SANT JORDI 2018
Por fin ha llegado, un año más, el Día del Libro y parece que, afortunadamente, no lloverá. Hay ganas de pasear, disfrutar de los libros y las rosas, acercarnos a nuestros autores y aprovechar el descuento libresco.
Me preparo, ilusionada; es el día más difícil del año a la hora de vestirse, pues haces muchos kilómetros a pie, y puedes pasar del bochorno al fresquito en cuestión de segundos. Así que prescindo de la faja (hoy se impone la comodidad) y me decido por un pantalón claro, una sahariana y unas deportivas resistentes. Arreglá pero con un toque sport-bohochic-running-style, ya me entienden.
Al inicio de Rambla Catalunya, con las primeras casetas, me topo con una radiante Llúcia Ramis, que se hinchará a firmar, y con Eduardo Mendoza (arrasarán los selfies de señoras junto a él: cuánta lagartona suelta), junto a su fiel Elena Ramírez. Más abajo, el colaborador de Qué Leer, José Miguel Parra, doctor en Historia Antigua y que sabe mucho de ídem, firma libros en la caseta de la Fundació Jordi Clos… al lado de Jordi Clos, otro señor de Barcelona que nos ha dotado de un estupendo museo egipcio, colecciona arte y también escribe libros sobre la espectacular civilización de los faraones.
Sigo caminando y me topo con la caseta de Ático de los Libros, donde la editora Claudia Casanova está, como siempre, al pie del cañón. No sé de dónde saca tiempo esta mujer para leer, editar y, encima, traducir y escribir sus propias novelas históricas. Una crack.
Fernando Aramburu, Javier Marías y Mo- derna de pueblo tienen unas colas increíbles. Martí Gironell y Antoni Bassas lo petan en catalán. Leticia Dolera tiene cola mayoritariamente femenina. Albert Boadella monta su chiringuito tabarniario en un catamarán del puerto, rodeado de periodistas y personal de seguridad. Cuentan que casi hizo de psicólogo de gente que le contaba sus desavenencias/ experiencias o lo que fuera con el procés. El portugués José Eduardo Agualusa, autor de la magnífica Teoría general del olvido, declara a La Vanguardia que lo vivido es la fiesta del libro más importante que he conocido en mi vida y tengo ya cincuenta y siete . El británico Philip Pullman se declara también gratamente sorprendido y suspira por exportar esta celebración a otras ciudades. Federico Moccia lleva ya una década sin perderse ningún año.
Lo mejor del día para esta humilde plumilla fue saludar a la catedrática en clásicas de Cambridge Mary Beard, que firma acompañada de Laura Gamundi, su ángel de la guarda de Crítica. Beard es la mujer que se enfrentó a tuiteros machistas que la insultaban por su edad y cuestionaban su sapiencia del mundo romano. Le cuento que he iniciado un club de lectura con señoras de mi edad y que su ensayo Mujeres y poder fue el primero que leímos y debatimos. Es su segundo Sant Jordi y hubiera dado media vida para llevármela de tapas y charlar con ella ante un par de pintas. Tiene aspecto de ser una mujer sabia y cachonda.
Hay muchísimas paradas de libros infantiles, libros esotéricos, de autoayuda, de frikis y chiringuitos de partidos políticos. Qué pesa- dez, ¿no podrían dejar las casetas en un día dedicado solo a los libros y las rosas? En la librería Gigamesh, especializada en fantasía y ciencia ficción, hay tal cola que desisto de entrar. La editorial Renacimiento, que hace unas ediciones exquisitas, ha montado parada por primera vez y están encantados con el ambiente. La ciudad está inundada de flores y las rosas amarillas conviven tranquilamente con las rojas. Las panaderías exhiben panes cuatribarrados con sobrasada y muchísimos estudiantes venden rosas, pines, broches, anillos, pendientes y gadgets varios con rosas y dragones para financiarse el viaje de fin de curso.
Betina Pons está al día de todo y me descubre un rinconcito del Eixample para reponerme del sofoco mañanero y tomarme un vermú. Casi ha llegado la hora de comer y qué ilusión me hace volver a Penguin Random House, mi antigua casa.
En la sede de la editorial han montado un photo call para las celebridades y estoy a punto de instalarme en él para salir en el mayor número de fotos posible, cuando unos brazos amigos me detienen: es la editora Laura Álvarez, que a pesar del cansancio de estar toda la mañana acompañando a Xevi Verdaguer no ha perdido el sentido común y me impide quedar en evidencia.
