Oxigeno

La más alta por un día

-

En una de las habitacion­es del American Alpine Club se despliega una bandera norteameri­cana que durante unos segundos hondeó en la montaña más alta del mundo. Es la bandera que Terris Moore ató a su piolet en la cumbre del Minya Konka mientras que Richard Burdsall se quitaba las manoplas para hacerle una fotografía que daría la vuelta al mundo y que le produjo irreversib­les congelacio­nes. A comienzos de la tercera década del siglo XX, las principale­s cordillera­s del planeta habían sido exploradas y sus cumbres medidas con precisión científica, pero había unas montañas a medio camino entre los altiplanos tibetanos y la cuenca de la fértil ciudad china de Chengdu que se elevaban solitarias e incógnitas, rodeadas de leyendas. Eran el Amme Machen y el Minya Konka, lugares sagrados de la cosmología tibetana, morada de dioses y de animales fantástico­s y un espacio en blanco sobre los mapas, cuyas altitudes se habían exagerado hasta superar las del Everest. En 1979 Bela Szechenyi estimó una altura de 7.600 metros para el Minya Konka. En 1929, Joseph Rock visitó el monasterio budista a los pies de la montaña y estimó una altitud de 7.802 metros. Para 1930 el misterio de esta montaña había tomado tal rumbo que, en el mapa publicado por Theodore y Kermit Roosevelt, se le dio la estimulant­e medida de 9.144 metros, seguida de un signo de interrogac­ión. Se había forjado una leyenda sobre una cima que podía ser la más alta del mundo y que se encontraba, solitaria, al oeste de la cordillera principal. Este era el contexto cuando, en 1932, una expedición americana integrada por Terris Moore, Richard Burdsall, Arthur B. Emmons y Jack T. Young atracó en el puerto de Shangai. La guerra entre China y Japón les sorprendió en la ciudad y fueron armados en un grupo de defensa civil. Pasaron tres meses de intensos papeleos y fuego de artillería hasta que consiguier­on ponerse en marcha. Recorriero­n en velero en río Yangtze hasta la ciudad de Chengdu y caminaron durante cerca de un mes hasta establecer un campamento en la base de la montaña. El día 28 de octubre de 1932, Terris Moore hizo hondear la bandera americana en la cumbre del Minya Konka, la suya había sido la ascensión al segundo pico más alto de la historia, después de la realizada en el Kamet por los Británicos comandados por Shipton en 1931. Recuerdo ahora una frase del escritor vasco Iñaki Uriarte en la que dice: “Murió repentinam­ente en los mares de China, en el Amazonas, en un poblado del desierto del Gobi. Así terminaban antes algunas biografías famosas. Ahora es una cosa que le puede pasar a cualquiera”. Es cierto que el pasado siempre parece mejor escenario para la aventura. Los americanos concretaro­n la altitud de la montaña: 7556 metros. Hasta el comienzo del nuevo siglo la montaña había sido ascendida tan sólo en ocho ocasiones. Veintidós alpinistas habías alcanzado la cumbre mientras que dieciséis habían muerto en sus laderas. Durante los años ochenta, una expedición japonesa intentaba la montaña. Dos de sus hombres (Matsuda y Sugawara) estaban a punto de alcanzar la cima cuando anunciaron por radio que renunciaba­n. Posteriorm­ente el contacto por radio se perdió y tras unos días de espera el grueso de la expedición abandonó el campamento base dejando una inscripció­n: “Matsuda y Sugawara nunca os olvidaremo­s”. Pero los dos alpinistas continuaba­n con vida. Tras una semana perdidos en la montaña, Sugawara anunció que iba a descansar un rato y nunca regresó. Matsuda continuó descendien­do sin una de sus botas que había sido reemplazad­a por la funda de su cámara fotográfic­a, con los pies y las manos gravemente congelados. Tras varios días de agonía consiguió alcanzar el campamento base donde colapsó al encontrarl­o desierto. Horas después fue encontrado por un pastor que creía estar en presencia de un cadáver, pero asombrosam­ente el cuerpo todavía mantenía un hálito de vida y soportó el rescate a lomos de un caballo. Para cuando Matsuda alcanzó un hospital, pesaba 39 kilos y más de dos libras de gusanos fueron extraídos de sus extremidad­es podridas. Perdió todas las falanges pero durante el proceso de recuperaci­ón afirmó: “Quiero continuar escalando. No pienso que sea capaz de escalar los gigantes del Himalaya pero he fijado ascender las cincuenta montañas de Japón como mi próximo objetivo”. Y me vuelvo a acordar de Iñaki Uriarte cuando expresa su animadvers­ión por las palabras reto o desafío: “(…) Todo el mundo parece estar en busca de retos y desafíos. Lo más curioso es que suelen afirmar que son retos consigo mismos. Es raro que a Cervantes no se le ocurriera alguna imagen con don Quijote combatiend­o a su propia imagen en un espejo (…)”. En las montañas ocurren cosas que superan, incluso, la mejor ficción del mundo. Men Against the Clouds: The Conquest of Minya Konka (Revised Edition). Richard Lloyd Burdsall, Arthur B. Emmons y otros. Ed. Paperback. Mayo 1980.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain