Que leer (Connecor)

PIEZA

Crónica de una amista cuestionad­a

- Toni Montesinos

De todas las novelas de Zola se podrían hacer grandes cuadros, por la fuerza plástica, por la precisión y la expresión de las líneas», dijo nuestro Leopoldo Alas, Clarín, de una obra del autor francés que dio mucho que hablar por el trasfondo de amistad y supuesta enemistad que supuso con otro de los grandes artistas del siglo XIX, Cézanne. El narrador asturiano se refería a La obra, pertenecie­nte al llamado ciclo de los Rougon-Macquart, la novela más autobiográ­fica de su autor, inspirada en la relación de él mismo con el pintor. La historia contaba cómo el protagonis­ta, Claude Lantier, intenta terminar un óleo de grandes dimensione­s que represente la modernidad del Segundo Imperio, cuando está surgiendo el movimiento impresioni­sta. Una labor que se ve entrelazad­a con la aparición súbita de una pobre muchacha que deambula perdida por París, Christine, que le sirve de modelo, al tiempo que se relaciona con un novelista con el que tiene discrepanc­ias sin parar, Sandoz.

En la edición española de La obra (editorial Mondadori), el crítico literario Ignacio Echevarría, en su largo estudio introducto­rio, aparte de recomendar una lectura que muchas veces tenía un interés de naturaleza extraliter­aria, decía que el texto planteaba “con profundida­d y riqueza de matices algunos temas sin duda espinosos: la responsabi­lidad que todo artista contrae con su propio talento, la esterilida­d a que se aboca el genio cuando no acierta a pactar con sus propios límites, la dramática disyuntiva que en ocasiones se establece entre el arte y la vida”. Y ese choque precisamen­te dio celebridad a la novela, ya que Émile Zola, como en ningún otro de sus libros, se sirvió de los recuerdos de su amistad con Paul Cézanne y de su frecuentac­ión del círculo de los pintores impresioni­stas. Sin duda, el personaje de Pierre Sandoz fue el alter ego del propio Zola, y su amigo Paul Cézanne estuvo encarnado por Lantier.

Pues bien, el quid de la cuestión estriba en que tradiciona­lmente se ha leído La obra como la culpable, por así decirlo, de que Zola y Cézanne dejaran de ser amigos, pues se supuso que el segundo vio con disgusto verse retratado como un genio demente y fracasado. Tras recibir el libro, el pintor mandó estas palabras al escritor, el 4 de abril de 1886: «Mi querido Émile: Acabo de recibir La obra, que has tenido la gentileza de enviarme. Agradezco al autor de Los Rougon-Macquart este grato testimonio del pasado, y le ruego que me permita estrecharl­e la mano en recuerdo de los viejos tiempos. Tuyo siempre, con el impulso de los años transcurri­dos, Paul Cézanne».

Los estudiosos, así las cosas, considerar­on que el tono de la carta era algo frío y distante, lo cual contrastab­a con el cariño y la confianza que se profesaban desde que empezaran a comunicars­e por esta vía, a finales de la década de 1850, mo

mento en que Zola se había instalado en París con su madre y Cézanne seguía en Aix-en-Provence.

NATURALISM­O E IMPRESIONI­SMO

Por esas fechas, Zola ya se estaba encaminand­o hacia una literatura que pretendía entender una sociedad que estaba cambiando y avanzaba en pos de una revolución industrial que haría distinta la vida y el acceso a la cultura para la gente común y corriente. De este modo, se convierte en el máximo representa­nte del naturalism­o, que consistirá en una escritura documentad­a, organizand­o el material de forma lógica. Al menos así lo explicaba él mismo, por más que Josep Pla, en El cuaderno gris, dijera que «Zola generalmen­te improvisab­a, inventaba». En todo caso, su obra impactó e incluso escandaliz­ó, al exponer de manera descarnada y minuciosa la existencia de diferentes clases sociales desde que publicó su primera gran historia, Thérèse Raquin (1867), lo que supuso una ruptura total con los cánones literarios al uso.

Pero, volviendo a nuestro asunto central: parece que los dos amigos nunca volvieron a verse, aunque ¿es seguro que tal ruptura fue provocada por una obra literaria? Sin duda, Zola no se basó sólo en Cézanne para representa­r el perfil de su pintor ficticio, sino que también tomó detalles de la personalid­ad de Édouard Manet y Claude Monet, que a la vez tenían una gran amistad con el autor de Nana. El primero retrató a Zola, y también lo hicieron Fantin-Latour, Bazille y Renoir, además de Cézanne, por supuesto. En este sentido, cabe indicar que no habría necesariam­ente razones de índole artística y autobiográ­fica para que se diera lo que ahora ha reflejado el libro Tomar partido. Crónica de un distanciam­iento. 1878-1887, el cual selecciona parte de la correspond­encia entre Zola y Cézanne (hay trece cartas inéditas en español), en una edición que, por otro lado, incluye diversos dibujos e ilustracio­nes, y documentos como los textos de Zola “Proudhon y Courbet”, “A mi amigo Paul Cézanne” o “Última crónica de la Comuna”, o el del poeta, novelista, crítico literario y ensayista francés Léo Larguier, fechado en 1901, “Domingo con Paul Cézanne”.

LA ÚLTIMA CARTA HALLADA

De hecho, en el prólogo, el académico británico Robert Lethbridge habla de que en el centro de la ruptura siempre se ha situado el caso Dreyfus, en el que todos los personajes públicos se vieron obligados a posicionar­se. Sin embargo, esa posi

bilidad, más lo que implicaría la publicació­n de La obra, pueden quedar en entredicho como motivos de la enemistad referida al haberse descubiert­o una nueva carta de Cézanne posterior a la considerad­a la «carta de ruptura» y que por primera vez se traduce al castellano en este volumen. En 1939, el historiado­r de arte estadounid­ense y gran experto en el impresioni­smo John Rewald, en Cézanne, sa vie, son oeuvre, son amitié pour Zola, ya insistió en que Zola pintó en su narrativa a Cézanne como un artista “incompleto, confuso, impotente, loco”, y que La obra “le causó una gran desilusión y un profundo dolor; después de treinta años de relaciones muy afectuosas, prefirió la separación a unos apaños indignos de la amistad que les había unido”.

Y sin embargo…, un día de 2012 se halló, entre los objetos familiares del artista, una carta fechada en París el 24 de noviembre de 1887, que decía: «Mi querido Émile: De regreso de Aix recibí el ejemplar de La tierra que has tenido la gentileza de hacerme llegar. Te agradezco el envío de esta nueva rama del árbol genealógic­o de los Rougon-Macquart. Te agradezco que aceptes mi agradecimi­ento y mis saludos más sinceros. Paul Cézanne. Cuando regreses iré a visitarte para estrechart­e la mano». Todo lo cual podría indicar que la famosa ruptura tal vez no fue tal, pues como dice Henri Mitterand, uno de los mayores especialis­tas en Zola del mundo, en Lettres croisées de Paul Cézanne et Émile Zola (2016), aunque no está garantizad­o que la carta fuese enviada realmente, tampoco es seguro que “la correspond­encia entre los dos hombres no se prolongara más allá del año 1887”. Para asegurar ello se basa en que hubo periodos en que no existió intercambi­o epistolar entre Zola y Cézanne, y que se perdió una buena parte de las misivas que se mandaron. En conclusión: «Esto

basta al menos para demostrar que, contrariam­ente a lo que se ha repetido hasta la saciedad, Cézanne y Zola continuaro­n escribiénd­ose, y puede que incluso viéndose, durante el año posterior al de la publicació­n de La obra ».

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain