Oxigeno

2

-

En el segundo día de ataque con todo el equipo al completo el objetivo era la apertura de la parte inferior del barranco. Para la aproximaci­ón llegamos a un acuerdo con una empresa del sector para que nos recogiera y llevara con una lancha por el Dart River y así ahorrarnos dos horas de caminata, con el consiguien­te ahorro de energía. Una vez nos dejan en el punto acordado, en el Bedford Bridge, comienza otra incursión en el bosque, dos horas y media de intensa ascensión. Ya equipados y en el punto de partida, discutimos sobre cómo hacer algunas maniobras y establecer algunos parámetros de comunicaci­ón. Justo antes de ni siquiera tocar el agua, nos abrazamos y deseamos buena suerte. Empezó muy abierto, se podía ver la vegetación de alrededor y la escapatori­a era todavía fácil, hasta que después de algunos rápeles un tanto delicados, fuimos llegando a la zona más estrecha del barranco. Entonces, pudimos ver lo que teníamos delante: 20 m de rápel que nos llevaban a la cabecera de los fascinante­s 30 m que discurrían por una gruta. En una complicada y pequeña repisa, Mark y Ben instalan unos anclajes perfectos. Al rapelar, sentías cómo el agua te golpeaba en el casco con tal fuerza que parecía que se iba a partir. Una vez todos abajo, sólo se veían caras sonrientes y emocionada­s al contemplar la belleza del lugar, y lo que sólo nuestros ojos y manos habían visto y tocado por primera vez. Es complicado explicarlo con palabras. Avanzamos por el barranco y llegamos a lo que parecía un rápel sencillo, sin mucho compromiso, pero al fijarnos bien hacia dónde se dirigía el agua, nos dimos cuenta de que ésta desaparecí­a en lo que se insinuaba como “la esquina de la muerte”. Después de la euforia, se me encendiero­n las alarmas. Benjamin lideró el descenso, ¡no le quitamos ojo de encima! Nos hizo saber que no era un sifón lo de la esquina y que si nos manteníamo­s firmes a un lado y no dejabas que el agua te empujara, todo iría bien. ¿Y si no…? Mi turno: me coloco el ocho al modo clásico, cierro la rosca del mosquetón, dos respiracio­nes profundas y para abajo. Una vez al lado de esa inquietant­e esquina, la miré cara a cara y vi como el agua daba vueltas alrededor de la roca hasta que desaparecí­a por ese agujero amenazador. Todos pasamos sin problema. Después de este último y excitante rápel acordamos que éste sería el final de la última parte del barranco. El retorno al puente es rápido. Mientras nos cambiamos un ejército de sandflies o “moscas de la arena” nos devoran sin piedad. ¡Nunca había conocido insecto tan molesto! Traemos un kayak hinchable para descender por el río una vez terminado el barranco, con la intención de ganar tiempo. Nos echamos al río lo más rápido posible, porque no nos quedan muchas horas de luz. El día deja paso a la noche. Recuerdo ir el primero en el kayak, sentado a horcajadas con los pies tocando el agua y el frontal apuntando al frente, agudizando la vista. Allí estaba en Dart River con otros 4 fantástico­s en una balsa de kayak. En ocasiones miraba a mi alrededor y sentía verdadera emoción por lo que estaba viviendo, y otras me inundaba otra realidad muy presente, cansancio, calambres muy dolorosos en ambas piernas, frío después de llevar bastantes horas en remojo… También, como no veíamos prácticame­nte nada, nos despistamo­s y chocamos contra una roca volcando la barca y cayendo todos al agua fríay casi perdiendo las mochilas con el material. ¡Después de llevar todo el día en remojo lo último que apetecía era pegarse otro chapuzón! Finalmente, a las diez de la noche llegamos a los coches. Tras 3 horas de descenso, 6 de intensa apertura, 2 y media de ascensión en la aproximaci­ón y unos 20 minutos con la lancha por el Dart River… habíamos acabado muy satisfecho­s con la segunda "etapa", y ya con la mente puesta en el último día, que prometía ser no menos excitante.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain