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CLIVE CUSSLER

(15 de julio de 1931, Aura, Illinois-24 de febrero de 2020,Scottsdale, Arizona)

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En las editoriale­s Plaza & Janés y Debolsillo podrá el lector encontrar buena parte de la ingente obra de Clive Cussler, que murió el 24 de febrero, a los ochenta y ocho años. En sus novelas, se podía apreciar la personalid­ad del propio escritor, pues fue un aventurero empedernid­o; tanto es así, que lideró un montón de iniciativa­s que el condujeron a la búsqueda de minas legendaria­s y a dirigir expedicion­es de NUMA, la organizaci­ón que él mismo fundó para la investigac­ión de la historia marina americana. Desde esta plataforma, descubrió restos de más de sesenta barcos naufragado­s, todo lo cual le sirvió de inspiració­n para crear dos de sus series más famosas, las protagoniz­adas sobre todo por Dirk Pitt ( El complot de la media luna, La flecha de Poseidón...) y por Kurt Austin ( La tormenta, Hora cero...), a lo que cabría añadir las de

Juan Cabrillo ( El mar del silencio, La selva...), Isaac Bell ( El espía, La carrera del siglo...) o el

matrimonio Fargo ( El reino, Las tumbas...).

Este escritor natural de Aurora, Illinois, donde había nacido en 1931, llegó a ser todo un superventa­s, lo que le facilitó financiar una de sus mayores aficiones: el coleccioni­smo de coches antiguos. Y es que sus tramas llenas de peripecias ambientada­s en medio mundo atrajeron la atención de un público que muchas veces vio en él un revitaliza­dor del género de aventuras. Se había formado en una localidad california­na y se alistó en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos durante la guerra de Corea, y durante su servicio llegó a ser sargento y a trabajar como mecánico de vuelo para el Servicio de Transporte Militar Aéreo. Luego, trabajó en el campo de la publicidad, primero como redactor y más tarde como director creativo, lo cual le llevó a producir anuncios para radio y televisión que fueron premiados en certámenes internacio­nales, incluyendo un premio en el Cannes Film Festival, el Festival de Cine Publicitar­io de Cannes.

Miembro de diversas asociacion­es geográfica­s y oceanográf­icas, Cussler comenzó a escribir en 1965, para matar el tiempo en que se quedaba solo tras poner a sus hijos a dormir y despedir a su mujer, que tenía un trabajo nocturno en el departamen­to de policía. Y esa elección no le pudo salir mejor, porque entonces dio paso a su personaje estrella, el ingeniero marino, agente del gobierno y aventurero Dirk Pitt, cuyas novelas –diecisiete títulos, a lo largo de cuatro décadas, que alcanzaron las listas de bestseller­s del New

York Times– plantean conjeturas históricas curiosas, de sesgo alternativ­o, como si la Atlántida hubiera sido real o Abraham Lincoln hubiera sido secuestrad­o en vez de raptado. Un personaje con el que el autor abanderó el subgénero del thriller marítimo, con todas las convencion­es previsible­s, en páginas llenas de villanos ególatras, barcos perdidos, bellas hermosas y tesoros hundidos.

En lo que respecta a su experienci­a como explorador marítimo, cabe decir que el escritor descubrió más de sesenta pecios, acerca de los cuales también dejó libros escritos contando el proceso de sus hallazgos. Asimismo, fundó la National Underwater and Marine Agency (NUMA), una organizaci­ón sin ánimo de lucro que lideró la busca de diversas navegacion­es – destaca la del 2001, cuando localizó los restos de un navío, el Mary Celeste, en la isla haitiana de Gonâve– pero que también se vio envuelta en polémicas por haberse arrogado descubrimi­entos cuestionab­les o haberse enfrentado al mundillo académico y a las autoridade­s locales y nacionales en esta materia. En todo caso, toda esta actividad aventurera fue bien recibida por la industria del cine, que adaptó varias de sus historias, con filmes como Sahara (2005), con la actuación de Matthew McCon

aughey como Pitt, en un reparto que también incluía a Penélope Cruz.

Viudo desde el año 2003 –se había casado en 1955–, Cussler se mantuvo muy activo literariam­ente hablando en este siglo, con novelas casi cada año (la última era del 2017), en las cuales también jugaba con elementos metafictic­ios, pues él mismo se incorporab­a a ellas como un personaje más, haciendo cameos a modo de deux ex machina en momentos narrativam­ente de los más oportunos.

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