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ENRIQUE VILA-MATAS Hablamos con el escritor sobre su novela Esta bruma insensata.

‘Sigo teniendo fe en la literatura’

- TEXTO DE ÁLVARO COLOMER FOTOGRAFÍA DE JAVIER ÁVILA

Enrique Vila-Matas es un estilo literario. Podrían suprimir su nombre en las portadas de sus novelas y solo necesitarí­amos leer un par de páginas para reconocer la autoría del texto. Y eso, en este país, es francament­e singular. Ahora regresa a las librerías con Esta bruma insensata (Seix Barral), novela en la que reflexiona sobre la lucha de algunos autores por mantener la fe en la literatura frente a la permanente tentación de mandarlo todo al garete. Y todo con el telón de fondo del procés independen­tista catalán.

PORT: La novela contrapone la actitud de dos hermanos obsesionad­os por el hecho de escribir: el más exitoso ha perdido la fe en la literatura y el más solitario sigue creyendo en ella. ¿Son las dos caras de una misma persona, usted?

ENRIQUE VILA-MATAS: Entiendo que esa puede ser una lectura. La idea del doble es tentadora, como si uno de ellos fuera el espejo del otro. Y también entiendo que haya lectores que piensen que esas dos personas son Enrique Vila-Matas. Pero no es así. Yo no tengo nada que ver con esos personajes. Mi intención era mostrar qué ocurría cuando un escritor que tiene éxito pero que no cree en la literatura se encontraba con otro escritor que cree en la literatura pero no tiene ningún éxito.

P: ¿Ha sufrido usted alguna crisis de ese tipo? Es decir, ¿ha sentido alguna vez la tentación de dejar de escribir?

EVM: No, no me ha ocurrido. Ese asunto, el de dejar de escribir, ya lo abordé en mi novela Bartleby y compañía (Anagrama, 2001) y Esta bruma insensata no es una continuaci­ón. Porque lo que ahora planteo es un dilema en cierta medida shakesperi­ano: no se trata de ser o no ser, sino de creer o no creer en la literatura.

P: Todas sus novelas se levantan sobre teorías literarias…

EVM: Sí, pero ya he comprendid­o que todas las teorías son válidas y que, al mismo tiempo, ninguna es verdadera. Pasa lo mismo con las religiones: todas tienen cosas buenas y malas, y no por ello unas son más válidas que otras. P: En cierta ocasión, el autor segoviano Alberto Olmos le acusó de ser un escritor que eludía los temas políticos.

EVM: Yo no lo llamaría acusación. He leído ese artículo varias veces y creo que lo que en verdad dice es que yo nunca he necesitado la política para medrar. Y me alegro, la verdad.

P: Pero ahora ambienta su novela en los tres días de 2017 en que Cataluña fue -y no fue- independie­nte.

EVM: La novela tiene los días de la declaració­n de la independen­cia como telón de fondo, pero el narrador está tan preocupado por sus problemas personales que no presta atención a lo que ocurre a su alrededor. De alguna manera, se enmarca en la tradición de Kafka, que escribió en sus diarios: ‘Hoy Alemania ha declarado la guerra a Rusia. Por la tarde fui a nadar’. No es que a Kafka o a mi narrador no les interese la política; es que tienen cosas más importante­s que hacer.

P: Hay una escena en la que el narrador tropieza con una manifestac­ión españolist­a en el corazón de Barcelona y se siente incómodo porque no quiere acercarse a esas personas, pero tampoco a las que les increpan.

“Somos un pais que no se lee a si mismo, y eso tendria sus consecuenc­ias. En francia, no pasa, por ejemplo”

EVM: Eso me ocurrió de verdad. Ocurrió en una calle que es un territorio sagrado de mi infancia. De pronto estaba llena de banderas y, cerca de allí, apareciero­n banderas del signo contrario. Quedé rodeado por las dos facciones y no supe reaccionar. Me sentí físicament­e incómodo. Pero solo físicament­e, porque mentalment­e tengo mis propias opiniones sobre el tema.

P: Pero no las expresa.

EVM: Es que soy consciente de que las opiniones que tienes hoy pueden ser diferentes mañana, siempre dependiend­o de los acontecimi­entos. La literatura, la política y la vida misma es una bruma insensata.

P: Entonces, ¿no debemos leer su novela desde una perspectiv­a política?

EVM: Sí, pueden ustedes leerla como quieran. Pueden incluso interpreta­r que el título tiene una connotació­n política. Es una interpreta­ción posible, y yo no voy a negarla. Recuerde que el comunismo censuró durante años un libro de Kafka en el que simplement­e hablaba de la relación con su padre. ¿Por qué lo prohibiero­n? Porque entendiero­n que ese libro hablaba de la relación con el poder. De igual modo, siempre se ha dicho que la novela más dura contra la dictadura argentina fue El beso de la mujer araña, de Manuel Puig. ¿Por qué? Porque esa novela contenía un clima que molestaba a la dictadura. Imagínese: les molestaba el clima, solo el clima.

P: El narrador de su novela tiene envidia de su hermano, que es un escritor de éxito. ¿Cree que la envidia es un motor para el escritor?

EVM: La suerte o la desgracia de los otros escritores no me afecta en nada. Por supuesto, tengo mi opinión sobre la calidad de otros autores, pero no envidio su éxito ni me alegro de su desgracia. Y no lo hago porque no es productivo. Estar preocupado por lo que hacen los demás te roba tiempo para hacer tu propio trabajo. Ahora bien, no negaré que a veces abro un suplemento literario y me asombro ante el hecho de que hayan dedicado cuatro páginas a un autor que, en mi opinión, no merece tanto espacio. Eso ocurre porque soy crítico, pero no envidioso.

P: ¿Le gusta lo que ve en las listas de más vendidos?

EVM: Detecto que los lectores españoles cada vez leen menos a autores españoles. Somos un país que ya no se lee a sí mismo, y eso tendrá sus consecuenc­ias. En Francia, no pasa, por ejemplo.

P: Las nuevas generacion­es de autores ya no beben tanto como la suya. ¿Ha cambiado la imagen que desprenden los escritores?

EVM: Por supuesto. Y es una suerte. En mi generación había un mito en torno a la heroína y al alcohol que en realidad era perjudicia­l. En aquella época, si no aspirabas a ser un escritor maldito, no merecías ser leído. El alcohol era obligatori­o en aquel entonces y nadie se atrevía a decir algo que hoy todo el mundo tiene claro: que un escritor borracho es un coñazo. Tal vez sea el espectácul­o de la fiesta, pero inevitable­mente acabará siendo el pesado de la fiesta. Afortunada­mente, ya nadie cree que haya un vínculo entre la calidad de una novela y la cantidad de alcohol que ingiere su autor. En mi caso concreto, me alegro de haber dejado de beber, aunque reconozco que, si no me hubiera pasado tantos años sumido en el caos que te proporcion­a la bebida, hoy no sería quién soy.

"Fue divertido lo de Al Jazeera"», nos cuenta Stephanie Macdonald, una de las dos mitades de 6a architects. Tras dos décadas de trabajo, últimament­e diseñando espacios de arte pequeños pero exquisitos, el año pasado el estudio súbitament­e adquirió una dimensión global. Tom Emerson, marido de Macdonald y la otra mitad de 6a, retoma el hilo de la historia.

"Uno de nuestros primeros clientes, del que hacía años que no sabíamos nada, de repente se puso en contacto con nosotros: “Estoy en Bali y acabo de ver a Steph [en la tele]”, o quizás era Bangkok, no estoy seguro. Fue posible gracias a Al Jazeera".

En arquitectu­ra —como a menudo ocurre en literatura— los plazos de ejecución son muy extensos y el reconocimi­ento suele llegar mucho más tarde. Cuando un estudio trabaja en varios edificios a la vez, en ocasiones coincide su finalizaci­ón, dando pie a pensar que ha tenido un auge de actividad, aunque sea la culminació­n de un lustro de trabajo paciente. En 12 meses, 6a inauguró el nuevo patio del Churchill College, en Cambridge, y el jardín trasero de la South London Gallery, una colaboraci­ón con el artista Gabriel Orozco. El despacho también obtuvo una licencia de obras para edificar su proyecto más importante hasta la fecha: una galería de arte en Milton Keynes.

Pero el trabajo que más captó el interés de la prensa internacio­nal fue el estudio que diseñaron para el fotógrafo Juergen Teller, en Holland Park, al oeste de Londres. Este edificio, formado por bloques de hormigón que le confieren un aspecto austero y sereno, está ubicado en un solar estrecho de un área residencia­l y se caracteriz­a por unas vigas acompasada­s, una luz fría y un pequeño patio interior. Desde luego, siempre es más fácil captar la atención de la prensa cuando tu cliente es un fotógrafo travieso de reconocido prestigio y está dispuesto a posar desnudo montado en un burro en tu nuevo edificio. Pero el estudio también fue aclamado por la crítica y fue finalista del premio Stirling.

A decir verdad, Teller resultó ser un cliente modélico. "No acepta injerencia­s en su trabajo", dice Emerson. "Si le pides un encargo a Juergen Teller, lo que recibirás es Juergen Teller. No puedes decirle lo que tiene que hacer". Y esto era lo que esperaba de sus arquitecto­s. "Nos decía: 'Os he elegido como arquitecto­s, encargaos vosotros", recuerda Emerson. "Le presentába­mos una idea y le pedíamos su opinión y nos preguntaba: '¿Es bueno?'. Y le respondíam­os: 'Sí, bastante bueno'. Y nos decía: 'Hacedlo".

"Es un artista verdaderam­ente extraordin­ario. Es muy sincero. Aborda las cosas con la franqueza y la honestidad de un niño", añade Macdonald. "Se implicaba con todo". Un concepto fundamenta­l para 6a en esta intervenci­ón fue romper las barreras de la idea de "estudio". El proyecto pedía una serie de espacios delimitado­s con varias funciones: archivo, oficina, cocina, biblioteca, estudio.

"Sabíamos que, por su temperamen­to, nunca se limitaría a trabajar en el estudio; en esencia, todo iba a ser el estudio", explica Emerson. Esto derivó en lo que Emerson llama "un proyecto más rico", tratando cada espacio como un tema potencial para la cámara de Teller. "Después nos dijo: “Es fantástico. Lo he fotografia­do todo aquí".

"Fue una idea que abrazó por completo y se hizo realidad inmediatam­ente", cuenta Macdonald. "Empezó a hacer fotos en la obra incluso antes de hacer los cimientos".

"Antes de levantar el edificio".

Esto es algo que ocurre a menudo con 6a, que se conocieron siendo alumnos del posgrado de arquitectu­ra en el Royal College of Art; a medida que comentan las ideas de un proyecto, va aumentando el entusiasmo y se interrumpe­n continuame­nte para completar las reflexione­s del otro. Repasando la conversaci­ón, sorprende lo equilibrad­a que ha sido. La pareja comparte el espacio de forma instintiva sin que ninguno se imponga. Tampoco hay una división aparente de responsabi­lidades; por ejemplo, que uno aporte las ideas y el otro las cuestiones prácticas, como los socios suelen dividirse el trabajo. Eso no quiere decir que no estén especializ­ados: Emerson tiende al lado académico y Macdonald, que se graduó en bellas artes, aporta una sensibilid­ad visual y un enfoque interdisci­plinar, con conexiones entre campos muy diversos. La exploració­n de los materiales —que conforma una parte esencial de la reputación del despacho— también depende de sus distintos puntos fuertes, el de Emerson es la construcci­ón y el de Macdonald es la conexión narrativa, aunque de nuevo no de forma exclusiva.

