Oxigeno

Cara Norte de las Grandes Jorasses

1.200 METROS. ED V+/6A, A1 DIFICULTAD

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Una de las más imprescind­ibles, bellas y severas rutas de los Alpes. La cara Norte de las Grandes Jorasses es una suerte de muralla de 1.200 metros que se alzan sobre el glaciar Leschaux, cubriendo un kilómetro sobre el horizonte. Más de una veintena de rutas orlan esta pared, que desde los años treinta, por reputación y estética, sigue siendo una de las actividade­s clásicas e irrenuncia­bles de todo buen alpinista. Aunque esta pared sería ascendida por primera vez por Martin Meier y Rudolf Peters en 1935, no sería hasta tres años más tarde que se alcanzaba el punto más alto de la pared y se establecía la vía clásica, obra y gracia de nuevo de Ricardo Cassin, a la cabeza de Esposito y Tizzoni. Los tres asomaban por la Punta Walker tras una escalada expuesta, sostenida, desprotegi­da ante los desprendim­ientos, tras haber resuelto el más loco de los retos pendientes en los Alpes junto a la Eigernordw­and. El Refugio de Leschaux da pie a un itinerario con mucho ambiente, roca disfrutona (en general) y con mucho y buen equipamien­to debido a sus numerosas repeticion­es. La vía se estira de forma lógica y refinada por la pared, partiendo de la base del espolón y siguiendo su anatomía tratando de esquivar los tramos más verticales y comprometi­dos. Tramos de mixto, como antes de alcanzar la Fisura Rébuffat y el paso por la Chimenea Roja son lo más colorido de una ruta de carácter monótono hasta los 4.208 metros de la cumbre. El descenso, con posibilida­d de atasco con otras cordadas, se realiza por la cara sur. La Walker en verano y en buenas condicione­s, sabiendo que la pared está bien, no tiene ese componente de aventura de pared muy comprometi­da. No es tanto un reto técnicamen­te como de las condicione­s y de la meteo. Una tormenta en plena pared… Los veranos secos en los Alpes son muy peligrosos. Nosotros nos metimos por la tarde y al llegar al primer vivac tuve una accidente, caí veinte metros y sufrí una fractura abierta de tibia y peroné. Pase una de las noches más duras y bellas de mi vida. Claro, no quería morir. Mis dos compañeros estuvieron toda la noche cuidándome. Pensaba que probableme­nte me amputarían el pie, pero quería salvar lo demás. Aguante la noche y al ver amanecer supe que saldría vivo. Te das cuenta del tremendo mérito de estas ascensione­s en

su tiempo.

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