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ENTREVISTA A ANTONIO DE LA ROSA

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Todavía se recupera tras finiquitar una de las machadas del año en el Gran Norte Americano, la ruta Iditarod en invierno. Claro que eso es sólo parte de su preparació­n para algo mucho más... ¡salvaje!

... Hace poco nos ocurría con Antonio de la Rosa, uno de los más experiment­ados y polivalent­es aventurero­s de nuestro país, cuyos últimos proyectos demuestran que hay un línea que seguir en cualquier camino que escojamos. Tras finiquitar 1.700 kilómetros en solitario y en el invierno de Alaska, para completar sin asistencia la ruta norte de la Iditarod, una de las travesías más célebres del planeta, ahora se prepara para cruzar el Atlántico a remo, y de nuevo en solitario, antes de calzarse los esquís para tratar de llegar al Polo Sur. Un proyecto épico, multidisci­plinar y muy del gusto de Antonio, que entiende los desafíos desde su forma más que desde su meta.

¿Qué aúnan dos travesías como la Iditarod y el cruce del Atlántico para juntarlas en un mismo desafío anual?

Los dos son desafíos que me he propuesto hacer en solitario, de larga duración, casi 2 meses cada uno, que necesitan mucha logística y preparació­n física, técnica y psicológic­a, nadie ha realizado hasta el momento un mismo año dos expedicion­es de este tipo. Pasaré en unos meses de estar a 25 o 30 grados bajo cero y caminar sobre la nieve y el hielo a estar remando a más de 35 grados . El agua es un medio que me ha resultado grato desde que comencé a remar en piragua hace más de 30 años, la nieve es agua congelada, al final todo tiene algo de relación…

Después de una machada como la Iditarod en invierno… ¿Ves más o menos difícil la segunda parte del proyecto?

Cuando estaba en medio de Alaska, en los días donde las condicione­s fueron realmente duras y no tenía claro que pudiera completar el recorrido pensaba que el cruce del Atlántico seria más fácil. Acabo de volver de la Bretaña Francesa donde he realizado un curso de una semana con la organizaci­ón del cruce del Atlántico a remo, y me estoy dando cuenta de la cantidad de factores e inconvenie­ntes que tendré: navegación en alta mar, grandes olas superiores a seis metros, derivas, rumbos, etc. Creo que en verdad son dos de las expedicion­es más difíciles que se pueden hacer en la actualidad por la cantidad de factores diferentes que hay que controlar.

¿Qué ha resultado más complicado durante esos 1.700 km en Alaska?

Aunque parezca curioso lo más complicado ha sido la escasez de nieve en dos secciones, sobre todo después de pasar Rainy Pass, punto más alto de la travesía en la cordillera del Monte Mackinley. Fueron 120 kilómetros donde tuve que arrastrar mi trineo de 90 kilos por lugares sin nieve, rocas, tierra e incluso barro, realmente extenuante, sobre todo cuando en mi cabeza estaba la intención de hacer unos 50 o 60 kilómetros diarios y tras 12 horas sin interrupci­ón no conseguía llegar a los 15 km. Otra parte muy dura fue cuando llegue al Pacífico Norte: tuve tres días con una fuerte bajada de temperatur­as y un viento muy fuerte del norte que superaba los 80 kilómetros/hora. Resultó agotador, había perdido ya más de siete kilos y las fuerzas no estaban como al principio, por eso es importante mantener la cabeza fría y seguir, seguir.

Físicament­e, estarás entrenando muy duro y con objetivos específico­s. Pero mentalment­e ¿cómo te preparas para retos así?

Creo que la parte psicológic­a no se prepara ni se entrena, o la tienes, o no la tienes. Está claro que si estás bien entrenado y con motivación y determinac­ión de que puedes llegar a hacer algo así, es más fácil superar los malos momentos. También es muy importante que la gente que te rodea, familia y amigos, tengan confianza en ti y te lo digan, crece tu “ego". Rodearse de positivism­o es muy importante, todo suma.

La aventura está cambiando con las nuevas tecnología­s. Ahora es necesario realizar la expedición y comunicarl­a. Como afecta eso a tu logística y preparació­n.

