ARCOSANTI
ESCONDIDA EN UN PARAJE DESÉRTICO A LAS AFUERAS DE PHOENIX, ARIZONA, ESTÁ ARCOSANTI, LA CIUDAD UTÓPICA CREADA POR EL VISIONARIO ARQUITECTO ITALIANO PAOLO SOLERI.
Visitamos la ciudad utópica hecha realidad por Paolo Soleri.
"Quiero reunir a unas 20 almas y zarpar lejos de este mundo de guerra y miseria, y encontrar una pequeña colonia donde no haya dinero sino una especie de comunismo en el que las necesidades vitales fluyan y haya una cierta decencia real", escribió el novelista D.H. Lawrence en una carta a William Hopkin en 1915. Los intentos de fundar una sociedad perfecta son bastante comunes, desde los fallidos proyectos transcendentalistas americanos como la Granja Brook, hasta Chandigarh de Le Corbusier, una fracasada ciudad post-industrial en la India. Resulta mucho más complicado tropezarse con una utopía que se desarrolle de forma próspera en su propio rincón desértico, lejos del mundo.
Su aparente imposibilidad es exactamente lo que convierte a Arcosanti en inolvidable. Este experimento de vida colectiva puede encontrarse desde hace 50 años a una hora de carretera a las afueras de la árida y ruidosa Phoenix, en Arizona. Se debe tomar una salida que desemboca en medio del desierto y continuar por una carretera de tierra que se desvanece en lo que parece una llanura vacía. Una señal oxidada con el extraño nombre del lugar marca el camino. Nada más subir la colina, la pequeña ciudad se revela, en un grupo de edificios curvos de hormigón del mismo color que el arcilloso desierto, pero pintarrajeados en colores pastel. Es como si Los Supersónicos se hubiesen estrellado y hubiesen decidido asentarse.
Aunque parece antiguo (el nombre deriva del término italiano "antes de las cosas"), las raíces de Arcosanti se remontan a 1959, cuando un arquitecto italiano llamado Paolo Soleri, un discípulo de Frank Lloyd Wright que se separó de su mentor tras intentar abrir su propia escuela de arquitectura, decidió comprar una parcela de tierra estéril y llevar allí a un grupo de estudiantes. El diseño se basó en la filosofía de la "arcología" de Soleri, palabra formada por arquitectura y ecología, que buscaba combinar la eficiencia de la densidad de las ciudades con la sostenibilidad de la arquitectura ecologista de pequeña escala, usando técnicas como la calefacción solar pasiva. Por encima de todo, el arquitecto se oponía a la expansión suburbana. "Mi proposición es la implosión urbana en lugar de la explosión", escribió en 1977 en su trabajo Earth’s Answer.
La arcología era una solución a la expansión y el hastío social de los suburbios: los Arconautas, como Soleri llamaba a sus residentes, trabajarían, jugarían y crearían juntos. El proyecto atrajo a muchos artistas y arquitectos, y convirtió a muchos más. En total, más de 7.000 residentes han pasado por allí, con una afluencia anual de centenares. Esta concurrencia apoya la meta filosófica de Soleri de encontrar una forma de vida más sostenible: "Beneficiándonos, en primer lugar, a nosotros mismos. En segundo término, a la biosfera. En tercero, a la realidad", dijo en una entrevista de 2012. Los Arconautas "desarrollan mayor conocimiento, mayor tolerancia, mayor sabiduría, y toman conciencia de lo que llamamos amor o compasión".
