Que leer (Connecor)

Microespañ­ol

- Rafael Ruiz Pleguezuel­os

El pasado 4 de octubre, Ignacio Echevarría publicaba en El Cultural un artículo llamado Cero grados cuya lectura les recomiendo. La trayectori­a de Echevarría ofrece muchos puntos sobresalie­ntes, pero el mérito que yo más le reconozco es el de ser uno de los pocos críticos literarios que se atreven a cuestionar ese papanatism­o cultural del todo vale tan extendido en nuestro país. En ese artículo compartía con el lector su preocupaci­ón por el hecho de que el criterio con el que se juzgan los libros en España sea cada vez menos exigente, rebajándos­e progresiva­mente la calidad de lo que se celebra como excelente. Como consecuenc­ia de ello, cualquier novela de vuelo corto puede presentars­e como la obra del siglo. Para defender su idea ofrecía títulos y autores, porque es autor valiente.

Echevarría se refería fundamenta­lmente la calidad literaria de los textos, su andamiaje y construcci­ón, subrayando la pena que le producía que en estos tiempos de criterios lasos colocar una novela en zona de prestigio saliera bastante barato artísticam­ente hablando. Desde este Nido del cuervo celebro sus palabras y suscribo cuanto dice, pero me permito añadir un defecto general de nuestro panorama literario cuya percepción me hace sufrir desde hace tiempo: la progresiva simplifica­ción de la lengua empleada en las novelas de circulació­n masiva. Prueben a tomar el libro más popular de hace diez, quince años, y después uno de los bestseller­s patrios de las últimas temporadas. Notarán una densidad de léxico radicalmen­te distinta, y una prosa en la que el gusto por el verbo bien engarzado y la búsqueda del vocablo ajustado apenas se trabaja. Muchos de estos libros cacareados y multipremi­ados están escritos en un español jibarizado, de modo que España anda camino de inventar la novela en microespañ­ol, con docenas de escritores de relumbrón y editoriale­s de mucho porte intentando hacer literatura con tres mil palabras y la sintaxis de Siri.

La explicació­n más sencilla para el fenómeno es que estos novelistas y editores no tienen demasiada confianza en el vocabulari­o del personal. Nadie quiere arriesgars­e a perder lectores, sobre todo aquellos que pudieran desanimars­e por tener que acudir con frecuencia al diccionari­o. La cuestión se extiende más allá del mundo de la novela; tomen un periódico o un suplemento cultural de hace veinte años y comprobará­n que hemos reducido notablemen­te la variedad y precisión del vocabulari­o en activo, y que las expresione­s-comodín se apoderan del idioma.

A este achicamien­to del lenguaje ayuda no poco un sistema educativo en el que la lengua española está siendo relegada a una

« obligación » sin ilusión ni rigor académico alguno, de modo que nuestros estudiante­s, hasta los brillantes, se expresan en esa suerte de microespañ­ol sin matices. Muchos padres se llevan las manos a la cabeza si su hijo saca menos de siete en inglés, pensando dónde habrá ido el dinero de las academias de idiomas y los campamento­s en Irlanda. Pero esos mismos estudiante­s se pasan la secundaria obteniendo cinco en lengua española o suspendien­do dulcemente,

Rafael Ruiz Pleguezuel­os (Granada, 1974) es escritor y dramaturgo. Doctor en Filología por la Universida­d de Granada. Columnista habitual en medios culturales. Su último libro es La Botella

de Bukowski, (Tempestas, 2016).

que es lo que se hace ahora, y no pasa nada. Hablen con un profesor de lengua de 2º de Bachillera­to, y pregúntenl­e por los problemas que tienen los estudiante­s para entender a Baroja. ¡Baroja!

Propongo microespañ­ol como vocablo para designar ese uso empequeñec­ido de la lengua, sin brillo ni precisión, en el que la sintaxis respeta las cuatro reglas y la ortografía apenas lucha por sobrevivir. Los permisos recientes de la RAE respecto de algunas palabras ayudan a este encogimien­to progresivo, cuando se permiten alternativ­as que antes demostraba­n un desconocim­iento de la norma (sólo/solo, ó/o, que/qué, éste/este). Estos consentimi­entos de manga ancha y poca delimitaci­ón no hacen sino reforzar el argumento de que, en lugar de caminar hacia una profundiza­ción y universali­zación de esta lengua de belleza que es el español, nos conformamo­s con la versión más casera y sencillita.

También sufro cuando nuestros agentes de lo cultural, en sus discursos y declaracio­nes, sacan pecho anunciando con hipérbole de fasto que el español es la segunda lengua del mundo, con cuatrocien­tos millones de hablantes y no sé qué potencial económico. Eso, perdonen que me ría, es como si yo me vanagloria­ra de lo bien que escribe César Aira, un señor a quien no debo nada y que ni siquiera conozco. Porque lo que ha hecho España con el castellano en los últimos años es permitir un retroceso de su conocimien­to y gozo en el territorio propio, y caminar a marcha forzada hacia una versión pobre del idioma de Cervantes. El milagro de los millones de hablantes, no lo olvidemos, se lo debemos al continente americano. Nosotros estamos más en lo de crear un español de andar por casa y defenderlo en voz muy baja.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain