CÓMO ACABAR CON LA CONTRACULTURA. UNA HISTORIA SUBTERRÁNEA DE ESPAÑA
JORDI COSTA TAURUS, 336 PP., 20,90 €
La nostalgia es un arma de doble filo para el artista. Por un lado, impulsa la energía de lo vivido y, por otro, nos sitúa frente a un espejo impaciente e implacable. A su vez, para el crítico cultural, la nostalgia es un campo extensísimo de análisis, un porqué bifurcado en diversas realidades; futuros que han llegado y lo señalan todo.
Con su guiño woodylliano, Cómo acabar con la Contracultura se esfuerza por historiar con brújula metódica los acontecimientos, obras de arte y artistas que surgieron en un periodo muy reciente y prontamente mitificado (ocurre con todo, no es una excepción) del que muchos en esta hora continúan viviendo desde diferentes posiciones.
Hay quien lo fue todo en ese momento y luego decidió desaparecer; hay quien no supo ser nada más y se conforma; hay quien ya no es nada de aquello, pero cree seguir siéndolo; hay quienes lo alaban, lo rechazan, lo magnifican o lo infravaloran. Se trata, como vemos, de voluntades. Lo que sobrevive al conjunto de protagonistas son, sin duda, las obras de arte.
Quizás lo que ha contaminado el paisaje, llegados a este lado del siglo, es el discurso laxo, incoherente, partidista, distorsionado, con el que cada cual ha decidido sobrellevar la carga de aquella juventud. Una juventud, no obstante, hipercreativa y desbordante. En la narración de Costa se echa en falta la retranca de una entrega anterior, Vida mostrenca, pero seguramente ahora no tocaba o el cometido le exigía otro tono.
Lo cierto es que a unos ojos como los míos, el libro ofreció artistas, obras de arte y episodios que desconocía, lo que originó descubrimientos y nuevas búsquedas interesantes. Unos ojos coetáneos a los de Costa tendrán otras cosas que decir y matizar. Es tiempo de hacerlo, mejor ahora que nunca.
Sí resulta necesario complementar la lectura de este ensayo/crónica con títulos cercanos que exploran el reloj de la contracultura, y cuyo diálogo secreto cartografía con mejor precisión el mapa correspondiente. Hablamos de las memorias de Nazario, La vida cotidiana del dibujante underground y Sevilla y la Casita de las Pirañas, El mono del desencanto. Una crítica cultural de la transición española (1973-1993) de Teresa M. Vilarós y Culpables por la literatura. Imaginación política y contracultura en la Transición española (1968-1986), de Germán Labrador Méndez.
El caos también se ordena, tarea necesaria a la hora de precisar lo acontecido y analizarlo, aunque se corra el riesgo de institucionalizarlo y desprenderlo de su naturaleza espontánea y viva. Cabría plantear que fosilizar la contracultura es darla por muerta, cabría plantear también que quizás su latido nonato es el que le insufla su carácter. Con todo, más allá de reivindicaciones y desencantos —pues ambos extremos conviven en toda crónica sentimental— me quedo con la mirada de Eduardo Benavente y sus luminarias ojerosas que confirman a Rilke: «Todo ángel es terrible».