Lo que diferencia el experimento de Soleri de otras comunas, cultos o intentos utópicos es que funcionó. Aunque nunca alcanzó la capacidad declarada de 5.000 habitantes, Arcosanti sigue siendo autosostenible, con ingresos procedentes de los talleres para estudiantes, 50.000 turistas al año y la venta de campanas de viento, preciosos instrumentos de bronce diseñados por Soleri que son distribuidos por la zona, donde resuenan con la suave brisa del desierto. "Arcosanti ha salido adelante con sus propios recursos durante 45 años", comenta Jeff Stein, un arquitecto de Boston y ex-Arconauta que en 2011 se convirtió en presidente
de la Fundación Cosanti - que además de Arcosanti, administra la casa de Soleri en Phoenix. Arcosanti no es tanto una religión como la búsqueda compartida de una nueva forma de vida, y los 70 Arconautas que residen de forma permanente aún siguen refinando de forma activa sus esfuerzos, incluso sin la ayuda de su santo patrón: Soleri falleció en 2013. Una solitaria placa de piedra marca su tumba, junto a la de su esposa Carolyn, entre los bosques, un kilómetro a las afueras del mismo Arcosanti. Aunque empezó como la visión de un solo hombre, esta ciudad en el desierto se ha convertido en una empresa autosostenible, hoy más utópica que nunca.
En la actualidad, Arcosanti sigue abierta a todo el que llega. Los futuros residentes empiezan con un taller de cinco semanas que tiene un coste de 1.750 dólares, después se gradúan como becarios y finalmente se les asigna una tarea permanente, como cocinar en el café del corazón de Arcosanti, organizar tours o construir campanas. Los talleres son "increíblemente intensos, maravillosos y tristes. Cada seis semanas llega un nuevo grupo de personas", comenta Richard Fox, un jardinero que llegó por primera vez a Arcosanti en 1972 y que regresó en 1981. Al principio, vivir en la ciudad era más duro que hoy en día. "Debías crear tu propia vivienda. Yo encontré una cueva y metí un colchón", recuerda Fox. "Mi vida no ha vuelto a ser la misma tras pasar por allí. Soy quién soy por los valores que aprendí de Paolo Soleri". Hoy en día los asistentes a los talleres utilizan acogedores dormitorios bohemios o un campamento algo destartalado de edificios cúbicos al final de la colina, donde viven y trabajan juntos. Es el sueño de D.H. Lawrence hecho realidad.
Los edificios de Soleri obran el milagro de parecer al mismo tiempo orgánicos y creados por máquinas, con suaves curvas decoradas con ornamentos angulares. Los residentes de Arcosanti viven en apartamentos que podrían confundirse con viviendas hobbit, hundidas parcialmente en la tierra pero iluminadas generosamente por ventanas semicirculares (cuanto más antiguo es el residente, mayor es el apartamento). La ciudad permite desplazarse a pie, y se cruza de punta a punta en 15 minutos, a través de escaleras serpenteantes que conectan plazas en miniatura. En las afueras encontramos apartamentos a medio construir rodeados por restos de material de construcción, como si un niño hubiese dejado de jugar de repente con sus juguetes.
La comunidad se siente cada vez más estable, aunque los residentes tienden a una bohemia creativa, comprometida con su propia independencia. Unos cuantos residentes han criado a sus hijos en Arcosanti, aunque no hay un sistema educativo reglado. Las familias más mayores suelen mudarse a Phoenix o cualquier otra población cercana y regresan los fines de semana como voluntarios. Aún así, "esto es como una gran familia, se tiene la sensación de ser de aquí", dice DeeAnn Morgan, una profesora local y guía turística de Arcosanti. El lugar es capaz de cambiar la vida de un modo al que la arquitectura suele aspirar, pero que rara vez logra.
En uno de los momentos álgidos de la arquitectura, Soleri escogió un camino diferente, y ha valido la pena. Mientras muchos edificios de autor - Linked Hybrid de Steven Holl, la sede de la Televisión Central China de Rem Koolhaas - son monolitos inertes que esconden la vida humana en lugar de revelarla, Arcosanti es un lugar dinámico, que evoluciona con sus residentes. "Se incluyen las actitudes, las ideas y las voces de las personas que están aquí", dice Stein.
