Regresar por oriente
En los estertores del siglo XV, la pujanza de las naciones europeas posibilitaba que el ser humano conquistase hazañas que antes apenas se habían imaginado. Era un tiempo en que los mapas y el propio hombre eran muchos más oscuros. Los tratados sobre la geografía y los secretos del mundo iban a cambiar radicalmente. Esto unido al desarrollo de las técnicas náuticas dejaba al alcance de las velas todo un nuevo abanico de rutas comerciales y de comunicación. Una de ellas, la que conectaba los océanos Atlántico y Pacífico por el sur, sería la obsesión de un noble portugués que, financiado por la corona española, lograría no solo descubrir y cartografiar por primera vez el paso entre los dos océanos; además los libros de historia abrían de recoger esta expedición como uno de los momentos estelares de la humanidad. Fernando de Magallanes, junto a Juan Sebastián Elcano, obtendría la primera demostración empírica de que la tierra es redonda.
Magallanes no sobreviviría para completar los 80.000 kilómetros alrededor del globo con los que su expedición se embolsaba además la primera circunnavegación completa de la Tierra. Asesinado de una lanzada indígena durante una reyerta en la isla de Mactán (Filipinas), sería Elcano quién se pusiese al mando del Victoria en un calamitoso periplo al que solo sobrevivirían 17 hombres y 385 sacos de especias, que desembarcaban en el puerto de Sanlúcar de Barrameda tras una aventura cuya magnitud sobrepasa los desafíos geográficos, legando el conocimiento de incalculables nuevas especies animales y vegetales, dando un impulso feroz a la botánica medicinal, amén de cambiar para siempre nuestra concepción del mundo.
Hay un dicho que se atribuye al general romano Cneo Pompeyo Magno que, oye, viene muy al caso: Navigare necesse este, vivere non est necesse. Navegar es necesario, vivir no lo es.