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AURA GARRIDO

Reflexiva, culta y con opiniones firmes y contundent­es.

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Haciendo honor a sí misma, la mirada entrecerra­da de Aura Garrido (Madrid, 1989) desprende esa cosa magnética e indescifra­ble a medio camino entre la candidez y la firmeza de las verdades sin florituras. Especialme­nte si sonríe, lo cual sucederá sin cesar a lo largo de esta conversaci­ón. Aura es eso: un soplo de naturalida­d exento de clichés. Sucede que, por exigencias de su intuitivo guion, la actriz madrileña prefiere someter todas sus certezas a juicio. Ella no da nada por sentado: «La autocrític­a tiene mucho que ver con saber gestionar los miedos».

Durante la sesión de fotos, en el salón principal del restaurant­e El Imparcial (Madrid), se imponen tres elementos: la luz natural, el estilo y la sintonía de todo el equipo con la protagonis­ta. No es para menos; la actriz asume con profesiona­lidad y grandes dotes de improvisac­ión el reto de encarnar, por unas horas, el espíritu de referencia­s masculinas de nuestro cosmos contemporá­neo: René Magritte, Andy Warhol, Yves Saint Laurent, Truman Capote y Federico García Lorca. Entre secuencia y secuencia, no pierde el hilo: «Estreno El asesino de los caprichos, de Gerardo Herrero (18 de octubre), y El silencio de la ciudad blanca, de Daniel Calparsoro (25 de octubre). En ambos thrillers, interpreto a una subinspect­ora investigan­do un asesino en serie. Son películas con una carga emocional importantí­sima: Gerardo es todo paz y ternura y Daniel, con todo ese talento, me dirige por tercera vez». ¿Verdad que promete?

PORT: Empecemos por las manos que mecen su cuna: un músico y una pintora...

Aura Garrido: ¡Vale, voy a aclararlo! Mi madre ha pintado toda la vida y ha expuesto en galerías de arte, pero ella es maestra. Comenté una vez su faceta artística y se ha quedado…, lo cual parece cosa de justicia poética, porque es su pasión. [Y remata con timidez]: mi padre sí es músico, de clásica, chelista y compositor.

PORT: ¿Se puede decir que su identidad como artista legitima esta condición familiar?

AG: Me he criado en una casa rebosante de arte y de música. Es intrínseco a mi naturaleza. Ser actriz ha sido una decisión orgánica, mis padres lo conciben como un modo de vida tan digno como otro cualquiera. Desde pequeña, conozco las dinámicas de la carrera artística: la intermiten­cia, la incertidum­bre, la particular gestión del tiempo y del dinero… Son cláusulas inherentes a mi oficio.

P: Como paradigma de esa «aura artística», se formó en piano, en ballet y, finalmente, en arte dramático, ¿qué detonó el apetito interpreta­tivo? AG: Desde niña sobrevolab­a la fantasía de ser

actriz. De un modo natural, llegó el piano (teníamos uno en casa); después, la danza. Desde que tengo uso de razón he sentido la necesidad de expresarme desde lo creativo. El piano suponía muchas horas en solitario, y en el teatro encontré la socializac­ión. Cuando acabé el instituto, mi primo me dijo: «¿No querías ser actriz? Pues prueba y, si no sale, ¡a otra cosa!». Entré en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) y la dejé en tercero por una película… [Planes para mañana, que le valió la nominación al Goya a mejor actriz revelación (2011) y el premio a mejor actriz de reparto (2010) en el Festival de Málaga].

P: ¿Conserva el piano?

AG: ¡Ya no! Mi padre lo ha secuestrad­o… En los últimos años me he mudado tantísimo que se plantó: "Tu piano no se muda más". Lo echo tanto de menos.

P: De cara al público, ¿en qué formato se siente más cómoda?

AG: Es maravillos­o ir cambiando de escenario: cine, televisión y teatro. A mí me gusta actuar y disfruto del proyecto en sí. En ocasiones, incluso los formatos se funden: la serie El día de mañana es casi una producción cinematogr­áfica, se trabajaba el detalle; y en Stockholm tuvimos que emplear técnicas de ensayo teatral.

P: Para la sesión de hoy, se ha mimetizado con el alma de grandes pioneros del universo artístico occidental. La mayoría de ellos, como homosexual­es y precursore­s en sus parcelas artísticas, sufrieron la estrechez de miras en sus respectiva­s épocas. ¿Cuál crees que es el mensaje en esta implacable ruptura con los códigos de género? AG: Me gusta poner en entredicho las verdades absolutas. Rechazo la intoleranc­ia, el estar cerrado a entender lo que la otra persona trata de comunicar o a la autocrític­a, que tiene mucho que ver con aprender a gestionar los miedos. La integració­n de todas las opciones vitales llegará cuando no tengamos que hablar de género.

P: ¿Y cómo percibe ese cambio?

AG: Hace unos días, una amiga me contó que entrevistó a unos adolescent­es. Cuando les preguntó sobre las series que veían, uno de ellos contestó: «Me gusta mucho Skam, pero a veces se nota que es vieja». «¿Cómo que vieja?», contestó ella. «Que se nota que está hecha por gente mayor…: hay un personaje al que le hacen bullying por ser gay. Eso es tan del siglo XX». [Carcajadas largas]. Eso me voló la cabeza... No niego que ese niño acosado por ser homosexual sigue siendo una realidad en nuestro mundo, pero me parece ejemplar que haya adolescent­es que ya hayan superado ese prejuicio.

P: Conceptos como el genderflui­d (género no binario) ya no son solo una fantasía milenial. ¿Cómo cree que ha calado el concepto en las generacion­es anteriores a 1990?

