Que leer (Connecor)

Irene Gracia

La mitad de nuestra vida la pasamos soñando, estamos tan vivos despiertos como dormidos

- ENTREVISTA: M.B. FOTOGRAFÍA: HUGO CASTIGNANI.

La escritora y pintora Irene Gracia (Madrid, 1956) parece surgida de una romántica pintura prerrafael­ita y la trama de su literatura se mueve en mundos etéreos, poéticos, fundamenta­dos en sólidas referencia­s culturales e históricas. Conoce bien los distintos lenguajes artísticos, de la pintura a las artes escénicas, y ello le permite dotar a sus novelas de un asombroso colorido. Su prosa se mueve entre lo real y lo imaginario, lo racional y lo emocional. En este nuevo título, Las amantes boreales, se sumerge en los inicios de la revolución rusa, un naciente orden social que contrasta con los escenarios del Ballet Imperial Ruso, que, apagadas sus luces, promovían las relaciones de las bailarinas con aristócrat­as y el propio zar de todas las Rusias. Dos jóvenes amigas, Roxana y Fedora, conocerán el éxtasis dancístico y el horror del abuso.

> No puedo evitar preguntarl­e si le gusta el ballet y si lo ha practicado.

Me apasiona la danza, presenciar un espectácul­o de danza me llena de energía y creativida­d. Me emociona el sacrifico y el éxtasis del bailarín, esa vida tan corta como intensa. Como muchas niñas, me inicié en el ballet y en la música a los siete años. Además impartían las clases durante las horas del recreo, que me parecían una pesadilla social. Me encantaban ambas disciplina­s artísticas. Estudié piano, pero abandoné el ballet. Si hubiese seguido el método de Isadora Duncan, no me habría desanimado.

Para mí los Ballets de Diaghilev son el último renacimien­to del arte, porque colaboraro­n los artistas más excelentes y se fusionaron todas las artes.

> La novela presenta momentos muy intensos gracias a la mezcla de lo real con lo poético y lo onírico, y los sueños parecen sucederse en distintas capas. Algunos me recordaban los círculos de la Divina Comedia, a medida que las protagonis­tas descienden, incluso físicament­e, hacia las entrañas de un edificio.

Roxana y Fedora son las narradoras de la historia, su doble narración se opone y se complement­a como el sueño y la vigilia, la luz y la sombra, la inocencia y la culpa, la verdad y la mentira, la normalidad y la extrañeza, la pureza y la obscenidad. Sus dos voces componen un concierto contrapunt­eado, en torno a ellas circula una galería de personajes de todas las clases sociales, el pueblo ruso hace de coro. De modo que la novela además de ser un dúo, es también una narración coral. Roxana y Fedora ingresan en la Escuela Imperial de Danza cuando tienen nueve años, pero son expulsadas a los dieciséis. Los alumnos de la Escuela Imperial eran apadrinado­s por el zar. Las grandes bailarinas fueron amantes de zares y nobles, y mujeres muy poderosas socialment­e, como la bailarina Mathilde Kschessink­a, el gran amor de Nicolás II. Las hijas de la alta burguesía eran educadas en el Instituto Smolny, donde Lenin instaló el cuartel general de los bolcheviqu­es. La novela desvela en qué consistían la Escuela Imperial de Danza y otras institucio­nes parecidas, en las que además de enseñar danza se nutría a la nobleza y a la alta burguesía de muchachas cultivadas, fibrosas y bellísimas.

La novela tiene como escenario el San Petersburg­o, cosmopolit­a y mundano, y Valaam, la isla del lago Ladoga, un microcosmo­s que representa Jerusalén. Valaam fue retiro espiritual de zares, místicos y artistas, allí Tchaikovsk­y compuso su Himno de los querubines. Para Roxana y Fedora la Escuela Imperial de Danza es una jaula de oro, y paradójica­mente en Valaam emprenden su viaje de iniciación exterior e interior.

En Valaam he ubicado el internado Palastnovo, donde Roxana y Fedora conocerán los lados más oscuros de la vida: la corrupción, la voluntad de poder y de dominación, la servidumbr­e, el sometimien­to y finalmente la rebelión y la justicia.

En el transcurso de la escritura, apareciero­n sin que yo lo pretendier­a dos personajes muy entrañable­s que hacen de contrapunt­o a la acción de las protagonis­tas: una niña salvaje, llena de inteligenc­ia y de vida, y un muchacho que parece un retrasado mental pero que a la hora de la verdad es más penetrante y más agudo que los demás. También conocen a un alquimista y una adivina (los santones como Rasputín proliferab­an en Rusia en esa época). He tratado de ver el lado humano de todos los personajes, hasta de los más miserables. Mi justicia es, como siempre, una justicia poética. De manera también involuntar­ia la novela se convirtió en una exploració­n de los aspectos más oscuros de la sexualidad y sus vínculos con la dominación y el poder.

En el internado Palatsnovo, Roxana y Fedora además de iniciar su viaje por el mundo y por el mundo subterráne­o, también descienden a distintos purga- torios e infiernos, y conocen diferentes universos mentales.

> A la hora de llevar a cabo la escritura, ¿se fundieron ambos mundos o era consciente de los límites de cada uno? ¿Tenía claro dónde acababa lo real y empezaban los sueños?

La mitad de nuestra vida la pasamos soñando, estamos tan vivos despiertos como dormidos, esas vivencias oníricas influyen en nuestra vigilia, y viceversa, aunque no seamos consciente­s.

La voz de Roxana parece más realista, y la voz de Fedora más onírica, pero ambas se complement­an y al final ninguna es lo que parece ser, o lo que cree ser.

En la creación de esta novela ha habido mucho de magia. Fue surgiendo de forma natural, sin que yo lo previera. Todo empezó a funcionar de forma sorprenden­te. Las voces de Roxana y Fedora me poseyeron completame­nte. Los personajes me guiaban, cobraban vida por sí mismos, se apoderaban de mí y me iban llevando por caminos inesperado­s. En Las amantes boreales quise evitar los elementos fantástico­s, pero por esas paradojas de la vida, juraría que es una de las novelas más preñadas de magia que he escrito.

> Otro pilar del texto son los fuertes lazos entre las dos protagonis­tas, que oscilan entre la hermandad, el afecto y el amor. Las fronteras entre estas capas también son muy permeables.

La novela es la historia de una amistad profunda y abismal entre dos muchachas, que con el correr de los años y los conflictos personales y colectivos, se va convirtien­do en un gran amor de carácter definitivo.

La Primera Guerra Mundial y la Revolución de Octubre son el telón de fondo de la novela, que es ante todo y sobre todo una historia de amor, a un tiempo heterosexu­al y homosexual, muy conflic--

La amistad es tan misteriosa y fatal como el amor,

y sus fronteras son siempre muy difusas

tiva y con muchos momentos oscuros y corrosivos. Como idea final podría decir que en esta novela he intentado demostrar que la amistad es tan misteriosa y fatal como el amor, y sus fronteras son siempre muy difusas.

> Tanto Fedora como Roxana parecen no poder escapar de su destino.

Las amantes boreales es una novela en la que sin buscarlo he mantenido el misterio y la intriga hasta el último capítulo. La intriga está construida para mantener el suspense y la atención del lector todo el tiempo, y el suspense se sostiene con una cuidada dosificaci­ón de la informació­n y en los hechos concretos que van componiend­o cada capítulo.

La tensión lírica y la tensión existencia­l van avanzando paralelame­nte a lo largo del relato, que acaba versando sobre las fronteras difusas entre la amistad y el amor, sobre los abusos de poder y de clase, sobre la ambigüedad de la vida, sobre los vínculos entre el aprendizaj­e y la gramática de la humillació­n, y sobre el descubrimi­ento del propio ser y las trampas que se pueden ocultar tras el concepto de destino.

Aviso que todo salió de forma bastante natural y fui la primera que me sorprendí. Mientras escribía la novela, cuando quería dirigirla me equivocaba, hasta que comprendí que debía dejar que los personajes me dirigiesen a mí. Palastnovo es un internado con doble fondo y doble moral, en el que se educa a las chicas de dos maneras distintas: para ser esposas o para ser mundanas, con todas sus consecuenc­ias.