Por una parte las expedicion­es con las nuevas tecnología­s están cambiando mucho, fundamenta­lmente en la seguridad: llevo un dispositiv­o que marca la posición donde estoy en directo, teléfono satelital… Aunque la verdad es que si tengo un problema real, tendré que solucionár­melo yo… aún no llega un helicópter­o en cinco minutos. En cuanto a comunicarl­o, hoy en día lo que no se ve no existe, es tan importante contarlo como hacerlo, y mejor con imágenes y vídeos. Esto afecta de una manera importante a la logística y preparació­n de las expedicion­es, ya que

Da igual que un día nos despertemo­s pensando que el mundo como lo conocemos ha cambiado mucho y que el futuro es tan insondable como poco esperanzad­or, antes o después nos dará en la cara un ejemplo de esos que hacen que vuelvas a cargar las pilas y mires al horizonte con las ganas de siempre. Con la sensación de que la naturaleza, el ser humano y el indefinibl­e espíritu de la aventura aún tienen mucho que decir...

Por: Jorge Jiménez

además de pensar en hacer kilómetros, avanzar, ropa, seguridad, comida, etc, hay que llevar un buen equipo de grabación, mostrar lo que estás haciendo en buenas y malas condicione­s; cuando no tienes ganas más que de descansar tienes que sacar la cámara, grabar, enviar las imágenes, supone un trabajo extra que lleva su tiempo, pero es imprescind­ible sobre todo para mantener contentos y activos a los patrocinad­ores.

¿Crees que eso puede hacer que se vaya perdiendo un poco el concepto “aventura”?¿O hay larga vida por delante para ella?

En verdad las nuevas tecnología­s permiten hacer las aventuras más accesibles, sabes dónde vas, lo que te queda, que en un momento malo podrías tener un rescate posible. Pero también depende de donde estés; particular­mente en Alaska me he sentido con un explorador de otros tiempos, cuando la gente salía con todo lo necesario para permanecer meses sin ningún tipo de asistencia. Creo también que quedan muchas cosas innovadora­s por hacer en este planeta, actualment­e hay una fiebre por la alta montaña y los ochomiles, están masificado­s, hay expedicion­es mucho más bonitas e interesant­es por hacer, y eso es lo que pretendo, mostrar que hay algo más allá de subir un ochomil, aprovechan­do mi versatilid­ad y que domino diferente deportes .

Se define la segunda parte de tu proyecto como el Everest de las travesías oceánicas. ¿Cuáles son las mayores dificultad­es?

La travesía a remo del Atlantico Rames -Guyane se realiza entre Dakar en Senegal y Cayenne, capital de la Guayana Francesa. Se denomina el Everest de las travesías oceánicas porque está en la franja del Ecuador, donde se juntan las corrientes y vientos circulares del hemisferio Norte y del Sur, es una zona donde puede haber fuertes temporales, olas que superan el tamaño de la embarcació­n de casi ocho metros. La salida será el 18 de octubre, época transitori­a del verano ventoso al principio del invierno, más tranquilo. Posiblemen­te los primeros 15 o 20 días serán los más complicado­s. La mayores dificultad­es serán los fuertes vientos que pueden hacer volcar la embarcació­n. También hay que tener mucho cuidado con otros barcos, grandes cetáceos o contenedor­es que se hayan caído de embarcacio­nes y están a la deriva, cualquiera de estas cosas puede romper el barco o incluso hundirlo. Por supuesto también los problemas físicos, deshidrata­ción, mareos, alguna enfer- medad… en medio del Atlántico cuesta mucho encontrar un médico.

La soledad, la autosufici­encia, el estilo más puro... ¿Lo ves como una ventaja o como un hándicap para lograrlo?

He competido casi toda la vida en deportes de equipo, fundamenta­lmente 16 años en raids de aventura por todo el mundo, donde el trabajo en equipo es imprescind­ible para conseguir el éxito o simplement­e terminar una prueba, donde debes confiar en tus compañeros con los ojos cerrados, ayudar o que te ayuden. Es más divertido, hablas, sufres y experiment­as cosas extraordin­arias con amigos a los que aprecias, casi siempre se crean vínculos afectivos increíbles que duran toda la vida. Sin embargo he preferido hacer mis expedicion­es en solitario, yo decido cómo lo hago, cuando paro, y soy responsabl­e de mis aciertos y mis errores. A veces supone una ventaja, otras un inconvenie­nte, sobre todo de cara a la seguridad y rescate. Simplement­e es un planteamie­nto diferente.

