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CUARENTA VELAS PARA GÁRGORIS Y HABIDIS

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HABLAMOS DE UNO DE LOS ENSAYOS

MÁS SINGULARES DE LA TRANSICIÓN,

QUIZÁ EL ÚNICO QUE PERMANECE VIVO

CUARENTA AÑOS DESPUÉS. ¿DE QUIÉN

SE PUEDE DECIR ALGO SEMEJANTE?

A la manera del Ingenioso Hidalgo y su escudero, los dos legendario­s reyes tartésicos siguen cabalgando tal como salieron de la pluma de Fernando Sánchez-Dragó hace cuarenta años. Gárgoris y Habidis, una historia mágica de España, suma a esta efeméride su 75.ª edición y viene de celebrarlo con un Encuentro Eleusino en la Sierra de Madrid, de vuelta al Jardín de las Hespérides.

Hablamos de uno de los ensayos más singulares de la Transición, quizá el único que permanece vivo cuarenta años después. ¿De quién puede decir algo semejante? Pese al aura heterodoxa que nimba a su autor, Gárgoris entra en el anaquel de los clásicos.

De pronto, en una España donde todo estaba en convulsión, surge una obra enciclopéd­ica de título gongorino, de lenguaje cervantino y de osadías quevedesca­s, que nos invita a zambullirn­os en nuestros mitos ancestrale­s. Lo hace a la manera de Pauwels y Bergier en El retorno de los brujos, también a la de Menéndez Pelayo y Unamuno. Su hilo de Ariadna son las teorías de Jung. Su leit motiv, un tema aparenteme­nte delirante: España como principio y fin, como axis mundi. Contra todo pronóstico, la obra se convierte en un fenómeno sociológic­o. Manuel Cerezales eleva a este entonces novísimo autor al rango de patriarca de las letras españolas —en virtud de un solo libro que es su ópera prima—. Joaquín Garrigues entona el mea culpa de la progresía. Areilza lo compara con El Quijote y con En busca del tiempo perdido.

Como Hijos de Gárgoris y Habidis fuimos bautizados quienes acudimos a celebrar su inmortalid­ad en la residencia Lucas Olazábal. Conocida la etiología del encuentro, a nadie sorprendió que abriera el umbral de lo esotérico el gran visir del espionaje español, Félix Sanz —el rostro visible del CNI—. Siguió un cipotudo debate entre Jorge Bustos y Dragó, al día siguiente otro con Javier Sierra y Jesús Callejo, y veinte más de los desayunos a las cenas. Serafín Fanjul desmitific­aba la visión romántica de Al-Ándalus, María Elvira Roca la Europa de los nacionalis­mos rampantes. Si Callejo nos invitó a un paseo primaveral por los ritos de fertilidad en las Españas, quien suscribe estas líneas se animó a desanudar los nueve nudos del Dragón que culebrea cual kundalini por el espinazo de este libro, la Rama Dorada de Iberia.

En la convocator­ia, Javier Redondo —factótum del encuentro—, definió la obra de Dragó como una tentativa de alcanzar la totalidad. Ese deseo simultánea­mente místico y transgreso­r de coronar el omnia ab uno et unum in omnia, selló un nuevo capítulo allá donde la lluvia dejaba ver las estrellas.

Cuarenta años después, la constelaci­ón de Gárgoris y Habidis sigue interpelán­donos, mientras se cuaja de nuevos misterios. Y de luces nuevas.

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De izquierda a derecha: Álvaro Bermejo, Fernando Sánchez-Dragó, Jesús Callejo y Javier Sierra.

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