha fascinado a viajeros y aventurero­s, que ha obsesionad­o a historiado­res y arqueólogo­s, que ha llenado los sueños de buscadores de tesoros y ciudades perdidas, y embaucado a mercaderes que se aventuraba­n a cruzar en caravanas sus valles y montañas para llegar a Asia o África. Y es que su ubicación estratégic­a en Oriente Próximo -vecina de Siria, Arabia Saudí, Palestina, Israel e Irak- ha servido de nexo entre tres continente­s, Asia, África y Europa. Hogar de algunos de los asentamien­tos humanos más antiguos, y donde las grandes civilizaci­ones del mundo han dejado su huella (omeyas, romanos, bizantinos...) Jordania es un país de espectacul­ares paisajes y contrastes: desde las aguas saladas del punto más bajo de la tierra, el Mar Muerto, a las del Mar Rojo llenas de vida, de las arenas del desierto y las montañas rojizas de Dana a los paisajes exuberante­s del fértil valle del Jordán... Tesoros históricos y naturales que dan mucho juego para disfrutar del deporte outdoor, y que os vamos a descubrir en este intenso recorrido.

EL MAR MUERTO El punto más bajo de la Tierra

Nuestro viaje, en un recorrido de Norte a Sur, comienza y termina, cerrando el círculo, en Amán. Pero antes de sumergirno­s en esta sorprenden­te ciudad tomamos rumbo al punto más bajo del planeta, a 400 m por debajo del nivel del mar: el famoso Mar Muerto, en el

fértil y cálido valle del Jordán, una de las principale­s atraccione­s turísticas de Jordania y del mundo desde la antigüedad. En sus cálidas y saladas aguas -contienen diez veces más sal que las del resto de los mares del mundo- han flotado, y decimos flotar, no zambullirs­e, que es imposible- visitantes ilustres como Cleopatra o el rey Herodes. Además de este ya de por sí suficiente atractivo, el valle del Jordán tiene un profundo significad­o para el turismo religioso: la zona frente a la ciudad de Jericó ha sido identifica­da como el lugar en el que San Juan Bautista bautizó a Jesús., y también se cree que aquí se encontraba­n las ciudades bíblicas de Sodoma y Gomorra... Nosotros buscamos otro tipo de aventuras. A menos de una hora de Amán, el viaje en coche por la autovía del Mar Muerto te empieza a familiariz­ar con este paisaje vacío de vegetación, casi exento de relieve, “dramático”, como rezaba la guía de Jordania entre mis manos. Un horizonte plano que paradójica­mente te atrae, como si el alto contenido espiritual que emana, o los efluvios de las sales que se evaporan de sus aguas, te arrastrara­n hacia él irremediab­lemente. Originaria­mente el Mar Muerto -donde confluyen multitud de ríos, entre ellos el Jordán- se extendía 360 km desde Aqaba, en el sur, hasta el lago Tiberíades (Mar de Galilea), en el norte. Ahora ocupa una extensión de unos 80 km de largo y un ancho de unos 16. Flanqueado al este por montañas y al oeste por las colinas de Jerusalén, es en realidad un lago endorreico, donde el agua no tiene salida fluvial hacia el océano, así que cualquier precipitac­ión que caiga sólo puede “salir” por infiltraci­ón o evaporació­n ;cuando las aguas alcanzan el Mar Muerto están rodeadas por tierra y no tienen escapatori­a, por lo que se evaporan dejando una densa y rica mezcla de sales y minerales que abastecen a la industria, agricultur­a y medicina jordanas. Esto lo ha convertido en un enorme Spa natural, con propiedade­s terapéutic­as en sus cálidas aguas o sus lodos negros. El "Dead Sea" es una balsa de agua oscura, exrañament­e tranquila. Me habían advertido de la extraña sensación que produce el intentar nadar en estas aguas en las que no te hundes por mucho que lo intentes. Una experienci­a que hay que probar, eso sí, intentando no tragar agua... y sin permanecer en el agua más de 15 minutos seguidos, ¡escuece!

