María Dueñas
Desde las páginas de Qué Leer, en su momento entrevistamos a esta autora con motivo del lanzamiento de su novela Las hijas del capitán. Se trata de una de las escritoras con más éxito en lengua española de los últimos años, y ahora vuelve a ofrecer otra de sus historias románticas y de trasfondo
histórico, titulada Sira, donde retoma al personaje de Sira Quiroga, protagonista de esa primera novela que fue un bombazo, El tiempo entre costuras que, posteriormente, fue llevada a la televisión. Hablamos con ella sobre esta novedad, llamada también a convertirse en todo un libro superventas.
> Desde que se publicó El tiempo entre costuras, ¿tenía en mente escribir una continuación? ¿Le daba respeto volver a meterse en la piel del personaje de Sira? En ningún momento me lo planteé entonces. Todo lo que ocurrió con El tiempo entre costuras fue tan imprevisto, tan intenso y casi convulso, que tuve la necesidad de poner entre Sira y yo una distancia. Me sentía enormemente agradecida por todo lo que la novela supuso y me aportó, pero preferí que entre nosotras circulara el aire y me embarqué en otros proyectos. No me planteé entonces si mi protagonista regresaría o no más adelante; simplemente por mi camino se cruzaron otros intereses y otras novelas. Hasta
que, más de una década después, ha llegado el reencuentro.
> Como en todas sus novelas, hay un gran trabajo de fondo para documentarse sobre la época, en este caso, los años inmediatamente posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Imagino que tuvo ocasión de pasearse por Londres y de volver a Tánger. ¿Tuvo también ocasión de desplazarse hasta Jerusalén para ello? Conocía todas las ciudades de viajes anteriores, y en mis planes iniciales estaba también volver a ellas a lo largo de la escritura de la novela, como suelo hacer siempre. Pero llegó la pandemia que tanto nos ha trastocado, y de momento me ha resultado imposible moverme.
> ¿Por qué escogió Jerusalén como destino para Sira y Marcus? ¿Barajó otros lugares?
Terminada la Segunda Guerra Mundial, el mundo empieza a reconstruirse y afronta un orden nuevo. Quedan, no obstante, algunos problemas candentes, y uno de los más complejos es el de la tensión en Palestina en los tiempos previos al nacimiento del Estado de Israel. En ese contexto tienen una participación muy activa los británicos; no era un conflicto a dos bandas sino más bien triangular, con británicos, árabes y judíos en sus vértices. Se vivían aún los años del Mandato Británico, con una administración y una presencia militar de corte colonial muy bien engrasada, pero eso estaba a punto de desaparecer. Me interesaban mucho aquellos momentos que anticipaban el principio de la descolonización y la desintegración del engranaje imperial; desde el principio tuve claro que el destino de Sira y Marcus era Jerusalén.
> La situación de posguerra en Palestina es tremenda y, una vez más, Sira debe sobreponerse a unos contratiempos durísimos y echar mano de sus propios recursos para salir adelante. ¿Le costó trazar a una Sira más madura y segura de sí misma?
Con esta Sira más madura, lúcida y escéptica, creo que he establecido una relación de mayor complicidad. Ahora comparto muchas de sus prioridades, cautelas y preocupaciones, las razones que impulsan sus reacciones, sus comportamientos, sus sentimientos. La nueva Sira surgió de una manera muy fluida, muy orgánica. El mundo ya no es el mismo, y ella tampoco. Desde que la conocimos en el inicio de El tiempo entre costuras ha transcurrido más de una década y ella ha sufrido el impacto de dos guerras, ha tenido amores y desamores que la han marcado, ha montado dos negocios, colaborado con el Servicio de Inteligencia Británico y conocido a personajes de todas las calañas, desde propietarias de modestas pensiones a altos diplomáticos, o desde ministros franquistas a buscavidas diversos. La Sira con la que nos reencontramos ahora mantiene su carisma, pero es una mujer distinta, con mayor hondura y solvencia.
> ¿Cómo valora el papel de la BBC en la información y propaganda de esos años? La BBC —y más concretamente sus Servicios Exteriores— tuvieron un papel muy activo durante la Guerra Mundial, y esta intensa actividad se mantuvo a su término. En la novela me interesan de forma particular los servicios en español —la legendaria
Voz de Londres— y, de una manera más
concreta, el Servicio Latinoamericano en el que colaboraron numerosos españoles exiliados: Arturo Barea,
Luis Cernuda, Salvador de Madariaga, Rafael Martínez Nadal, José Castillejo… Aquellas emisiones de gran calidad tanto intelectual como técnica perseguían informar y entretener a las audiencias, pero además contenían un indiscutible valor propagandístico y conllevaban unas connotaciones políticas al respecto de España, con las que la BBC era muy cautelosa.
> Hay personajes secundarios muy atractivos como Nick Soutter, Cora Soutter u Olivia. ¿Es más fácil pergeñar personajes con los que no haya que profundizar tanto como en otros?
Suelen gustarme mucho los secundarios con peso, me parecen instrumentales para sostener la trama y el devenir de la protagonista, y para proyectar la narración de una manera más amplia e intensa. Quizá resulte más fácil crearlos y ponerlos en movimiento porque necesitan menos profundidad, pero yo igualmente los trabajo con rigor y detalle, dotándolos de una personalidad propia y asignándoles razones que justifiquen su existencia.
> Ofrece un retrato demoledor de la hambrienta España franquista que recibe a Eva Perón con ese exceso de parafernalia que roza el ridículo, en contraste con la frialdad de otros países europeos. ¿Qué impresión tiene al respecto?
La visita de Eva Perón a España en 1947 acumuló exageraciones y excesos y, en ocasiones, se convirtió en
algo casi tragicómico. En una España hambrienta, sometida y carente de todo tipo de recursos, el régimen echó la casa por la ventana con un despliegue impactante de oropeles y agasajos desmadrados que llamó la atención del mundo entero. Pero el envite surtió efecto, y se logró lo ansiado: se establecieron acuerdos económicos muy beneficiosos para España y durante varios años se recibieron montones de barcos cargados de trigo, carne, huevos, pasta o cueros que ayudaron en gran manera a paliar las tristes necesidades de aquellos tiempos.
> ¿Cómo valora el personaje de Evita? Es sin duda un personaje controvertido, rechazado por unos y admirado por otros. Era populista, arrebatada, autoritaria y polémica, pero también tenía una voz poderosa y firme en favor de los más necesitados. Lo que a mí me interesa de ella en esta novela es el papel que juega en su visita a España, la naturalidad con la que se planta ante Franco y el resto de dignatarios; la audacia y el descaro de una mujer de veintiocho años, sin formación ni experiencia, que se pone el mundo por montera, elabora un discurso propio y potente, y lo proclama a los cuatro vientos.
> Por cierto, ¿cómo vivió usted la pandemia?
Encerrada en mi casa y volcada en la escritura de esta novela, que en estos días complejos ha resultado un refugio magnífico. Como todos, he vivido el momento, no obstante, con una enorme incertidumbre.
> ¿Cómo ve actualmente la situación de nuestro país?
Con inquietud, ansiando que la normalidad se reanude, pero con la lógica preocupación por lo que nos queda de crisis y por las consecuencias a su término.
> ¿Y la violencia de género?
Confío en que estos nuevos tiempos, con mucha mayor conciencia, sean un paso adelante sin retorno.
> ¿Siente usted que la mayoría de sus lectores son mujeres? ¿Cómo ve el hecho de que todavía se distinga entre libros femeninos o para mujeres ?
Tengo más mujeres lectoras que lectores, cierto. Dicho lo cual, mis novelas no son exclusivamente femeninas, ni mucho menos. Para apreciarlo, sólo hay que librarse de prejuicios. Muchos hombres lo hacen, y yo se lo agradezco; otros, en cambio, no dan el paso. En cuanto a la categoría de libros «femeninos» o «para mujeres», es cierto que existe como género, pero yo no considero que se ajuste a lo que escribo.
> ¿Es Sira Quiroga el personaje más importante de su carrera literaria?
Es probablemente el más recordado y ahora, con la publicación de esta nueva novela, adquiere de nuevo un gran peso. Pero hay muchos otros personajes que para mí han sido fundamentales: por Blanca Perea, Daniel Carter, Mauro Larrea, Soledad Montalvo o las hermanas Arenas siento idéntico aprecio.
> ¿Tiene ya en mente su próximo proyecto literario? ¿Habrá Sira para rato?
No tengo ahora mismo nada concreto en mente. Cuando arranqué Sira dejé a medias otra novela que acabará viendo la luz en otro soporte; a día de hoy aún no he decidido si la última frase de Sira supone un punto y seguido, o un adiós definitivo.