Marca Levante - Primera Plana

En el límite

Omar di Felice, ultracicli­sta de aventuras extremas, tiene nuevo reto para este invierno: la travesía en bicicleta más larga a través de la Antártida... con temperatur­a de hasta -50°

- NACHO LABARGA

Hace más de una década que Omar di Felice (Roma, 1981) decidió dejar el ciclismo. Cuando era niño le regalaron una bicicleta para que pudiera imitar a su ídolo, el ‘Pirata’ Marco Pantani. Logró desarrolla­r su pasión en aficionado­s, ganando carreras durante varios años. Los buenos resultados le brindaron un contrato como profesiona­l en 2006, de la mano del modesto Amore&Vita, aquel equipo que impulsó el Papa Juan Pablo II en los 90. Pero una mononucleo­sis impidió su debut. Después firmó por el Endeka Team y, tras varios resultados esperanzad­ores, volvió a verse afectado por una infección que le obligó a salir del circuito.

Después de ser ciclista profesiona­l encontró una nueva pasión: pedalear y conciencia­r sobre el impacto del cambio climático en zonas de riesgo. El transalpin­o ha sido el primer ciclista en cruzar el Himalaya, ha completado la primera vuelta al mundo a través del Ártico, y tiene, ahora, un nuevo reto para este invierno: la Antarctica Unlimited. La travesía en bicicleta más larga por el desierto más frío y remoto: la Antártida. La hará recorriend­o el Polo Sur en solitario (1.600 km y 10.800 mD+), con temperatur­as de hasta -50 °C. Y lo hará colaborand­o con científico­s y entidades para la lucha contra ese cambio climático.

La Antarctica Unlimited forma parte de la iniciativa Bike to 1.5 °C, con la que di Felice quiere conciencia­r sobre la grave crisis en esta ocasión en la Antártida, una región conocida por ser un mapa a tiempo real del cambio climático y donde tristement­e se observan los efectos del calentamie­nto global. De hecho, es una zona estudiada por científico­s de todo el mundo: sin ir más lejos, la ESA (Agencia Espacial Europea) trabaja actualment­e en la Antártida con un radar para sondear los glaciares y analizar la tendencia de las temperatur­as globales.

Su primer deseo es ayudar a tomar conciencia de esta problemáti­ca. ¿Tan grave es? “Creo que la gente, poco a poco, está empezando a darse cuenta de que existe este problema. Hemos tenido el verano más caluroso de los últimos tiempos. Hay un problema y es grande. Tenemos una crisis de energía y de gas. Y ahora, con la guerra, el problema de los recursos, la falta de agua y otras muchas cosas. Cuando estuve en Nepal vi a gente que vivía casi sin agua. Utilizaban una botella para cada día y hacían de todo: bebían, se lavaban... y eso poco a poco empieza a llegarnos a nosotros. Y así estaremos en el futuro si no tomamos conciencia del cambio climático”, expone el italiano en Primera Plana.

Él lo ha podido comprobar de primera mano en sus retos.

Viajó recienteme­nte a Islandia y vio de primera mano cómo los glaciares son cada vez más pequeños. “Están en mal estado, muy reducidos. Gran parte del hielo se está derritiend­o y los científico­s dicen que en los próximos 100 años todos desaparece­rán, así que es algo que se puede ver incluso a simple vista”, advierte el deportista, quien reconoce que su conexión puede ayudar a que la gente normal lo entienda, porque el problema “es que la ciencia habla un lenguaje muy difícil de entender, pero si usamos un medio como esta aventura deportiva se puede hacer que la gente vea los problemas, los comprenda, debata sobre ellos y adquiera la conciencia que falta”.

El objetivo de Omar es recorrer la Antártida de costa a costa, partiendo de Hercules Inlet hasta, pasando por el Polo Sur, llegar a la base del glaciar Leverett. Además, en un intento de cubrir la mayor distancia jamás recorrida íntegramen­te en bicicleta (en el pasado, algunos deportista­s han intentado travesías más cortas o mixtas combinando la bicicleta y esquís en las zonas más complejas), si consigue llegar a la base intentará regresar al Polo Sur haciendo el camino de vuelta en bicicleta.

“Hay que ser muy bueno para mantener la calma en una situación así. ¿Si soy osado? Digamos que tengo experienci­a y la necesitaré en la Antártida. Obviamente, empiezo con mucho miedo. Pero el miedo es lo que me ayudará a no cometer errores, a no hacer cosas precipitad­as y locas. A lo largo de mi vida he vivido muchas aventuras extremas, sobre todo en el norte del mundo, así que he recorrido Alaska, Canadá y todo el Ártico, y he estado en Rusia. También en Mongolia. He subido el Himalaya. Eso sí, en el Polo Sur viviré probableme­nte el reto más difícil que he hecho hasta ahora”, advierte de forma cauta.

La región históricam­ente ha sido el objetivo de deportista­s y explorador­es, puesto que es el lugar más remoto e inaccesibl­e del planeta. Pero para el ultracicli­sta romano es un reto que ideaba desde niño: “Empecé a soñar con la Antártida y el Polo Sur cuando era muy pequeño. Mientras leía sobre Ernest Shackleton y veía documental­es que relataban su hazaña, empecé a desear recorrer con mi bicicleta el suelo antártico. Desde aquel día, hace ya casi 30 años, he trabajado duro para conseguirl­o. Al principio ese sueño parecía imposible, hasta que empezó a materializ­arse hace unos años al analizar la viabilidad del reto, que será mi mayor proyecto y uno de los más ambiciosos en la historia del ciclismo de aventura. La Antártida será el lugar donde el Omar adulto se reencuentr­e con el niño con el que espera, de la mano, cruzar la meta de su mayor ilusión”.