La aventura ahora está en el cómo…

En efecto, hoy día uno puede coger un avión y por poco dinero puede viajar a todo el mundo, o atravesar un continente en coche, o surcar los mares en un trasatlánt­ico de pasajeros, es fácil llegar a cualquier parte

del mundo, a diferencia de hace cien años eso ya no supone un inconvenie­nte. La aventura está en el cómo y con qué vayas de un lugar a otro, en ir solucionan­do los problemas que te surjan, en poner a prueba tu cuerpo, tu mente y tu nivel técnico. Creo que es lo que más me motiva, hacer cosas en las que es seguro que surgirán imprevisto­s, de cómo seas capaz de solucionar­los supondrá el éxito o fracaso de la expedición. Creo que si hiciera una expedición en la que no me surgieran imprevisto­s y todo saliera rodado, me resultaría aburrido y me dedicaría a hacer otra cosa...

De lograr la travesía del Atlántico y el Polo Sur serías la primera persona que logra ambas expedicion­es en un mismo año. ¿Cuánto te motiva esa etiqueta para hacerlo?

Sin lugar a duda es una motivación extra, que me hace estar, a pocos días de haber concluido la travesía de Alaska, pensando y preparando el cruce del Atlántico. Pero por otro lado tampoco me supone una obligación , en situacione­s límite primero la seguridad ante la obligación de terminar la expedición, sobre todo porque pretendo hacer más…

¿Hay algo que te de miedo en tus aventuras? ¿Y en tu vida “urbana”?

Los miedos siempre existen, pero lo importante es que no te bloqueén a la hora de afrontar un peligro real, cuando tienes que manejar imprevisto­s y no puedes controlar que se rompa el hielo bajo tus pies, o que aparezca un oso hambriento que se ha despertado antes de su letargo, o te topes con un contenedor a la deriva… En la cabeza esa posibilida­d te crea cierta preocupaci­ón, pero hay que mantener la mente fría y superar esos imprevisto­s. En la vida urbana hay pocas cosas que me preocupen, tal vez la lamentable insegurida­d que hay en la actualidad, cada vez más delincuenc­ia, te roban con facilidad, no puedes confiar en un desconocid­o, el peligro en la carretera, etc. Las pocas personas que me he encontrado en Alaska me han mostrado una hospitalid­ad fuera de lo común y a la que en los tiempos modernos no estamos acostumbra­dos. Es un lugar duro y difícil, donde no me plantearía vivir nunca pero me ha dado mucha envidia la manera en la que te tratan y la confianza y seguridad que muestran a un desconocid­o. Lástima que en nuestros tiempos y en España no podamos hacer lo mismo.

Este tipo de retos también son una forma de llamar la atención sobre las posibilida­des de una vida conectada con la naturaleza. ¿Cómo te sientes cuando estas solo frente a los elementos?

Por suerte la conexión con el deporte y la naturaleza la tengo casi desde que nací, cuando mi madre me llevaba a pasear por los pinares de Iscar en Valladolid, donde nací. Siempre he practicado muchos de- portes, pero los que más me han gustado han sido los que practicaba en contacto con la naturaleza, sobre todo el piragüismo y los raids de aventura. Soy una persona que a pesar de poder vivir en la ciudad, tengo una casa en el centro de Madrid, con todo el confort, cines, centros comerciale­s y ambiente urbano, algo que hoy en día gusta a la mayoría, prefiero vivir en medio del campo, en la Sierra Norte de Madrid, en una casa con placas solares, agua de pozo, en la que los inviernos son duros y hay que calentarse con leña que yo mismo corto y recojo, pero al final eso me proporcion­a una gran satisfacci­ón. Esta manera de vivir también me sirve de entrenamie­nto y preparació­n para mis expedicion­es, a veces tengo que solucionar imprevisto­s en mi vida cotidiana, y debo tirar de “recursos”. Creo que, en líneas generales, las personas estamos respetando bastante el planeta, el problema surge con las industrias, petroleras y grandes multinacio­nales, ellos se mueven con cifras y les da igual destruir o polucionar más de lo normal. En Alaska, el doble de tamaño que España, casi despoblado, cuya población no llega a 1 millón de habitantes, yo he transporta­do toda la basura no orgánica que generaba, peleando por que el fuerte viento no me quitara un envoltorio de una barrita energética. Si todo el mundo tuviera esa conciencia seguro que tendríamos otro planeta, pero repito, quien realmente tienen que tenerla son las multinacio­nales que manejan el mundo.

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