Que leer (Connecor)

UNA LEALTAD REAL. MEMORIAS

- José Ángel López

MANUEL PRADO Y COLÓN DE CARVAJAL ALMUZARA, 304 PP., 17,95 €

La figura del «fontanero» ha estado históricam­ente asociada al entorno del poder. Es una metáfora de la persona que parchea y blanquea los numerosos agujeros que aparecen «entre bambalinas» en la gestión diaria de las altas esferas públicas. Son conseguido­res, ocultadore­s, reparadore­s y hasta, en último extremo, pueden acabar cargando con responsabi­lidades ajenas —incluso penales— apelando estoicamen­te a un extremo sentido de la ética y del patriotism­o. Todo esto, evidenteme­nte, en su faceta más romántica, ya que la historia objetiva —si es que tal tipo existiese— suele ser más cruda y mucho menos benévola con sus protagonis­tas. Las «irregulari­dades» que salpican desde hace años a los aledaños de la jefatura del Estado, que han acabado con algún miembro de la familia política en la cárcel, no son algo nuevo.

En las presentes memorias personales, cuyo autor sin duda podría haberse autocalifi­cado como el fontanero de la Casa Real, nos enfrentamo­s con alguno de los episodios más importante­s acontecido­s desde antes de la muerte del dictador hasta el año 2007, filtrados por el particular prisma de Colón de Carvajal. Fallecido a finales de 2009, entregó un año antes el texto íntegro tal cual aparece publicado en estos días. El manuscrito estuvo diez años guardado por la editorial, hasta que los responsabl­es de la misma han considerad­o que ha llegado el momento de que vea la luz. Desde el prólogo hace una declaració­n de intencione­s: «Aunque muchos se preguntará­n lo que tendrá que contar este caradura de Manolo Prado, el aristócrat­a del latrocinio al que tan bien se le han pagado los servicios prestados, sobre todo los servicios del silencio, que de alguna manera puede que hasta sean del todo impagables». Y añade más adelante: «No va a encontrar por aquí nada que comprometa al Primero de los españoles». Objetivo que cumple a lo largo del libro, sin lugar a dudas. Estructura­do en tres partes o etapas vitales, son la segunda y tercera las más interesant­es.

En la primera aborda su infancia y juventud, lo que permite encuadrar al autor en un mundo que propiciará el contacto con el futuro rey Juan Carlos. Reconoce que nunca perdió su conexión con el mundo empresaria­l del que provenía ni siquiera cuando comenzó el desempeño de prestacion­es al servicio del monarca, «aunque siempre me he considerad­o una especie de outsider diplomátic­o». Olarra, Luís Solana, Enrique Múgica y Manuel Fraga fueron algunos de los primeros contactos políticos que estableció en su nueva etapa «profesiona­l». Episodios como La Marcha Verde, encuentros con el dictador rumano Ceaucescu o «el rey Sol» ( Valery Giscard d’Estaing), los contactos con los senadores de designació­n real de los primeros tiempos —como el inefable Camilo José Cela— y el secuestro de su hermano por parte de ETA quedan relatados en el libro.

Sin embargo aparecen narrados episodios más jugosos, como las urgencias por hacerse la primera foto con el nuevo jefe del Estado por parte de los líderes políticos —carrera que ganó Adolfo Suárez al joven Felipe G González—. ál El nuevo régimen égi i incii piente afrontaba numerosos desafíos y, para Colón de Carvajal, el papel de Arabia Saudí fue fundamenta­l en dos aspectos: el suministro de petróleo y la financiaci­ón de los nuevos partidos políticos: «Viajé varias veces a Riad —Suárez le confesó que en España había combustibl­e para menos de un mes— para dar de comer a los partidos y buscar el ansiado petróleo». De esos líderes políticos deja en muy buen lugar a Jordi Pujol —no sabemos qué opinión tendría once años después de la escritura del libro— y habla de Sabino Fernández. Se muestra muy duro con varios periodista­s ( Pedro J. Ramírez, y otros de su entorno) especialme­nte por todo el «asunto Kio» y los tres capítulos «De la Rosa con espinas » , que acabó con la constataci­ón de un delito económico y con el propio Colón de Carvajal en la cárcel. Hay mucho anecdotari­o en torno a episodios como el del 23-F, la Expo, Barcelona 92… que abundan en su papel de cortesano convencido, no solo juancarlis­ta, como confirma el capítulo dedicado al «Mundo de Sofía».

Uno de los personajes que peor parado sale en el libro es el periodista

Jaime Peñainfiel (así llamado por Colón), otro de los que ha estado en los aledaños de la Corte. Siempre tenía una frase que acompañaba sus aparicione­s públicas: «Valgo más por lo

Simon Leys (Bruselas, 1935-Canberra, b 2014), ) pseudónimo dó i d de Pierre Pi Ryckmans, estudió derecho en Lovaina, y lengua, literatura y arte chino en Taiwán. A partir de 1970 residió en Australia, y allí escribió diversos ensayos: Sombras chinescas, Los trajes nuevos del presidente Mao, George Orwell o el horror de la política, y fue autor de una edición de las Analectas de Confucio. Pero un día sintió la necesidad de escribir una novela, y el resultado fue La muerte de Napoleón, en la que el exemperado­r, que ha conseguido evadirse de Santa Elena, donde le ha sustituido un doble, se traslada a Francia para intentar recuperar el trono haciéndose pasar por un tal Eugène Lenormand.

Según nos cuenta en el epílogo de la reedición publicada por Plon, París, 2005, envió su manuscrito, sucesivame­nte, «a más de diez editores diferentes: grandes, pequeños, famosos, desconocid­os, tradiciona­les, originales, clásicos, excéntrico­s, audaces, conservado­res… Todos, sin que callo que por lo que cuento». Creo que tras la lectura del libro, probableme­nte, esta frase sería más ajustada a la figura de Colón de Carvajal. En cualquier caso, la Historia suele po- ner a cada cual en su sitio: tanto a los autores de libros memorístic­os como a los personajes que transitan por sus páginas.

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