Saludo con ilusión a excompañeros —y aún amigos—, y veo a autores como Ian Gibson (promete novedades pronto sobre los restos de Lorca), Juanjo Millás, Miriam Hatibi, Juan Francisco Ferrándiz (su novela La tierra maldita será el cuarto más vendido en ficción),
Sergio del Molino, Laura Fernández, Belén Gopegui y Patricio Pron. Me cuentan que Miquel Iceta (también ha venido) es encantador y que Laura Escanes y Risto Mejide son mucho más guapos al natural que en la tele; le mando un chapeau a ella, que ha tenido la valentía de contar en su libro una agresión sexual sufrida por una expareja, tema que —por desgracia—, está de rabiosa actualidad. Sandra Barneda le recuerda al doctor Eduard Estivill cuán amablemente la atendió para una entrevista cuando ella era aún una anónima periodista. Ibáñez no para de firmar álbumes para los más pequeños y los hermanos Roca hablan de gastronomía.
Los editores como Núria Tey, Claudio López Lamadrid, Juan Díaz, Miguel Aguilar, Gemma Xiol, David Trías, Pilar Reyes o María Fasce ejercen de anfitriones.
Comparto mantel con los colegas Víctor Fernández y Sra., Álvaro Colomer, Juan Oliva, Sergi Dòria y Antonio Lozano.
Las incombustibles jefas de prensa y marketing de los distintos sellos son las artífices de que firmas y saraos sean posibles: Yolanda Cortés, Irene Pérez, Eva Cuenca, Leticia Rodero, Carlota del Amo, Melca Pérez, Marta Martí… bueno, y los señores como Gerardo Marín y Alfonso Monteserín. Entre plato y plato (es buffet libre, la mejor fórmula para ponerme como el Kico), me quedo anodada al toparme con un señor altísimo: es Raphael Minder, corresponsal de The New York Times en España, autor de un libro sobre Cataluña (no traducido al español), al que le caen chuzos por ambos bandos.
A la hora de comer, alucino con Juan Soto Ivars, que se está labrando una sólida carrera como escritor y periodista sin ningún padrino en el mundo editorial, lo cual me parece doblemente meritorio, incluido el riesgo que siempre comporta aparecer en televisión.
Le ahorraré al lector la merendola con que me obsequié por la tarde y salto (literariamente) al Dry Martini, a última hora de la tarde. Es la fiesta de El Mundo, presidida por Francisco Rosell y Àlex Sàlmon, director de El Mundo Catalunya. Hago malabares para picar alguna exquisitez, pero como los camareros son más altos que yo, me quedo con hambre. Es una fiesta ecléctica y divertida, donde puedes hacerte una foto con políticos como Ada Colau, Gerado Pisarello, Jaume Collboni o Leyre Pajín.
Francisco Narla y Penélope Acero, de Edhasa, llegan tardísimo porque él es ganador del Premio de Narrativas Históricas y no ha parado de firmar (creo que ya va por la tercera o cuarta edición), mientras Daniel Fernández les espera pacientemente para ir a cenar; Claudia Cucchiarato, de Salamandra, está a punto de ser mamá de un nuevo bambino; Javier Aparicio cuenta cosas interesantes (como siempre) y entre canapés pululaban Laia Vives, de Duomo, Elisabet G. Iborra, Sergio y Leticia Vila-Sanjuán, Marina Garcés, Najhat el Hachmi, Carme Riera, Manuel Vilas…
Estoy para el arrastre, pero no me perdería por nada del mundo la fiesta de Planeta, así que voy a dar con mis huesos a la sala B de Luz de Gas. Los pastelillos ya no me quedan lejanos (están en la barra, a mi altura), así que me desquito con calma. María Dueñas, muy elegante, celebra el exitazo de ser la más vendida en ficción, rodeada de su gente de prensa; me alucina cuando veo a Fernando Aramburu marcándose un dancing, pero ay, a la que me acerco, está claro que tengo que volver urgentemente al oculista; Víctor Amela baila muy acaramelado con su chica; Boris Izaguirre sigue la táctica Preysler y aparece tarde; Nahir Gutiérrez, de Seix Barral, Lola Gulias y mi Laura Franch, de Planeta, están agotadas pero contentas; Xavier Gafarot me regala tickets consumición y aprovecho para darle la brasa; me topo con Ricard Ruiz, que se lanza a la pista y como no quiero ser menos, le sigo. El ambiente es muy animado. Emili Rosales y Sergi Álvarez se marcan unos tímidos pasos; le hago ojillos a Adam Martín, pero debe de ser un tío legal porque no me hace ni caso. De todas maneras, ya les adelanto que no teníamos futuro: él es un gurú de la alimentación sana y en su justa cantidad, ejem. Y como ya está claro que no será mi gran noche, no le digo ni mu al guapísimo César Brandon, ganador del concurso de televisión Got Talent, cuyo poemario es el número uno en no ficción. Ay, con lo bonito que sería que me leyera sus poemas a la luz de las velas.
Recojo mis bártulos: un pastelillo se ha estrellado en mi gabardina. Me arrastro hasta un taxi, creo que he dado luz a un juanete. Y tarareo La vida sigue igual… Hasta el año próximo, querido Sant Jordi. Sigues siendo digno de celebrar aunque las princesas ya sepamos defendernos solitas de los dragones.