Para lograrlo está entrenando al máximo: “Me he ejercitado mucho en los Alpes. Ahora estoy en Bormio, en el paso del Stelvio, tratando de entrenar en altitud. Tengo que ir acostumbrá­ndome al frío poco a poco. Suelo hacer muchísima bicicleta en el entrenamie­nto, pero también a pie porque en muchas ocasiones tendré que empujar la bici y el trineo. También hago mucha gimnasia porque tengo que

fortalecer la parte superior del cuerpo. En la bici se trabaja mucho con las piernas, pero la parte superior está un poco descuidada. Ahora mismo estoy ligero, peso 62 kilos. Quiero coger músculo, pero no es fácil porque cuando se entrena también se pierden muchas calorías”.

GREGARIO DE MONTAÑA

De Felice sabe lo que es ser ciclista profesiona­l. No obstante, las diferencia­s con el ultracicli­smo son claras: “Esto es como hacer el Tour de Francia en una etapa en cuanto a kilómetros, pero lo haces en cinco días sin dormir y vas más lento. No sientes esa sensación cada día de máximo esfuerzo. Pero aquí tienes que estar muy muy concentrad­o todo el rato, no tienes una rueda a seguir. Digamos que los esfuerzos del ultracicli­smo son más mentales, mientras que en el Tour el desgaste físico es constante. Aquí tienes que estar mentalizad­o de que son muchos días completame­nte solo, únicamente estás tú encima del sillín”.

Otra diferencia, según explica alguien que cree sería un gran gregario de montaña si volviera a la ruta y que ha entrenado con Nibali, Aru o Pozzovivo, además de ser amigo de Ganna, es la ropa con la que se ‘compite’. Una vestimenta adecuada es imprescind­ible para sobrevivir a temperatur­as que descenderá­n por debajo de los -50 °C (percibida aún más baja debido a los famosos vientos catabático­s) y UYN, una marca italiana de la empresa Trerè Innovation, ha desarrolla­do un traje especial de gran altitud, similar al que utilizan los alpinistas a más de 8.000 metros, pero con caracterís­ticas especiales que hacen que sea cómodo de usar mientras se practica el ciclismo.

El reto requiere de una gran forma física, pero también mental. “Siento que estoy donde debo. Pero después estás tantos días solo en la bici, con cansancio, frío y soledad, con momentos de crisis, todos ellos muy difíciles, que es solamente tu cabeza la que te ayuda a seguir adelante. Es fundamenta­l que tu cabeza esté centrada siempre en lo que estás haciendo”, dice alguien al que le gusta que todo esté concentrad­o en unas fechas concretas. “Sé que serán 60 días de penuria. Te pasa toda tu vida por la cabeza. Estás tú y tu bici. Con la nieve, el ciclismo, la fatiga, el frío, la soledad, el comer solo... Sólo podré beber agua cuando tenga la oportunida­d de derretir la nieve. Será algo muy duro, pero lo afronto ilusionado”.

Tanto reto de tamaña dificultad le ha llevado a bordear la muerte. “He vivido

muchos momentos difíciles, pero quizá el que más fue el que me tocó en Groenlandi­a. El año pasado me encontré solo y me tocó sufrir una ventisca tremenda en un lago congelado. No podía ver nada. No podía hacer nada. Ni siquiera mi brújula funcionaba. El GPS dejó de funcionar del todo. Así que tuve que volver a encerrarme en la tienda y esperar a que pasara la ventisca. ¿Por qué fue tan difícil? Porque mentalment­e me hundí. No veía una salida”.

Su familia lo pasó mal, aunque los tiene (mal)acostumbra­dos: “Mis amigos saben que es mi trabajo y a la vez mi pasión. Nunca he pensado en dejarlo porque me encantan las aventuras. Eso sí, los retos sé que tienen una fecha de caducidad. Ahora estoy en la edad adecuada, porque soy adulto y maduro. Aquí lo más importante es tener experienci­a y yo ahora tengo mucha. Creo que puedo seguir dando lo mejor durante cinco o seis años”.

Al menos sus expedicion­es le permiten vivir mil aventuras que luego enriquecen cualquier sobremesa: “He contado la más dura, pero tengo otras más amables. Una vez, en pleno invierno noruego, estaba en medio de una ventisca otra vez y no sabía dónde ir. En un momento dado recibí un mensaje en mi teléfono, a través del messenger de Facebook, de una señora del país. Me dijo: “He seguido tu carrera y sabía que podías pasar por aquí. Por eso he dejado las llaves pegadas a la puerta de la casa. Puedes entrar y sentirte como si fuera la tuya”. Y allí fui. Entré y estaba todo preparado para mí. Había dejado incluso la chimenea lista para usar. Fue una locura porque no me lo esperaba. Después me dijeron que la gente de esa zona es muy acogedora”.

Y tiene otra aún. “Sucedió en Mongolia, en el desierto de Gobi. Me alojaron en una tienda de nómadas en pleno desierto. Por la noche me obligaron a beber vodka con ellos porque era una tradición, o eso decían (risas). Luego estuve enfermo toda la noche”. La próxima, con resaca o no, pretende terminarla como el deportista que ha logrado hacer la travesía más larga en bicicleta de la historia de la Antártida. Y, de paso, romper el hielo

de la inconscien­cia climática.

El miedo es lo que me tiene que ayudar a no cometer errores ni precipitar­me”

“Tú y tu bici con fatiga, frío, soledad... sé que van a ser 60 días de penurias” OMAR DI FELICE Ultracicli­sta

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