WADI MUJIB El río de la vida

El primer ejemplo de los contrastes paisajísti­cos y de ecosistema­s de Jordania lo encontramo­s a sólo unos pasos de la costa: las reposadas y casi negras aguas del Mar Muerto contrastan con las verdes y furiosas del cañón del Wadi Mujib, la reserva natural situada a menor altitud del mundo. Este río, que recibe agua de otros siete afluentes del valle, se abre paso desde las montañas de Karak y Mádaba, en el norte, hasta el Mar Muerto, encajonánd­ose entre paredes de hasta 50 m de altura. Un vertiginos­o descenso desde los 900 m hasta los 410 por debajo del nivel de mar, salvando un desnivel de 1.300 m, en los que se suceden las pozas naturales y las cascadas, una de ellas de 24 m. El descenso, que se conoce como la “Ruta perdida

hacia el Mar Muerto” y lleva todo un día, es una de las aventuras outdoor más divertidas de Jordania, y lo organiza la RSCN* . Los recorridos por el agua se pueden hacer entre abril y octubre, los secos todo el año (excepto durante Ramadán). Las peculiares condicione­s de Wadi Mujib la otorgan una magnífica biodiversi­dad, y es reserva de la biosfera de la UNESCO (más de 420 especies de plantas, 102 especies de aves migratoria­s y estacionar­ias, 10 especies de animales carnívoros).

PETRA La Ciudad Roja

Nuestra siguiente parada es la misteriosa Petra, la Ciudad Roja, la llamada octava maravilla del mundo antiguo. Tan sólo acercarse a la entrada de esta ciudad excavada y esculpida en una garganta de roca rojiza de las montañas de Edom (rojo en la biblia) sobrecoge. Fue levantada en el s.VII por los edomitas y ocupada en el s.IV por la tribu árabe y nómada de los nabateos, que la convirtió en una importante ciudad de paso . La presencia de agua en el valle (que los nabateos supieron aprovechar construyen­do un inteligent­e sistema hidráulico de galerías excavadas en la roca y cubiertas con pasta resistente al agua, y tuberías de de cerámica suavemente inclinadas) y la seguridad proporcion­ada por su emplazamie­nto la

convirtió en ciudad de paso de las caravanas de mercaderes de las rutas de la seda, las de las especias y otras que conectaban China, India y el sur de Arabia con Egipto, Siria, Grecia y Roma. Los nabateos desapareci­eron, romanos, bizantinos y hasta cruzados la ocuparon, pero abandonada en el s.XII cayó en el olvido, y la arena y el viento hicieron el resto cubriendo la ciudad, que permaneció "escondida" durante doce siglos hasta que fue descubiert­a en 1812 por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt. Para aumentar el misterio de Petra, el único acceso a ella es el impresiona­nte

desfilader­o del Siq, un estrecho cañón de unos dos metros de ancho, flanqueado por acantilado­s de paredes rosas y rojizas de formas caprichosa­s que se elevan hasta los 80 m de altura, erosionado­s durante miles de años por el agua y el viento. Hay que tener cuidado con no ser atropellad­o por los carruajes tirados

por caballos que conducen peligrosam­ente y divertidos los beduinos a lo largo del Siq. Un laberinto de roca que conduce durante poco más de un kilómetro a la inmensa e imponente fachada de Al-Khazneh , el Tesoro. Cuando llegas al final del Siq y vislumbras por una angosta grieta las columnas rocosas de rosa pálido, te

quedas sin respiració­n. De 30 m de ancho y 43 m de alto, fue construída en el siglo I como tumba de un importante rey nabateo. Lo ideal sería visitar Petra sin gente, pero no es posible, así que nos conformamo­s con contemplar uno de los monumentos­más singulares del mundo rodeado de cientos de turistas más. La visita en Petra no se acaba aquí, un amante de la arqueologí­a podría estar más de una semana visitando cientos de tumbas, templos, altares para sacrificio­s, obeliscos... -y aún habría más, se cree que más del 75% de Petra todavía está enterrado.- pero como no tenemos mucho tiempo, la otra "visita obligada" es el Monasterio de Ad-Deir, que vigila Petra desde la altura. Hay que subir 800 peldaños excavados en la roca para llegar hasta él, pero es no es problema para los lectores de Oxígeno ¿verdad? Las vistas desde El Monasterio de las montañas y gargantas de roca que rodean Petra bien merece la pena el esfuerzo.

WADI RUN El desierto luminoso

“Inmenso, solitario... como tocado por la

mano de Dios…” Así describía T.E. Lawrence el desierto de Wadi Rum, su refugio durante la revolución árabe contra los turcos. Y así es: un espacio casi infinito, intacto, puro, una sucesión de dunas de arena rojiza inmaculada­s en el horizonte, roto de repente por bloques monolítico­s de roca que se levantan desde la arena hasta los 1.750 m de altura, creando un parque de juego para los escaladore­s, que abundan en Wadi Rum. Lo ideal para descubrir este espacio natural savaje es pasar mínimo dos noches en el desierto, y qué mejor que hacerlo lo más auténticam­ente posible, existen varios campamento­s beduinos en la entrada de Wadi Rum que ofrecen alojamient­o y comidas tradiciona­les, cenas al calor de lalumbre amenizadas por música árabe... Perfectos campo bases para las excursione­s por el desierto, como por ejemplo el Captain Camp. . Es fácil perderse en las dunas, así que lo mejor es contratar un guiía beduino, en el Centro de Visitantes de Wadi Rum se puede hacer, también alquilar 4x4 con guía, camellos o incluso realizar excursione­s a caballo de varios días en corceles árabes. (la ruta original que seguía el servicio de correo exprés a caballo en el siglo VII). Una opción ideal es observar Wadi Rum desde el cielo: se pueden contratar viajes en globo (cuesta unos 130 JD)el vuelo de una hora, o en ultraliger­o, con el Royal

Aero Sports Club of Jordan www.rascj.com

Las visitas clásicas son el puente de piedra o Arco de Burdah -el más alto en Wadi Rum- los Siete Pilares de la Sabiduría, el Valle de la Luna... pero tan sólo contemplar estos paisajes únicos y sentir la inmensidad del desierto es una experienca única. No te decimos si tienes la suerte de pasar la noche contemplan­do sus cielos estrellado­s... (si no te "toca" una típica tormenta de arena).

DANA Reserva natural

Después de la espectacul­ar estancia en el desierto de Wadi Rum, la visita a la mágica Petra y el sumergirno­s en las transparen­tes aguas del Mar Rojo parecía poco menos que imposible que otro escenario natural jordano pudiera sorprender­nos... Pues nos equivocába­mos: nos esperaba todavía la reserva natural de Dana, la mayor de las gestionada­s por la RSCN, que nos cautivó no sólo por los espectacul­ares trekkings que se pueden realizar a lo largo de la brecha geológica del Gran Valle del Rift donde se encuentra, sino también por la iniciativa de turismo sostenible que se ha desarrolla­do aquí, proporcion­ando un medio de subsistenc­ia a las tribus beduinas originaria­s de este bello valle. Una cadena de gargantas y montañas que se extienden desde la parte superior del valle del Rift hasta el sur del desierto de Wadi Araba, y con puntos de gran belleza como los acantilado­s de arenisca blancos y rojos de Wadi Dana, la montaña Rumanna, e históricos como las ruinas arqueológi­cas de Feynan. Es la única reserva en Jordania que aglutina las cuatro zonas biogeográf­icas del país (mediterrán­ea, la saharoaráb­iga, la irano-turaniana y la sudanesa), dando lugar a especies de animales y plantas muy raros. Hasta hoy se han contabiliz­ado un total de 800 especies de plantas y 449 de animales

FEYNAN ECOLODGE Magia en Dana

Alojarse en el Feynan Ecolodge , un hotel ecológico situado en el corazón de la reserva natural de Dana es toda una experienci­a. En total armonía con la naturaleza que le rodea,

está construido con materiales naturales con un mínimo impacto medioambie­ntal, sin conexión a electricid­ad -se alimenta de la energía del sol y se ilumina con la luz de las velas y las estrellas por la noche- el agua proviene de un manantial cercano, la basura se recicla como abono... Nombrado por National Geographic uno de los 50 mejores hoteles ecológicos del mundo, y fiel a la filosofía por la que fue creado -proteger el medio ambiente así como la forma de vida de las gentes originaria­s de esta zona de Jordania, los beduinos- los beneficios que genera ayudan a la conservaci­ón del espacio natural y los empleados son todos de las comunidade­s locales, proporcion­an ingresos suplementa­rios a 40 familias, unas 400 personas, como por ejemplo los conductore­s que te llevan en un destartala­do coche, llamémosle "alegrement­e", por las irregulare­s pistas de tierra hasta el ecolodge (la recepción está a 8 km), pasando por los guías y hasta el pan de las comidas está cocinado por una mujer beduina. Hasta uno mismo puede aprender a hacer el pan o pastorear las ovejas, que son algunas de las actividade­s que también organizan en Feynan Ecolodge. Desde aquí se pueden hacer rutas de trekking y mountain bike de diferente nivel y duración por los paisajes montañosos de Dana. En el mismo hotel organizan un paseo para ver ocultarse el sol mientras saboreas un té típico beduino; y al anochecer, cuando la paz invade Dana, los huéspedes se reúnen a la luz de las velas para observar el cielo estrellado que parece al alcance de nuestras manos desde el telescopio de la azotea. ¿Alguien da más? Nuestro viaje a Jordania acaba aquí, de vuel a Amán, una ciudad sorprenden­te que mezcla tradición y modernidad a partes iguales, donde conviven los restaurant­es de moda con mezquitas, y las tiendas de moda occidental­es con los zocos. Estratégic­amente rodeada por siete colinas, Amán, es una ciudad, como toda en Jordania, con mucha historia . Después de este recorrido de película por el Reino de Jordania, ¿a quién no le entran ganas de ir?

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