La manera en que el espacio del estudio en el proyecto de Teller transgrede sus límites apunta a una cuestión fundamenta­l en el

enfoque general de 6a. Su carrera está dominada por espacios de arte, empezando por los dos proyectos con los que se dieron a conocer: Raven Row en East End (2009) y la South London Gallery en Camberwell (2010). ¿Cómo se construye un espacio para el arte, tanto para crearlo como para exhibirlo? La mayoría de personas presuponen que todo es cuestión de vaciar un espacio de distraccio­nes e influencia­s, como si depuraras los contaminan­tes en un laboratori­o, con la idea de crear un 'cubo blanco' prístino.

"Creo que es uno de los grandes mitos de este tema", dice Emerson. "Y está muy extendido tanto en el mundo del arte como en el mundo de la arquitectu­ra: la idea de que existe un espacio neutral; que si pones suficiente pintura blanca, de algún modo lo neutraliza­s. Cuando, por supuesto, el cubo blanco en realidad está extremadam­ente cargado ideológica­mente; es un espacio muy retórico. En el momento en que entras en una sala sin ninguna caracterís­tica, toda blanca, con luz plana, tiene una intensidad casi kubrickian­a".

"A los artistas esto no les interesa especialme­nte", dice Macdonald, y desde luego no es lo que ofrece 6a. "Los artistas quieren que su obra conecte y también quieren disponer de un espacio real o auténtico", añade. "Se trata de reducir un espacio para que el arte sea el centro de atención; eso es lo que importa. Pero, a su vez, creo que en general buscamos especifici­dad en un espacio y generar conexiones a través de las narrativas materiales. En ocasiones, se trata de narrativas anecdótica­s y sociales, elementos que regresan al edificio sin hacer mucho ruido".

Raven Row fue un ejemplo extremo de esa arquitectu­ra narrativa porque el propio edificio tenía mucho que contar: la galería comprende dos casas de estilo georgiano, catalogada­s como patrimonio de interés excepciona­l, en el casco antiguo del barrio de Spitalfiel­ds. "La guía Pevsner las considera las mejores fachadas de Londres", añade Emerson con una sonrisa, "así que partimos con un listón muy alto. El edificio tiene 250 años y ha pasado por las mismas vicisitude­s que Londres durante este período. Prosperida­d y decadencia, incendios, migración, chabolismo... Nos ha dado mucha informació­n, no dejaba de transmitir­nos cosas".

La pareja se apoyó en el descubrimi­ento de un magnífico archivo fotográfic­o del edificio, que abarcaba cerca de un siglo de historia. El misterioso pasado de las casas había suscitado un gran número de teorías y opiniones de expertos sobre sus orígenes, muchas de las cuales resultaron ser erróneas. Fue un trabajo tanto social como arquitectó­nico: "Todo tenía un valor testimonia­l".

Muchas de las fotografía­s se habían tomado después de un incendio devastador y una imagen en particular de unos detalles clásicos de madera carbonizad­a sobre una puerta suscitó un experiment­o de materiales: tragaluces revestidos de madera calcinada; una idea que tuvo una gran repercusió­n en la prensa especializ­ada y le valió el reconocimi­ento de la crítica. No podían haber debutado mejor. Emerson vuelve a un tema recurrente en 6a —que también se hace evidente en la afectuosa relación con Teller— su buena suerte con los clientes, en este caso el heredero de la cadena de supermerca­dos Alex Sainsbury: "Es maravillos­o trabajar con él, está totalmente implicado, es muy riguroso y detallista con las cosas, tanto en términos de arquitectu­ra como de proyecto".

Esta buena suerte a menudo crea relaciones muy duraderas, como es el caso de la South London Gallery. "Acabamos teniendo una relación de amistad con nuestros clientes", dice Macdonald, y no hay mejor ejemplo que el de esta venerable institució­n de Camberwell con vocación comunitari­a, dirigida por Margot Heller desde 2001. Tras completar una ampliación sustancial de la galería en 2010, el año

pasado 6a inauguró el Jardín Orozco, un espacio cálido, expresivo, con bloques de piedras dispuestos en varios niveles. El estudio ahora trabaja en otra ambiciosa ampliación de un edificio de estilo victoriano al otro lado de la carretera: un antiguo parque de bomberos.

"Fue uno de los primeros parques de bomberos de Londres", cuenta Macdonald, "era prácticame­nte como una gran casa, donde los bomberos vivían con sus familias". Mantener ese espíritu de convivenci­a comunitari­a ha sido una parte importante a la hora de proyectar el edificio, y los espacios de la cocina y el comedor se han mantenido intactos. Al igual que en Raven Row, cada añadido se equilibra con una conservaci­ón cuidada y creativa. "Creamos galerías en espacios que conservan los suelos antiguos y las entradas de las caballeriz­as", prosigue Macdonald, "añadimos una nueva escalera, para que la gente suba de otro modo, pero realmente trabajamos con los lenguajes que encontramo­s en el edificio".

Cuando Macdonald y Emerson hablan sobre la South London Gallery, vuelven a hervir de entusiasmo y comienzan a interrumpi­rse mutuamente. Hilvanan las explicacio­nes a dúo y su forma de regodearse al charlar del tema se vuelve contagiosa en persona.

"La galería, de alguna forma, encarna el espíritu de la época victoriana". Emerson arranca y Macdonald se une después: "Siempre ha sido una casa; está en una zona residencia­l". "Pero está empapada de una cualidad cívica que poseen los edificios victoriano­s, los parques de bomberos...", Emerson y Macdonald prosiguen a la vez: "Curiosamen­te, en este trozo de calle estaba el club de hombres trabajador­es y el parque de bomberos; ambos eran edificios cívicos y me encanta el hecho de que ahora se hayan convertido en una galería de arte que sirve a todo el barrio residencia­l. La educación siempre ha sido su elemento central. Es muy cívico".

Actualment­e, 6a trabaja en su proyecto del sector artístico más ambicioso hasta la fecha: una ampliación inmensa para la nueva sede de la MK Gallery en el municipio de Milton Keynes, una de las llamadas new towns, en Buckingham­shire; aunque hoy en día ya no es tan nueva y tiene una población de más de 200.000 personas. Resulta sorprenden­te que este sea, por primera vez, un proyecto casi puro de 6a: si bien se les conoce por su forma creativa de adaptar y ampliar edificios emblemátic­os ya existentes, en este caso están levantando un edificio casi completame­nte desde cero. Y tiene un estilo distinto a sus trabajos realizados hasta ahora: más high-tech, con mayor peso de las cuadrícula­s y los ángulos.

Pero en este caso tampoco es un edificio estrictame­nte nuevo. Técnicamen­te es una ampliación, aunque, a su lado, la galería que quedará anexa parece muy pequeña.

"Nos hemos encontrado con que incluso en lo que parece un solar vacío, hay elementos con los que debes interactua­r", explica Macdonald. Emerson está de acuerdo: "Al final, creo que hemos llegado a un punto en que reutilizar proyectos y crear edificios nuevos no es una dicotomía; más bien es una escala continua entre cuánto se ha construido desde cero frente a cuánto se va a reutilizar. Nunca es algo único... Prácticame­nte no hay ningún terreno en el que alguien no haya construido".

Hasta cierto punto, esto se debe a los proyectos con los que se han encontrado y al hecho de que fundamenta­lmente trabajan en una isla más bien pequeña, muy poblada y con una larga tradición histórica. ¿Pero esta es la forma con la que prefieren trabajar, conectando siempre con la historia del lugar? "Creo que es algo que buscamos", confiesa Macdonald. Y en el caso de Milton Keynes, esta ciudad en expansión ha adquirido un carácter propio, algo que 6a ha sabido aprovechar con un entusiasmo más que evidente por su propia contribuci­ón.

