LOS EDITORES SALVAJES
El sello editorial Errata Naturae ha sido uno de los más activos en la difusión de la nature writing en nuestro país. Su colección Libros salvajes se amplía ahora con una nueva línea dedicada a la ficción, que empieza recuperando Dalva (2018), pieza importante en la narrativa del norteamericano Jim Harrison, al que muchos recordarán por la popular ficción adaptada al cine Leyendas de pasión (Ediciones B, 1997). Dalva –una novela en la que, como bien afirma su editor, Rubén Hernández, «la naturaleza se muestra como si fuera un personaje más»– narra el regreso de una mujer de cuarenta y cinco años al viejo rancho familiar de Nebraska; un retorno que sirve al escritor para confrontar la experiencia vital de su protagonista con la historia de Norteamérica, de la Guerra Civil a la de Vietnam.
Libros salvajes empezó en 2016, tomando como motivo de inspiración una frase de Thoreau, que es también el título de uno de los libros del catálogo de Errata Naturae: «Todo lo bueno es libre y salvaje». La intención era editar a una serie de autores poco conocidos en España, cuyas obras, con frecuencia crónicas en primera persona de sus propias experiencias, ofrecían una decidida visión ecológica y manifestaban también una voluntad activista, que conecta la defensa de la naturaleza con el discurso político.
Pero la colección supuso además, para sus editores, una importante transformación personal. Con el tiempo, Hernández y su pareja, la también editora del sello Emilia Lope, sintieron la necesidad de pasar de la «teoría» a la «práctica», de «asumir en primera persona los conceptos que defendemos desde los libros que editamos». Por ello, decidieron ir a vivir a una aislada casa de campo situada entre Cáceres y Ávila, con la intención de poder criar a su hija en un entorno natural, pero manteniendo en funcionamiento la sede de la editorial en Madrid. La personal experiencia thoureauiana de estos jóvenes editores sin duda daría para un libro de la colección, pero, como el mismo Hernández nos confiesa con buen humor, de momento no han encontrado el tiempo ni para planteárselo. Entre sus actividades diarias actuales se alterna la edición o la contratación de textos con cortar leña o recoger cerezas; labores de campo que continúan aprendiendo día a día. La instalación de placas solares en la casa, y de una antena para poder asegurarse la comunicación telefónica y la conexión a Internet, les ha permitido continuar trabajando, desde este entorno natural, en su ya consolidado proyecto editorial. El espíritu de Thoreau sigue, pues, más vivo que nunca.