Que leer (Connecor)

GESTIONAMO­S NUESTRAS PESADILLAS A TRAVÉS DE NUESTRAS HISTORIAS

- CARLOS LURIA

Sorprende que el apacible matrimonio de mediana edad que aparece en el Zoom, una pareja a la que te imaginas en su cocina de Ikea haciendo bollos de canela para sus hijas, sea en realidad las dos mitades de Lars Kepler, el gran nombre de la novela escandinav­a más negra. Bajo este seudónimo, los suecos Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho han escrito la serie protagoniz­ada por el detective Joona Linna, una de las más longevas de ese género desde que iniciara sus andaduras hace doce años con El Hipnotista. Ahora, Kepler firma Lazarus (Reservoir Books), la séptima entrega en español de la serie y una novela plagada de terror, ambientes helados y enterramie­ntos en vida cuyas páginas no dan descanso al lector.

Sentimos pasión por la novela negra y seguimos siendo muy curiosos respecto a nuestros personajes, porque tienen muchas capas», asegura sonriente la parte femenina de Lars Kepler, exactriz y crítica literaria. Lazarus propone una vuelta de tuerca en la serie de Joona Linna: tras la presunta muerte de su archienemi­go, el cruel e inteligent­e asesino en serie Jurek Walker, una serie de sucesos llevarán a pensar a Joona que este asesino ha salido de su tumba para tomar venganza. « Lazarus es una historia oscura, negra», dice Alexander, reputado guionista y dramaturgo además de escritor. Añade Alexandra: «Con este libro yo tenía pesadillas cada noche. Y hay partes que todavía no puedo leer sin empezar a llorar». Y de nuevo su marido: «Pero nosotros seguimos pensando que escribimos libros optimistas. Porque nuestros libros empiezan con acontecimi­entos espantosos pero también hay héroes que nunca se rinden y entonces se pasa del caos al orden, de la injusticia a la justicia. Nos gusta pensar que el final todo irá bien».

En ese tránsito entre el caos y el orden, el lector asiste a las temibles andanzas de un asesino no solo de cuerpos, sino también de almas. Unas andanzas que dejan tras de sí un reguero de sufrimient­o extremo, aunque Alexandra declara que «la violencia no es algo romántico o cool. Nosotros somos pacifistas y queremos describir la violencia como algo horripilan­te, porque nos parece horripilan­te. Gestionamo­s nuestros propios miedos y nuestras pesadillas a través de nuestras historias». Pese a tener cerca de 600 páginas, Lazarus es un libro cuyo manejo milimétric­o de la tensión deja sin aliento al lector. El uso del presente de indicativo, los párrafos obsesivame­nte breves y el cambio constante de escenarios y puntos de vista provocan que la lectura sea adictiva. Por no hablar del poderoso magnetismo que ejerce el antagonist­a, uno de los asesinos más temibles del thriller actual. Alexander defiende a su creación: «Jurek no es gratuito, sino que tiene una lógica interna que nos permite empatizar con él. El argumento es importante en la medida de que todos los personajes tengan corazón. Para el asesino, asesinar tiene su lógica. Y puesto que ser un asesino en serie es un trastorno psicológic­o, el criterio básico es seguir esa necesidad urgente de matar y seguir matando. Es fácil de entender. Cada uno de nosotros tenemos algo oscuro dentro, pero si para nosotros asesinar es una decisión, para otras personas es una pulsión interna. Jurek no es un monstruo, sino muy humano: lo que está haciendo es colocar las cosas en su sitio, a su modo».

A lo largo de la entrevista, el matrimonio no deja de sonreírse entre sí y se dan la palabra con una cortesía muy escandi

nava. Una compenetra­ción que, sin duda, les resultará muy útil en el complejo e inusual proceso de la escritura a cuatro manos. Habla la parte femenina: «Libro a libro este proceso se ha ido definiendo y simplifica­ndo. Ya sabemos cómo trabajamos y cuál es nuestro temperamen­to. Partimos de una idea que a los dos nos convence y a partir de ahí durante meses trabajamos en el argumento Escribimos las escenas, tomamos muchas notas, cartografi­amos la historia una y otra vez hasta que damos con la historia perfecta, y luego viene la investigac­ión, que es exhaustiva. Hasta probamos los rifles que aparecerán en la novela. Y después nos ponemos cada uno con un ordenador y nos vamos enviando por correo nuestros textos. Cada uno revisa el del otro y lo vuelve a enviar, lo revisamos de nuevo hasta que perdemos el control, ya no sabemos quién ha escrito qué al principio. Es un proceso que disfrutamo­s mucho. Escribir es un trabajo solitario y estamos muy felices de trabajar juntos». ¿Cuándo saben en qué momento parar? «Tenemos tres hijas. Y necesitan nuestra atención. Así que de manera natural sabemos decir basta. Por ejemplo, cuando toca cocinar para cenar es un punto natural del día para decir hasta aquí. Aunque es verdad que muchas veces también seguimos hablando de la historia mientras estamos cocinando. Por suerte nuestras hijas ya son mayores y no se asustan de nuestras historias».

El sistema parece que funciona. Hasta el momento, según cifras de la editorial, la serie ha sido publicada en cuarenta países y ha vendido quince millones de ejemplares. Lazarus lleva vendidos solo en Suecia 350.000 ejemplares. «Hay secuencias que tardamos un mes en escribir», dice Alexander. «La clave es que construimo­s la historias juntos, pero también nos sorprendem­os el uno al otro cuando escribimos las escenas. Porque aunque la historia está planificad­a, al final los personajes hacen lo que quieren y dan sorpresas. Cuando escribes a cuatro manos tienes dos cerebros, y es verdad que a veces estos cerebros no están de acuerdo Por ejemplo, yo mato a un personaje y luego Alexandra reescribe y el personaje sigue vivo. Yo puedo matarlo de nuevo. Y Alexandra lo puede salvar otra vez. Entonces es momento de regresar a nuestras notas y debatir el tema. Porque siempre hay una tercera respuesta. Toda la colaboraci­ón depende de esos debates, es la esencia de nuestro modus operandi. Al principio era dramático cuando no estábamos de acuerdo, pero con el tiempo hemos aprendido a fijarnos solo en la historia. Se trata de entenderla y centrarnos en ella, no en la disparidad de opiniones».

Respecto a la posibilida­d, largamente comentada, de que la industria norteameri­cana lleve al cine alguna de sus novelas, Alexandra cierra eventualme­nte las puertas: «Hollywood está congelado ahora mismo por la pandemia». Queda, naturalmen­te, el asunto del Covid, sobre cuya aparición en una próxima novela el dúo de escritores se muestra reticente: «Ahora mismo tenemos la sensación de que no vamos a decir nada sobre ningún virus. Todo es ya demasiado deprimente. En Suecia la vacunación va lenta y nosotros hace un mes que no vemos a nuestros padres. Es difícil encontrar la alegría para escribir sobre un virus. Tiene que haber siempre una salida para el lector, y ahora mismo necesitamo­s una cierta distancia».

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