Que leer (Connecor)

THE END OF THE FUCKING WORLD

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CHARLES FORSMAN

SAPRISTI, 178 PP., TRADUCCIÓN DE REGINA LÓPEZ MUÑOZ, 15,90 €

No llegué a esta novela gráfica porque me gustara la serie de televisión basada en él; más bien al contrario: casi me pierdo este estupendo cómic porque no conecté con la serie. La comencé animado por la recomendac­ión de un amigo y, en honor a la verdad, la abandoné al tercer o cuarto capítulo, frustrado y con sensación de haber perdido el tiempo. Me gustó el descaro de Jessica Barden, la actriz que interpreta el papel de Alyssa, y esa estética de película indie; pero el actor que interpreta a James, Alex Lawther, me resultó insufrible e inverosími­l en ese papel, y el argumento demasiado forzado, inconsiste­nte, no me de que nos caigan simpáticos o que conectemos con ellos, ni siquiera que los entendamos: esta es una historia perturbado­ra, el viaje a ninguna parte de dos adolescent­es que descubren un mundo amenazante e imprevisib­le, de secretos que erizan el vello, y donde pronto entienden que solo pueden contar el uno con el otro.

James y Alyssa tienen diecisiete años, van al mismo instituto y no tienen amigos: o, al menos, eso intuimos, ya que nos los presentan solos. Él vive con su padre, patina y mata pequeños animales; ella vive con su madre y el novio ligero de manos (se sugiere) de esta y a veces se siente como «una referencia­s temporales, casas y cabinas bi t telefónica­s l fó i en mitad it d d de l la nada, vías de tren que se pierden en el horizonte; América como un no-lugar, como un lienzo sucio, un espejo de feria que devuelve una imagen deformada.

La inclemenci­a y aspereza de la historia resulta aún más inquietant­e debido al dibujo delicado de Forsman, de trazos mínimos y cinemático­s, que recuerda mucho al de los Peanuts de Charles M. Schulz. Y, al igual que sucede en las aventuras de Charlie Brow y sus amigos, los adultos de The end of the fucking world son seres ininteligi­bles; uno de los hallazgos de este tebeo es lo bien que captura el desconcier­to de la adolescenc­ia, esa época en la que debes descifrar quién eres, de dónde vienes y adónde puedes llegar.

Aunque, en mi opinión, el gran mérito de Forsman es cómo emplea la elipsis, de forma que destila la informació­n que nos llega casi como si contara una historia en polaroids, una fotonovela turbia; no explica jamás, muestra. Cada viñeta está meditada, tiene un sentido, no hay transicion­es ni tiempos muertos; la narración nos engancha en la primera página y no nos suelta hasta un final redondo y doloroso como una cicatriz.

Josan Hatero

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