Este espíritu compartido ayudará a que la ciudad encuentre su camino después de Soleri, logrando un equilibrio entre la conservación de sus esfuerzos y la continuidad de las nuevas construcciones, que han estado funcionalmente estancadas durante una década. "Tengo la esperanza que seremos capaces de lograr la transición del dictador benevolente que tenía
mos con Paolo, a respetar el pasado, pero construyendo el futuro", comenta Mary Hoadley, la madre nodriza de Arcosanti, que ha vivido allí desde los años 70. La descripción del régimen de Soleri puede sonar a crítica, y en parte lo es. Los residentes a menudo notaban su naturaleza temperamental, aunque se le recuerda con un fervor casi religioso. "Cuando murió, quedé destrozado", recuerda Richard Fox.
Cuando visité por primera vez Arcosanti, para el funeral de Soleri a finales de 2013, no estaba claro cómo iba a ponerse de acuerdo el grupo en un plan a largo plazo. En los últimos años, el arquitecto había tomado todas las decisiones finales. Como dijo Hoadley, su estilo de liderazgo podía ser dictatorial. "Su carácter y su visión al levantarse se convertían en el plan del día", cuenta Stein. Cuando los antiguos alumnos se reunieron durante ese fin de semana, hubo discusiones sobre presupuestos y progreso, también sobre la ausencia de residentes entre los representantes de la Fundación Cosanti. Era fácil sentirse pesimista respecto a la supervivencia de ese lugar único. Pero unos años después, se respira una renovada sensación de libertad. Ahora que el líder visionario del proyecto no está, sus participantes se sienten más capacitados para actuar.
Soleri "nos dejó bocetos, miles de páginas de cuadernos con borradores e ideas sobre cómo podían desarrollarse las arcologías", comenta Stein. Esto incluye propuestas teóricas para torres residenciales que podrían emerger como rascacielos de Arcosanti.
Pero no todo eran castillos en el aire. Soleri también planeó cometidos más prosaicos, como un hotel y un centro de conferencias. "Una parte importante de nuestros ingresos viene del turismo", comenta Hoadley. "Hemos necesitado viviendas durante 30 años, pero debido a los intereses de Paolo, seguimos diseminados". Soleri también creó a finales de los 80 un programa de actividades llamado Minds for History, pero la falta de espacio residencial no permitió su desarrollo. "No fuimos capaces de aprovechar la inversión para crecer", se lamenta Hoadley.
La ciudad necesita ingresos para seguir creciendo. El consejo de administración mantiene conversaciones con inversores para financiar hoteles y salas de conferencias, pero los nuevos eventos realizados en Arcosanti también aportan beneficios, además de público. En 2014, una banda de Florida llamada Hundred Waters se topó con Arcosanti y decidió que estaba en consonancia con su propia estética intergaláctico-hippie. "Su música trataba sobre la conexión entre personas y con el lugar, en el mismo sentido que Paolo Soleri creía que haría su arquitectura", dice Stein. La banda rodó un videoclip allí y su discográfica de Los Angeles, OWSLA, organizó un festival de música llamado Form.
Las entradas para el evento eran gratis, subvencionadas por patrocinios de marcas. Sin embargo, los 700 asistentes del Form tenían que postularse para acceder, preservando a la vez el carácter de Arcosanti y una atmósfera privada y creativa. No como Coachella.
Arcosanti se mueve lentamente, más en sintonía con el movimiento de los planetas que con las bienales o las TED talks, pero en parte se está modernizando, al convertirse en una máquina funcional más que en una improvisación arquitectónica. Es el único camino para la arcología. "El centenario del nacimiento de Soleri será en 2019, próximo al solsticio de verano", comenta Stein. "Para entonces, en pocos años, esperamos al menos haber desarrollado un potente plan estratégico y muy posiblemente haber empezado a construir nuevos elementos claves de Arcosanti". Estos pueden incluir las torres residenciales ya planificadas o un sistema agrícola más avanzado.
La inercia se incrementa mientras Arcosanti evoluciona. Después de un periodo de calma a principios de los 2000, los talleres crecen anualmente, con una media de 20 nuevos Arconautas en cada sesión. A medida que llegan, los asistentes aportan además una nueva generación de herramientas. Hildemar Cruz, una geógrafa graduada en la USC, llegó por primera vez a Arcosanti cinco días después de la muerte de Soleri en 2013 y desde entonces ha vivido allí