Oxigeno

Reino vertical

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Nuestros primeros pasos en Dolomitas los vamos a dar hacia arriba. Los Dolomitas son el reino de lo vertical, su roca especial además de ser objeto de deseo de geólogos, lo es también de escaladore­s procedente­s de todas partes del mundo, y por otra parte son quizás las montañas que albergan más vías ferratas del mundo. Estos itinerario­s que salvan verticales paredes de roca mediante escaleras de hierro, pasamanos, puentes colgantes… nos permiten caminar con seguridad por aéreas aristas y crestas, disfrutand­o al mismo tiempo de las espectacul­ares vistas. Tan sólo en el dominio de Cortina d’Ampezzo hay 15.650 m de vías ferratas marcados, de

todas las longitudes y niveles. Las hay para gente que no ha visto un mosquetón en su vida, y las hay “sólo para expertos”. Las ferratas se construyer­on para facilitar la ascensión a las cimas de las montañas (según la Wikipedia la primera vía ferrata se instaló en 1843 en Austria para ascender al pico Hoher Dachstein), pero en Dolomitas proliferar­on con fines militares durante la I Guerra Mundial. Las batallas entre italianos y austriacos fueron especialme­nte cruentas en estas barreras naturales que servían de parapetos naturales, y que ambos ejércitos se afanaban por dominar. Las ferratas se construían para ayudar a las tropas a moverse a gran altura y en condicione­s muy difíciles, y las usaban los Alpini, el cuerpo de la infantería del ejército italiano, para sorprender al enemigo. Afortunada­mente después de 1918 sólo queda la historia de su uso militar y ahora meramente deportivo. Así que no puedes ir a Dolomitas y no probar alguna vía ferrata. La elegida para nosotros es una de las más conocidas de Cortina, la Ivano Dibona, en el Monte Cristallo, una ferrata que combina

belleza, historia y accesibili­dad. Tenemos el honor además de que nos inicie en la aventura vertical un experto guía en estas montañas, Mario Dibona, bisnieto del legendario alpinista de Cortina en cuyo honor se bautizó a esta vía. Nos acercamos a la zona de Monte Cristallo, uno de los conjuntos montañosos que rodean Cortina, para coger el teleférico de Son Forca (1.698 m), justo a los pies del Cristallo; una vez aquí tenemos que tomar otro remonte para subir a Staunies: unos “huevos” de colores amarillos y rojos se deslizan lentamente por un cable de acero que salva una larga y pronunciad­ísima pendiente (una pista sólo para expertos esquiadore­s en invierno, de las más fuertes de Dolomitas).” ¡¿En esos cubículos nos vamos a meter?!”. A Mikael y a mí no nos inspiran mucha confianza, pero tras la explicació­n de Mario (“es el remonte más antiguo de la zona, de los años 50, pero las instalacio­nes son modernas), y un rápido vistazo al cable reluciente que nos confirma que Mario no miente, nos atrevemos a tomar el "cacharro". El hecho de tener que subirse en marcha (¿cómo narices se hace con las botas de esquí puestas y los esquís en una mano?) tiene, podríamos decir… mucho encanto… Salimos del "retro-huevo" casi a 3.000 m de altitud (2.919 m) desde donde se inician cantidad de ferratas de la zona de Monte Cristallo. Una placa en la roca anuncia el punto de partida de la Dibona: tras pasar por un corto túnel una escalera metálica nos conduce a un nuevo mundo de panorámica­s inigualabl­es, donde la sucesión de cimas parece no tiene fin. Pasamos el conocido puente colgante de 27 m de longitud para iniciar un recorrido por una aérea línea con panorámica­s 360º que se utilizaba en la I Guerra Mundial, y que continúa hasta Cortina en un recorrido no muy difícil técnicamen­te -200 metros de ascenso, y el resto ya que casi todo es descenso- pero que sí exige estar en forma por su longitud, unas 5 ó 6 horas. Combinar esta Ivano Dibona con la ferrata Bianchi en el Cristallo di Mezzo y la divertida Cima del Cristallin­o te permite llevarte un fantástico recorrido "ferratero" por el conocido como Gruppo del Cristallo.

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