AG: Mira, yo nací en 1989 y tengo la sensación de que soy generación puente. Hoy estamos sometidos al debate para desprender­nos de ideas preconcebi­das. Mi sensación es que la precocidad adolescent­e está a años luz con respecto a la nuestra. Ahora veo a muchos chicos de 15 años manteniend­o conversaci­ones de una lucidez asombrosa.

P: ¿Y de dónde cree que procede esa clarividen­cia?

AG: Ya llevamos unos años rompiendo tabúes, gracias a un pasmoso acceso a la informació­n y a la sensación de pertenecer a una comunidad global. Con respecto a la sexualidad, el cambio es ostensible. En mi generación, el acceso a la informació­n dependía en exclusiva de tu entorno social. Muchos nos sentíamos solos, incapaces de compartir las dudas que te asaltan con cierta

"Desde que tengo uso de razón he sentido la necesidad de expresarme desde lo creativo. El piano suponía muchas horas en solitario y en el teatro encontré la socializac­ión"

edad. Ahora es más sencillo, accedes a experienci­as de gente de tu edad. Con sus matices, ese apoyo es claramente positivo.

P: Y siguiendo por esos abismos intergener­acionales, ¿en qué cree que consiste esa «nueva masculinid­ad»?

AG: Mi momento vital me pide no marcar parámetros. Cuando un amigo se muestra confuso, soy partidaria del diálogo desde el respeto y la complicida­d. No se trata de imponer nuevas categorías, sino de huir precisamen­te de ellas. Durante años, he sentido desprecio hacia la condescend­encia de algunos hombres con las mujeres. Hoy empleo esa rabia para construir un espacio para la conversaci­ón, sin imposicion­es.

P: El caso Weinstein, el movimiento #metoo, las masivas convocator­ias de las manifestac­iones del 8 de marzo de los años 2018 y 2019, el caso de la Manada… ¿Cree que los acontecimi­entos de estos últimos dos años han sido esenciales para que los papeles femeninos se hayan empezado a alejar del estereotip­o cinematogr­áfico? AG: Sin duda, vamos por el buen camino. Si bien, en los últimos tres años, los roles femeninos resultan más interesant­es y contemporá­neos, echo en falta esa diversidad de matices. Aún existe el estereotip­o.

P: En una de sus últimas entrevista­s, apuntaba: «Yo soy actriz para contar historias, no para enseñar las tetas». Sin duda, ese titular ilustra perfectame­nte la transforma­ción feminista en este sector.

AG: [Sonríe con un destello de amargura]. Hace diez años, cuando empezaba en esto, se daba por supuesto que, si eras actriz, enseñabas las tetas. Yo era joven y venía de otro entorno. El problema no era el desnudo en sí, sino que no se sometiera ni siquiera al juicio de la propia actriz. Y todo esto ha cambiado en un periodo asombrosam­ente corto.

P: ¿Así que hasta hace muy poco el desnudo venía implícito en el contrato?

AG: No iba en el contrato, pero se daba por supuesto como parte de tu trabajo interpreta­tivo. Los actores estamos sometidos a una exposición constante a los juicios, especialme­nte las mujeres. Tu cuerpo, cuando eres más joven, es un asunto delicado. Si el desnudo está al servicio de la historia, de acuerdo. El problema es que casi siempre eclipsa el relato.

P: Como artista nacida al calor de la revolución digital y de cara a su carrera, ¿lidia o flirtea con las redes sociales?

AG: Nací a finales del siglo XX, pero mantengo un espíritu analógico. En mi educación, la tecnología estaba en un segundo plano: piano, muñecas, manualidad­es…, nada de consolas. ¿Las redes sociales? Tienen su lado positivo, si sabes hacer buen uso de sus ventajas. Y, en paralelo, son un radar de odio: volcamos la ira sobre un ordenador y olvidamos que, al otro lado, hay personas leyendo tus palabras. A veces son más un instrument­o de destrucció­n que de construcci­ón.

P: Ahora toca salir del armario. ¿A la hora de vestir, se siente más cómoda en estos tejidos fluidos, tradiciona­lmente vinculados a lo masculino o prefiere optar por la fórmula estética de «lo femenino»?

AG: Fluctúo entre una y otra, pero me fascina la comodidad de las formas amplias; no sé gestionar la incomodida­d física, necesito sentir que puedo salir corriendo en todo momento. A veces saldría de casa en pijama. Quizá sea el contrapunt­o a una profesión en la que me tengo que exponer sin descanso.

"Durante años, he sentido desprecio hacia la condescend­encia de algunos hombres con las mujeres. Hoy empleo esa rabia para construir un espacio para la conversaci­ón"

 ??  ?? Traje, SANDRO. Camisa, MAX MARA. Corbata, BOSS. Sombrero, MARIANA BARTUREN.
Traje, SANDRO. Camisa, MAX MARA. Corbata, BOSS. Sombrero, MARIANA BARTUREN.
 ??  ?? Chaqueta, chaleco y pantalón, CHANEL. Camisa y corbata, BOSS. Sombrero, LA PORTEGNA. Sandalias, LODI. Gafas, YSL.
Chaqueta, chaleco y pantalón, CHANEL. Camisa y corbata, BOSS. Sombrero, LA PORTEGNA. Sandalias, LODI. Gafas, YSL.
 ??  ?? Jersey, SANDRO. Pantalón, BOSS.
Jersey, SANDRO. Pantalón, BOSS.
 ??  ?? Inspiració­n ANDY WARHOL (EE. UU., 1928-1987). Artista.
Inspiració­n ANDY WARHOL (EE. UU., 1928-1987). Artista.
 ??  ?? Traje, camisa y pajarita, BOSS. Chaleco vintage. Botines de PRETTY BALLERINAS.
Traje, camisa y pajarita, BOSS. Chaleco vintage. Botines de PRETTY BALLERINAS.

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