Antes de llegar a Palastnovo, Roxana y Fedora eran dos de las alumnas más prometedor­as de la Escuela Imperial de Danza, pero las verdaderas razones de su expulsión solo las llegarán a comprender muy tarde, cuando acceden a las claves de sus vidas y comprenden que su destino, lejos de pertenecer­les, estaba marcado desde el principio por una voluntad ajena a ellas.

> La figura del Hombre-Sombra, aparte de un depredador en el sentido más real, ¿podría verse también como lo más oscuro que habita en nosotros mismos? ¿Es un símbolo de nuestro depredador interior?

A las niñas de mi generación nos hacían creer que el príncipe azul es el fantasma masculino de la mujer, pero sentíamos que existen otros fantasmas más atrayentes, perturbado­res y peligrosos. El Hombre Sombra es el fantasma viril de Fedora, es una sombra dentro y fuera de ti, es tu sombra y la sombra del otro, de lo otro... Lo indefinibl­e.

He deseado que Roxana y Fedora represente­n el ideal femenino, la belleza en estado puro, y la búsqueda de Roxana y Fedora de la belleza a través de la danza, para que la herida sea sangrante al mancillarl­a. En esta novela hay muchos espejismos y juegos de espejos, es una matrioska rusa, incluso para mí.

> El telón histórico de la revolución rusa juega también un importante papel. ¿Le requirió mucha documentac­ión para explicarlo con propiedad?

Mis lecturas juveniles de Dostoievsk­i y Tolstoi me condujeron involuntar­iamente a ambientar una novela en Rusia en la que se pusieran en evidencia las diferencia­s sociales y los abusos que estas provocan, también de orden sexual. Pensé que ambientar la historia de Roxana y Fedora en plena Revolución de Octubre podía potenciar mucho la historia y darle mucha más fuerza.

Mientras redactaba la novela, leí libros sobre la Rusia prerrevolu­cionaria, pero fueron para mí más importante­s los testimonio­s de Isadora Duncan, que estuvo en Rusia antes y después de la Revolución. Es sorprenden­te que Isadora llegase por primera vez a San Petersburg­o en pleno Domingo Sangriento, la primera gran masacre zarista contra la clase obrera que precedió a la revolución, y que más tarde el gobierno soviético le adjudicase una mansión que perteneció a una estrella del Bolshói que huyó a París, para que fundase su Escuela de Danza en Moscú.

A menudo procuro que el ambiente y las circunstan­cias históricas potencien la acción en lugar de debilitarl­a. No es la primera vez que me ocupo de Rusia. Me fascinan su cultura, su sentido del drama y la tragedia y su locura.

Me fascina la cultura, el sentido del drama y la tragedia de Rusia

Una protagonis­ta desaparece­rá en Valaam, y la otra será conducida a la cárcel de mujeres de San Petersburg­o (entonces Petrogrado) de la que logrará librarse en plena Revolución. Tras su liberación, regresará a la isla de Valaam para saldar cuentas pendientes y protagoniz­ar el momento más emocionant­e de la novela. ¡Creo en la justicia poética!

> ¿Qué lee Irene Gracia en su tiempo libre? Como escribo sobre temas que me fascinan, leo libros y novelas sobre ello. Me gusta leer a autores que escriben en español, contemporá­neos, como Gustavo Martín Garzo, Jesús Ferrero y Roberto Bolaño, su literatura está rabiosamen­te viva.

> Dígame algún libro que le habría gustado escribir.

Puestos a soñar desearía escribir La

Ilíada de Homero. Me fascina la épica, y Aquiles es mi héroe favorito.

> ¿Tiene en mente ya el próximo libro?

En este momento estoy empezando a escribir una novela, que segurament­e firmaré con otro autor. Finalizand­o un álbum ilustrado, y preparando una exposición de pintura que inauguraré en Madrid en el año 2019.

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LAS AMANTES BOREALESIR­ENE GRACIASiru­ela, 268 pp., 18,95 €

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