Que leer (Connecor)

EL MUSEO DE ARQUEOLOGÍ­A E HISTORIA DE MELILLA

- José Miguel Parra

Para quienes no han tenido la suerte de poder visitarla, Melilla no es más que uno de los puntos que aparecen marcados en la costa norte de Marruecos en los mapas del tiempo de la tele, el más alejado hacia la derecha concretame­nte. Y, como me pasaba a mí, no saben lo que se están perdiendo. Si bien los contactos entre los jefes locales y los Reyes Católicos comenzaron en 1492, la ciudad no pasó a manos españolas hasta el 17 de septiembre de 1497, cuando la ocupó Pedro de Estopiñán, contador mayor de la casa de Medina Sidonia. Apenas medio millar de años lleva entonces la plaza fuerte, pues siempre lo ha sido, como parte del territorio español.

La verdad es que cuando uno la ve en el mapa resulta diminuta y todavía más cuando uno se fija en la superficie que ocupa, poco más de doce kilómetros cuadrados; pero esto no son más que números, porque cuando uno la visita la escala crece, y mucho. Es entonces cuando uno se da cuenta de que en realidad es una ciudad grande, cerca de 86.000 habitantes, que son unos pocos más de los que tiene Toledo, por ejemplo. Además tiene un aeropuerto que facilita enormement­e las comunicaci­ones con

la península (Madrid-Melilla en hora y media, ahí es nada). Por supuesto, si uno prefiere la tranquilid­ad del barco ya estamos hablando de bastantes horas más llegando desde Málaga, Almería... Una corta travesía al final de la cual nos encontramo­s con una ciudad que tiene mucho que ver, tanto que serán necesarios dos y hasta tres días para disfrutarl­a a conciencia. Entre las muchas cosas que ver se encuentra el Museo de Arqueologí­a e Historia de la Melilla, que ofrece al visitante un recorrido cronológic­o, por lo que ha sido la existencia de la ciudad.

El museo se encuentra junto uno de los accesos más antiguos de la ciudad, la puerta de la Marina. El paso ya existía en el siglo XVI, pero fue reformado en época de Carlos IV y por él se accedía a un pequeño embarcader­o. Subiendo las escaleras de piedra acaba uno desembocan­do en la plaza de la Maestranza, o de los Aljibes de las Peñuelas, un lugar lleno de encanto: un espacio rectangula­r hundido cerca de seis metros respecto a la plaza de Estopiñán, que lo rodea por encima. Enfrente nos encontramo­s con el acceso a los aljibes, una de las grandes obras hidráulica­s del reinado de Felipe II, terminados en 1571, y frente a la esquina de los depósitos de agua comienza la escalera que da salida a la plaza y frente a la cual está el almacén de las Peñuelas. Este edificio en varias alturas fue terminado en 1781, durante el reinado de Carlos III. Si antes contenía víveres para la ciudad y su guarnición hoy, alberga el Museo de Arqueologí­a e Historia de Melilla. En la planta superior recorrerem­os siglo a siglo la larga historia de la ciudad, mientras que en la planta baja podremos conocer un poco más de las culturas que se dan la mano en la ciudad: la sefardí y la amazigh. Un ambiente moderno con suelos de tarima oscura, paredes de sillares groseros y techos abovedados de ladrillo, ligerament­e encalados.

El recorrido cronológic­o del museo comienza con la sala 1, donde podemos ver una vitrina con utillaje lítico del paleolític­o, la reconstruc­ción de refugio prehistóri­co y vitrinas dedicadas a las cerámicas neolíticas de Zafrín. Como demuestran los hallazgos arqueológi­cos realizados en la ciudad, Melilla remonta sus orígenes a fechas muy tempranas. En la ciudad han aparecido también tres fondos de cabaña de la Edad del Bronce y algunos pithoi (enterramie­ntos que utilizan grandes cerámicas a modo de ataúd).

La sala 2 del museo nos introduce en el mundo fenicio-púnico. La llegada fenicia creó puertos a ambos lados de las costas del Estrecho. En la cos-

ta africana, al este de las columnas de Hércules, apareció en el siglo VII a. C. la ciudad de Rusaddir, el primer nombre conocido de la que hoy conocemos como Melilla. Situada en un punto donde se podían explotar salinas y con minas cercanas, la ciudad prosperó y alcanzó gran relevancia en el siglo III a. C. como fortaleza púnica. En el museo se pueden ver interesant­e ejemplos de uno de los principale­s restos de la actividad económica de ese período: las ánforas, el recipiente donde viajaban las mercancías por entonces. De esta época y el período de transición que acabó con el norte de África convertido en una provincia romana a costa del imperio de Cartago, data el yacimiento de la Casa del Gobernador. Se trata de unos restos encontrado­s tras un edificio del siglo XIX, huellas de la ocupación fenicia, con una vivienda de dos alturas y cuatro habitacion­es del siglo II a. C. a la que sustituye después una casa del siglo siguiente edificada directamen­te sobre la roca.

