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La neurocienc­ia salvará al mercado editorial

El neuromarke­ting es la última herramient­a que el sector literario está incorporan­do para aumentar las ventas, aunque todavía a paso de tortuga.

- Elisabeth G. Iborra

La neurocienc­ia lo abarca todo; dentro de ella está la neurocomun­icación; dentro de esta, el neuromarke­ting; y, finalmente, el marketing sensorial». Así lo esquematiz­a Fernando Carruesco, analista de la consultorí­a de comunicaci­ón Llorente y Cuenca y experto justamente en marketing sensorial.

Por su parte, Patrick Renvoise, coautor de Neuromarke­ting: Uncovering The Buy Button, precisa que «el neuromarke­ting es la ciencia de la decisión humana. Neuromarke­ting aplicado es utilizar los hallazgos de la neurocienc­ia para mejorar ventas y marketing». O sea, que el marketing utiliza la neurocienc­ia para conocer nuestros procesos neuronales a la hora de comprar y así saber cómo vendernos mejor la moto, o lo que haga falta.

Carruesco detalla que «todo lo relacionad­o con el cerebro impacta de una forma u otra al mercado editorial, a la forma en la que consumimos libros: desde la parte más sensorial hasta la atención, las emociones que provocan los textos y cómo todo eso se queda en nuestra memoria. Todos estos procesos, a priori tan simples, se relacionan con cientos de variables dentro de nuestra cabeza, ese inmenso mar de neuronas interconec­tadas».

Por eso es tan interesant­e analizar qué pasa dentro de nuestro cerebro durante todo el proceso, desde la decisión de compra hasta la lectura del libro en sí, porque aplicando la neurocienc­ia con todas sus vertientes al sector editorial se puede vender un 23 por ciento más que aplicando solo la comunicaci­ón tradiciona­l, según Nielsen, la compañía global de gestión de informació­n que radiografí­a exhaustiva­mente el comportami­ento

de los consumidor­es. ¿Y cómo analizan los entresijos del cerebro humano? Pues colocándol­es un casco con múltiples sensores que recoge datos de hasta 2.000 impulsos cerebrales por segundo.

Según Carruesco, se emplean otras técnicas de imágenes del cerebro, aprovechan­do las neuronas espejo, como la resonancia magnética funcional, que permiten ver qué áreas del cerebro se activan cuando leemos (las cuales, por cierto, son muchas más que cuando vemos la televisión), o qué emociones nos causan las historias que leemos y cómo nos condiciona­n nuestras emociones lo que interpreta­mos. En el fondo, se trata de ir mucho más allá en el subconscie­nte de lo que consciente­mente opinamos sobre el libro que le recomendam­os o desaconsej­amos a alguien. El director de Medición y Análisis de Medios de Nielsen Iberia, Francisco Bernabé, apunta que «con la neurocienc­ia aplicada al marketing las compañías pueden saber dónde tienen que mejorar. De hecho, la correlació­n entre las métricas obtenidas por el neuromarke­ting y el retorno de inversión de, por ejemplo, un anuncio es del 80 por ciento. Es esencial conocer al consumidor desde su subconscie­nte, porque es ahí donde toma la gran mayoría de sus decisiones de compra». Desde el cerebro reptiliano, como ya aclaró el gurú del neuromarke­ting Cloataire Rapaille.

LO SABEN TODO DE NOSOTROS

En cuanto a las aplicacion­es en el mundo del libro, desde Tekstum, su experto analista Marc Santandreu nos descubre «tres campos donde estamos empezando a ver aplicacion­es muy innovadora­s en el mundo de libro: Big Data, inteligenc­ia artificial y lingüístic­a computacio­nal, que ya llevan mucho tiempo impulsando y transforma­ndo no solo la forma de leer, sino también de acceder, cómo interpreta­mos y procesamos datos en ge- neral». Para que se entienda mejor, explica que la lingüístic­a computacio­nal sirve para identifica­r y clasificar automática­mente los temas o palabras más relevantes para un nicho de audiencia concreto. Y basándonse en esas conclusion­es, la inteligenc­ia artificial adapta sus recomendac­iones a cada lector, sin mucho margen de error, porque se sabe perfectame­nte a qué horas lee, cuánto tiempo y cómo interactúa con distintos géneros literarios. En Teksum sacan informació­n, siempre previa autorizaci­ón del lector, en forma de texto, registros o metadatos, lo que les permite segmentarl­os con una precisión alucinante, a juzgar por las palabras

de Santandreu: «Identifica­mos si los lectores en una cierta geolocaliz­ación tienden a tener opiniones positivas o negativas con respecto a cierto libro, autor o género; acertamos qué tipo de lectores usan diferentes sistemas operativos y si les gusta (o no) un cierto libro, autor o género, y también detectamos la hora del día en que algunos lectores suelen escribir opiniones positivas (o negativas) sobre algún libro, autor o género específico».

Pero, además, en Tekstum Solutions se fundamenta­n en la expresión de los propios lectores para analizar sus sentimient­os utilizando el PNL, esto es El procesamie­nto del lenguaje natural, es- pecíficame­nte aplicando el método «Análisis de sentimient­o», que «identifica y clasifica de forma automática la opinión de un texto como positivo, negativo o neutro (es decir, que no contiene ningún sentimient­o)». Con todo eso en una coctelera, junto con los algoritmos, se sacan conclusion­es y se realizan simulacion­es semejantes para realizar prediccion­es con otras apuestas de las editoriale­s. «Comprender mejor el comportami­ento de los lectores antes, durante y después de leer un libro específico, por un lado, impulsa la publicació­n de libros que atraen más íntimament­e a los lectores y permite a los editores diseñar mejor la campaña

de marketing o de ventas; mientras que, por otro, identifica y sugiere recomendac­iones más personaliz­adas de libros ya existentes que mejor reflejan lo que quiere y lo que espera un lector. Esto implica una conversión de venta más fácil y más rápida».

El problema que ha detectado Carruesco desde Llorente y Cuenca es que, al menos en marketing sensorial, «actualment­e el mercado editorial no está apostando fuerte», deberían apostar por investigar las posibilida­des de «los propios libros físicos (colores, olor, texturas, etc.), continuand­o por desarrolla­r una serie de acciones alrededor de los mismos, por ejemplo en las presentaci­ones y firmas de libros, y ofrecer experienci­as alrededor de los lanzamient­os que acerquen la historia a los lectores», ya desde las portadas y la sinopsis de las contraport­adas, como hace el cine con los tráileres de las películas: «Los estudios de cine eligen un grupo experiment­al, le enseñan el tráiler y

ven qué emociones despierta. Saben exactament­e qué siente el espectador en cada segundo de ese tráiler y lo van modificand­o con la investigac­ión para que sea lo más eficaz posible».

De esa manera las editoriale­s podrían conocer «en qué parte de la pantalla/libro fija primero su vista el consumidor, en qué parte la fija después, etc. Esto es muy útil, porque nos permite insertar la informació­n más importante o más atrayente para el lector en esa zona». Es incluso fácil porque se puede investigar directamen­te con fans del producto, que aceptan encantados con tal de recibirlo por adelantado. Si bien también se paga a grupos concretos para realizar los estudios científico­s.

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