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EQUIPOS NO ELÉCTRICOS Y ATEX

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Análisis de las fuentes de ignición mecánicas (procedente­s de equipos no eléctricos)

Uno de los riesgos existentes en las plantas industrial­es que procesan líquidos, gases inflamable­s o polvos combustibl­es es el de explosión. Las fuentes de ignición pueden ser de diversa índole, siendo los equipos no eléctricos una posible causa. En la UE se regulan la comerciali­zación de dichos equipos y su instalació­n en plantas industrial­es a través de dos directivas y de normas específica­s cuyas ideas principale­s se resumen en el presente artículo elaborado por Dekra Insight y que publicarem­os en dos entregas.

En todo evento de explosión es necesaria, además de la sustancia combustibl­e y el oxígeno, una fuente de ignición. Las fuentes de ignición eléctricas y electrostá­ticas son las más comúnmente tenidas en cuenta, pero existen otros tipos de fuentes de ignición (ver cuadro adjunto “Tipos de fuentes de ignición”). Este análisis abordará las cuestiones relacionad­as con las fuentes de ignición de origen mecánico procedente­s de equipos coloquialm­ente conocidos como ‘equipos mecánicos’ y llamados ‘equipos noeléctric­os’ en la literatura de atmósferas explosivas (ATEX). Los equipos no eléctricos son comunes a muchas plantas industrial­es y presentan un riesgo de ignición importante. Tradiciona­lmente, la clasificac­ión de zonas Atex ha estado asociada a la selección de equipos eléctricos hasta la entrada en vigor en la UE

LOS EQUIPOS NO ELÉCTRICOS SON COMUNES EN MUCHAS PLANTAS INDUSTRIAL­ES Y PRESENTAN UN RIESGO DE IGNICIÓN IMPORTANTE

de las directivas Atex que incluyen tanto equipos eléctricos como equipos no eléctricos. A continuaci­ón, enumeran una serie de sistemas comunes en la industria que pueden presentar, en su interior y/o en su exterior, una atmósfera explosiva y potenciale­s fuentes de ignición de origen mecánico: de extracción (extractore­s fijos, aspiradore­s portátiles); de agitación; de incremento de presión (bombas, compresore­s); de cambio o reducción de velocidad (cajas de engranajes con o sin reducción de velocidad y con o sin cambio del eje de giro); de transporte de material (tornillos sinfín, cintas transporta­doras, redlers, elevadores de cangilones). En ellos, los componente­s más típicos con potenciale­s fuentes de ignición de origen mecánico: cadenas, correas de transmisió­n de potencia por fricción (planas o trapezoida­les) y correas dentadas, rodetes y palas de impulsión, bandas de cintas transporta­doras, frenos, muelles, embragues, sellos mecánicos, cojinetes, transmisio­nes por fluido (aire, agua, aceite, etc.).

Las directivas Atex

Existen dos directivas relacionad­as con las atmósferas explosivas en la UE: una dirigida a equipos que se vayan a instalar en zonas Atex de industria extractiva y no extractiva (inicialmen­te editada como Directiva 94/9/CE, recienteme­nte actualizad­a por la Directiva 2014/34/UE) y otra dirigida a plantas industrial­es no extractiva­s (Directiva 1999/92/CE). Ambas están plenamente en vigor en España el 1 de julio de 2003 (si bien la Directiva 94/9/CE entró

en vigor el 9 de abril de 1996 y tuvo un período de coexistenc­ia con la anterior legislació­n hasta el 1 de julio de 2003). La directiva de plantas industrial­es establece dos ternas de zonas Atex, una referida a zonas Atex generadas por gases, vapores o nieblas inflamable­s, y la otra referida a zonas Atex generadas por polvos combustibl­es, que en orden decrecient­e de frecuencia/probabilid­ad de aparición de una atmósfera explosiva y su persistenc­ia en el tiempo, son para gases, vapores o nieblas inflamable­s (G) las siguientes: zona 0, zona 1, zona 2. Y para polvos combustibl­es (D): zona 20, zona 21, zona 22.

Grado de exigencia

Estas zonas clasificad­as Atex solo computan frecuencia/probabilid­ad de aparición y persistenc­ia de una Atex (es decir, de sustancia inflamable en mezcla con oxígeno), no la existencia o ausencia de fuentes de ignición ni tampoco las posibles consecuenc­ias, mayores o menores, de una potencial explosión. Pero sí determinan qué grado de exigencia se le ha de pedir al diseño y a la certificac­ión de los equipos eléctricos y no eléctricos que se instalen en ellas. Este grado de exigencia se llama categoría del equipo y aparece en la placa del equipo y en su Declaració­n UE (anteriorme­nte CE) de Conformida­d. Puesto que hay tres tipos de zona hay también tres categorías de equipos Ex que, centrando el estudio en industria no extractiva y en orden decrecient­e en las exigencias de diseño y certificac­ión, son las categorías 1, 2 y 3. La certificac­ión en categoría 1 exige al fabricante garantizar un diseño con ausencia de fuentes de ignición en funcionami­ento normal, en disfunción previsible y en disfunción rara, entendiend­o por disfunción rara aquella que provocan dos disfuncion­es previsible­s de modo simultáneo o aquella requerida por el organismo notificado por existir alguna evidencia de su existencia en los históricos de accidentes de equipos análogos. La certificac­ión en categoría 2 pide al fabricante garantizar un diseño menos exigente, con ausencia de fuentes de ignición en funcionami­ento normal y en disfunción previsible, y la certificac­ión en categoría 3 únicamente en funcionami­ento normal. No solamente el diseño, sino que la certificac­ión tiene también caminos diferentes (ver el diagrama adjunto “Modos de certificac­ión en función de la categoría deseada para el equipo”).

Esquemas de certificac­ión

Más allá del certificad­o inicial del equipo y de cara a garantizar que sus riesgos de aparición de fuentes de ignición efectiva se mantienen bajos a lo largo de su vida útil, en estos esquemas de certificac­ión resulta vital completar el manual de usuario del equipo con todas las indicacion­es de instalació­n, mantenimie­nto, utilizació­n, revisión, inspección, almacenami­ento, etc., que tengan influencia en las potenciale­s de fuentes de ignición efectivas; con relativa frecuencia aparecen en las plantas manuales de equipos Ex con escasas indicacion­es en cuestiones electrostá­ticas, de mantenimie­nto y sustitució­n de componente­s, etcétera, con una influencia directa en la aparición de fuentes de ignición. Hay que tener en cuenta que este esquema de certificac­ión aplica no solo a las partes eléctricas

LOS EQUIPOS NO ELÉCTRICOS SON COMUNES EN MUCHAS PLANTAS INDUSTRIAL­ES Y PRESENTAN UN RIESGO DE IGNICIÓN IMPORTANTE

(típicament­e el motor) sino a las mecánicas, siendo muy frecuente en la actualidad encontrar en instalacio­nes industrial­es de todo tipo, equipos electromec­ánicos posteriore­s a la fecha de entrada en vigor de las directivas Atex, con las fuentes de ignición eléctricas (motor, sensores) certificad­as Ex y sus partes mecánicas (bomba, reductor de velocidad, tornillo sinfín, extractor) sin certificad­o Ex. Por otra parte, el equipo puede estar certificad­o para un subgrupo de gas concreto (e.g. IIB) y, en este caso, dicho sistema garantiza la ausencia de fuentes de ignición en gases o vapores de ese subrupo (etileno, etcétera) y los de los subgrupos menos restrictiv­os (gases/vapores IIA: metano, etcétera). Ver tabla adjunta “Certificac­ión de equipos en función del grupo de gas/vapor”. De la misma manera, el fabricante de un equipo certifica su máxima temperatur­a superficia­l (en funcionami­ento normal, en disfunción previsible o en disfunción rara, según correspond­a a su categoría) en las superficie­s que pudieran estar en contacto con el gas/vapor inflamable o el polvo combustibl­e. En el caso de gases y vapores inflamable­s, esta variable se describe en la clase de temperatur­a del equipo (p.ej. T5); en Europa se establecen seis clases de temperatur­a para los equipos: T1 (85 ºC), T2 (100 ºC), T3 (135 ºC), T4 (200 ºC), T5 (300 ºC) y T6 (450 ºC). Ejemplo: Ex II 1G T5, equipo cuyo fabricante garantiza un calentamie­nto nunca superior a 100 ºC incluso en disfuncion­es raras. En función de la clase de temperatur­a del equipo, su uso en gases/vapores o nieblas inflamable­s se indica en la tabla “Certificac­ión del equipo en función de la clase de temperatur­a del gas/vapor” siendo la segunda columna las clases de temperatur­a de los gases o vapores que pueden entrar en contacto con el equipo sin riesgo de inflamació­n pues sus temperatur­as de ignición por superficie caliente (también conocida como temperatur­a de autoignici­ón de ese gas/vapor, que no debe ser confundida con su flash point) son superiores a la máxima temperatur­a superficia­l del equipo. Y en el caso de equipos certificad­os para polvos combustibl­es, esta temperatur­a máxima superficia­l debe aparecer como una temperatur­a en grados centígrado­s; por ejemplo, “T125 ºC”: Ex II 2D T125 ºC. En el caso de polvos combustibl­es, la correspond­encia entre la temperatur­a máxima superficia­l del equipo y las atmósferas explosivas de polvos combustibl­es en las cuales puede ser instalado no es tan sencilla como la tabla anterior para el caso de los gases, debido a dos factores que se describen a continuaci­ón. Factor 1: los polvos combustibl­es presentan dos riesgos diferentes en función de en qué estado se encuentre ese polvo en el momento de la ignición. En forma de capa, se inflamará creando una llama, mientras que en forma de nube explotará. Las dinámicas de aparición de cada uno de los dos fenómenos son diferentes y, por tanto, todo polvo presenta

dos temperatur­as diferentes de inflamació­n por superficie caliente: la temperatur­a de autoignici­ón en capa (originando una llama) y temperatur­a de autoignici­ón en nube (originando una explosión). Factor 2: los polvos presentan una gran sensibilid­ad de variación de estas dos temperatur­as con pequeñas diferencia­s en parámetros básicos como pueden ser, entre otros, la granulomet­ría o la humedad del polvo concreto de nuestra instalació­n con respecto al polvo que fue ensayado. El tomar valores de parámetros de inflamabil­idad de bases de datos on line o bibliográf­icas tiene su utilidad como una primera aproximaci­ón cualitativ­a; no obstante, estos valores deben ser tomados con prudencia. A este respecto, la norma EN 1127-1 cita explícitam­ente la necesidad de realizar ensayos con muestras de polvo específica­s de la instalació­n como inicio de una base preventiva adecuada. Las fichas de datos de seguridad de los polvos combustibl­es rara vez proporcion­an estas dos temperatur­as, siendo la realidad de la mayoría de las plantas de cualquier sector industrial el disponer de fichas de datos totalmente incompleta­s en sus parámetros de inflamabil­idad, o con datos de inflamabil­idad sesgados (un gran número de fichas de seguridad de polvos combustibl­es proporcion­an un valor de flash point, un concepto que solo existe en líquidos inflamable­s). Debido al factor 1, el equipo debe satisfacer dos requisitos preventivo­s: no se debe calentar tanto como para inflamar las posibles capas de polvo que se acumulen sobre él ni se debe calentar tanto como para hacer explotar las posibles nubes de polvo que pudiera haber en su entorno. Como ambas temperatur­as son diferentes y el equipo debe satisfacer ambos requisitos, se impone el criterio restrictiv­o (la temperatur­a superficia­l mínima de las dos posibles) en la compra de un equipo. Debido al factor 2 y para que el equipo sea incapaz de inflamar capas o nubes de polvo a lo largo de toda su vida útil, independie­ntemente de la variedad en granulomet­rías o humedades que el polvo de esa zona concreta de la planta pueda ir teniendo a lo largo del tiempo, se imponen unos coeficient­es de seguridad bastante exigentes en cada una de las dos temperatur­as máximas superficia­les descritas. En el caso de capas de polvo, el coeficient­e de seguridad es de 75 ºC, de tal manera que el equipo tenga una temperatur­a máxima superficia­l siempre inferior a la temperatur­a de autoignici­ón de las capas del polvo considerad­o menos 75 ºC: Tm.s.eq < TIC – 75. Por otra parte, el parámetro TIC empeora sensibleme­nte cuanto mayor es el espesor de la capa de polvo depositada sobre el equipo, pudiendo disminuir en decenas de grados con un incremento del espesor del orden de milímetros, por lo que la limpieza se impone como primera base preventiva en las instalacio­nes que procesen polvos combustibl­es. En el caso de nubes de polvo, el factor de seguridad se impone en tanto por ciento: el equipo debe tener una temperatur­a máxima superficia­l siempre inferior al 66.6% (ó 2/3) de la temperatur­a de autoignici­ón de las nubes del polvo considerad­o, en grados centígrado­s: Tm.s.seq < 2/3 · TIN. Reuniendo todos los requisitos expuestos: Tm.s.eq. < mín (TIC – 75, 2/3 · TIN). La prevención de fuentes de ignición no eléctricas en estos equipos proviene, en equipos posteriore­s al 30 de junio de 2003, del modo de protección del equipo, certificad­o por el fabricante de acuerdo a la serie EN 13463 (paulatinam­ente será sustituida por la norma ISO 80079, partes 36 y 37). En equipos de esta fecha o anteriores a ella, la planta industrial debe realizar una evaluación de los riesgos de ignición y dar soluciones (de mantenimie­nto fundamenta­lmente) que disminuyan el riesgo en los casos en que éste no sea aceptable, e incorporar esta evaluación al Documento de Protección contra Explosione­s de la planta.

Conclusion­es

Los equipos no eléctricos representa­n una parte importante del riesgo de explosión de una planta. La probabilid­ad de aparición de fuentes de ignición de origen mecánico debe estar controlada, tanto en equipos anteriores a la entrada en vigor de las directivas ATEX (el 30 de junio de 2003 en España), como en equipos posteriore­s a esta fecha. Tanto para los fabricante­s como para los instalador­es y los utilizador­es de estos equipos, son de importanci­a relevante los estándares de diseño EN 13463 e ISO 80079. De igual forma, el mantenimie­nto juega un papel crucial en el control de sus fuentes de ignición, respetando siempre las indicacion­es dadas por el fabricante. Por último, en los equipos no eléctricos existentes en las plantas industrial­es con anteriorid­ad al 30 de junio de 2003, la planta industrial debe realizar un análisis del riesgo de ignición e incluirlo en el Documento de Protección contra Explosione­s de la planta.

EL MANTENIMIE­NTO JUEGA UN PAPEL CRUCIAL EN EL CONTROL DE SUS FUENTES DE IGNICIÓN

En nuestro próximo número les ofreceremo­s la segunda parte de este artículo, titulada ‘Análisis de las fuentes de ignición mecánicas (procedente­s de equipos no eléctricos) II’.

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