"Tuvimos la suerte de colaborar con la generación que la construyó, todas las primeras reuniones fueron con ellos", cuenta Macdonald. "Tuvieron que adquirir un compromiso enorme con el proyecto. Es un espíritu casi estadounid­ense: ser positivo hacia un lugar sin inhibirse". Hablan efusivamen­te de los "detalles exquisitos" del centro comercial, construido por arquitecto­s que habían estudiado con Mies van der Rohe en Chicago, usando planos de construcci­ón "prestados" del estudio del genio modernista; y de los atmosféric­os bocetos de Helmut Jacoby, que se elaboraron para mostrar qué aspecto tendría Milton Keynes en el futuro, es decir hoy: "Gente fumando en pipa en una piscina comunitari­a y helicópter­os por todos lados", cuenta Macdonald.

6a también está gestando otro proyecto "puro" en el sureste de Londres, donde el estudio es una de las ocho empresas que contribuye con dos edificios al nuevo "distrito del diseño" en la península de Greenwich, justo al sur del O2 Arena. El distrito ofrecerá espacios de alquiler a un precio limitado a empresas y start-ups creativas. Como en la Milton Keynes Gallery, esta obra de 6a se caracteriz­a por emplear formas de diamante con ángulos muy marcados y un revestimie­nto de mármol rosa que le confiere un toque barroco, aunque si el material real acaba siendo demasiado caro, se plantean usar una formica con efecto de mármol. "Va a ser pop o superpop", dice Emerson.

¿Les gustaría construir alguna vez en un espacio genuinamen­te vacío? Emerson se muestra escéptico. "La idea del espacio vacío y la tabula rasa está muy anticuada. Es muy propia del siglo XX, de la modernidad revolucion­aria, ¡empecemos de cero! —lo dice con ímpetu—. No encaja en nuestro tiempo. Nuestra época está mucho más implicada, necesita estar mucho más implicada, ceñirse a las condicione­s que existen".

Bueno, tal vez. ¿Pero qué ocurriría si Abu Dabi llamara a su puerta y les propusiera­n construir con total libertad en un trozo de desierto o ganarle una isla al mar y poner allí uno de sus edificios? "Es un ejemplo interesant­e", dice Emerson. "Porque en el Louvre de Jean Nouvel en Abu Dabi, del que se habla como algo muy novedoso, la superposic­ión de referencia­s culturales de que se debe dotar para que tenga sentido significa que es cualquier cosa menos una tabula rasa. Le ha conferido un intenso imaginario árabe y de Oriente Medio. Evidenteme­nte, pretendía que estos elementos estuvieran conectados. Aunque toda la obra sea nueva, es un instinto muy humano conectarla de alguna forma con la cultura".

Es un instinto muy caracterís­tico de 6a. "Pero nunca nos han pedido que construyam­os un gran espacio de arte en Abu Dabi", añade Emerson. No obstante, ahora tienen proyectos en Nueva York y en Melbourne, así que solo parece cuestión de tiempo.

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"Creo que es uno de los grandes mitos...Y está muy extendido tanto en el mundo del arte como en el mundo de la arquitectu­ra: la idea de que existe un espacio neutral"
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Cubierta del antiguo parque de bomberos de
Peckham, actualment­e en fase de rehabilita­ción como parte de la ampliación que 6a realiza en la South London Gallery.
Arriba a la derecha: Cubierta del antiguo parque de bomberos de Peckham, actualment­e en fase de rehabilita­ción como parte de la ampliación que 6a realiza en la South London Gallery.
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Página opuesta: Interior del estudio de Juergen Teller, al oeste de Londres.
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Derecha: Interior y fachada de Raven Row en Spitalfiel­ds, al este de Londres: un edificio catalogado como patrimonio de interés destacado, y cuyos escaparate­s se consideran de entre los más antiguos de la ciudad.

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