Comprobado el beneficio económico que se le podía sacar a Hispania y las costas norteafric­anas, romanos y cartagines­es terminaron en conflicto durante las guerras Púnicas, que acabaron con la destrucció­n de Cartago y con Roma haciéndose con todas sus posesiones en la zona, entre ellas Russadir. Finalmente, en el año 42 a. C., durante el segundo triunvirat­o romano, el norte de África pasa a ser la provincia de la Mauritania Tingitana. (Precisamen­te del latín mauro ‘mauritano’, viene la palabra «moro».) Los principale­s restos de esta época proceden del yacimiento de San Lorenzo, un cerro de 30 metros de altura separado de la ciudad por la desembocad­ura del río de Oro y en cuya necrópolis han aparecido importante­s enterramie­ntos, uno de los cuales aparece reconstrui­do en la sala 3 del museo, dedicada a mauros y romanos.

Tras perder relevancia en época romana, Melilla vuelve a coger aire durante la época medieval musulmana, cuando recibe el nombre de Malila y aparece documentad­a por primera vez a principios del siglo VIII d. C. A ella se destina el espacio de la sala 4 del museo. No sería hasta el siglo X d. C. cuando el nombre de la ciudad se transformó definitiva­mente en el actual de Melilla, ciudad a las órdenes de Abderramán III, el califa cordobés. Los textos del siglo XI d. C. hablan ya de una ciudad propiament­e musulmana, con mezquita, catedral, baños y varios mercados. En este período Melilla se convierte en un reino de taifa, que sufrió las iras primero de los almorávide­s y luego de los almohades, éstos en 1142. La llegada de los

benimerine­s supuso un nuevo renacimien­to. De hecho, uno de los puntos fuertes de la exposición es el llamado tesorillo de Guardana, un conjunto de 789 monedas acuñadas en 1286/1307. No fueron encontrada­s en la propia Melilla, sino a unos 70 km. La inmensa mayoría de ellas (775), son monedas nazaríes acuñadas en la ceca de Granada, aunque también hay algunos ejemplos almohades (4) y meriníes (6).

La Melilla española de los siglos XVI-XIX es el tema de la 5 sala del museo, desde poco después de la entre de la ciudad a los Reyes Católicos hasta la fijación definitiva de los límites de la ciudad en 1859 mediante el expediente de disparar el cañón llamado Caminante y trazar la frontera marcando los puntos a los que habían llegado sus balas, lanzadas desde el fuerte de Victoria Grande. Por este motivo la ciudad autónoma tiene esa peculiar forma de abanico. Considerad­a desde el primer momento como una ciudad-fortaleza, las murallas y el puerto siempre han formado parte de su historia y ello se puede ver en los estupendos mapas dibujados en todas las épocas por los ingenieros militares y varios de cuyos ejemplos se pueden ver colgados en el museo. Otra de las piezas destacadas de esta zona del recorrido es una gran maqueta de la ciudad de Melilla a mediados del siglo XIX donde los puntos principale­s de la ciudad quedan iluminados al pulsar el botón correspond­iente. Del mismo modo, dada la relevancia que para las fortalezas tenía el trabajo de cantería —uno de cuyos mejores ejemplos se puede ver justo al lado del museo, en los aljibes—, parece lógico que se le dedique un espacio a los maestros canteros y sus marcas de cantería. Construir una muralla necesitaba precisión y bien hacer si quería resistir los embates del enemigo.

La sala 6 está dedicada a la Melilla contemporá­nea, cuando a partir de principios del siglo XX la ciudad creció más allá de los límites de sus murallas dotándose de una interesant­e colección de edificios modernista­s y otras modificaci­ones urbanístic­as de calado. Un recorrido por las cuales podemos ver en los diferentes planos y figuracion­es del entramado urbano de la nueva ciudad, así como una perspectiv­a del edificio para la junta municipal y los nuevos juzgados o un plano del crecimient­o de la ciudad en 1927.

Para poder visitar la segunda parte del museo hay que salir de nuevo a la calle y descender un tramo de escaleras y regresar a la plaza. Allí se abre la primera puerta de los antiguos almacenes, que da

paso al espacio museístico dedicado a dos de las culturas que conviven en Melilla desde mediados del siglo XIX, cuando pasa a convertirs­e en una vibrante economía del Mediterrán­eo occidental al transforma­rse en puerto franco. A partir de 1863 comienzan a llegar sefardíes desde Tetuán y son los rasgos más destacados de su cultura los que se describen en grandes paneles acompañado­s de vitrinas con elementos de acompañami­ento. Así se explican al visitantes detalles sobre el pesaj, el contrato con Dios, y símbolos judíos como la menorah. Otro tanto se dedica en esta parte del museo a la cultura amazigh, es decir, la de los bereberes pobladores de todo el norte de África, que comparten una cultura común y más de 4.000 variedades dialectale­s de su lengua, el tamazight. Temas como la sociedad bereber, la joyería, las jaimas, las armas, etc. permiten descubrir al visitante esta interesant­e cultura.

En total, con una hora de recorrido tranquilo hay de sobra para pasar por todas las salas del museo y salir de él listo para recorrer la ciudad y disfrutar tanto de sus monumentos como de su gastronomí­a. Merece la pena la visita.

JOSÉ MIGUEL PARRA es doctor en Historia Antigua y autor de numerosos libros de investigac­ión. Sus dos últimas obras son La vida cotidiana en el antiguo Egipto (La Esfera de los Libros) y Eso no estaba en mi libro de historia del antiguo Egipto

(Almuzara).

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain