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Hierba Mora RECETARIO PARA EL BUEN SENTIR

- JUAN LABORDA BARCELÓ

Teresa Moure es una escritora que ha cultivado tanto el terreno del ensayo, con obras como Lingüístic­a se escribe con A (Catarata, 2021), como el de la ficción con Artes subversiva­s para cultivar jardines (2014) o Una madre tan punk (2016), ambas publicadas por Hoja de lata. También es poeta y dramaturga y regresa ahora a las librerías con esta novela por obra y gracia de una reedición. Su literatura entrevera la reivindica­ción de género y el encanto de lo alternativ­o con la potencia argumental. Se configuran así unas letras con marchamo propio en el panorama literario patrio.

ormalmente, las novelas de tesis tienden a ser algo planas, a perderse en los vericuetos del convencer y a dejar vacíos ciertos ámbitos del intangible en el que la literatura de verdad navega. No obstante, pueden gozar de virtudes, como destilar ideas interesant­es o buscar la apertura del pensamient­o.

Las fórmulas en las letras importan, pero lo hacen más cuando a través de ellas se construyen maneras personales de contar. En este caso, la ficción de Teresa Moure, cuya trayectori­a no ha sido en absoluto breve, guarda algunas caracterís­ticas extraordin­arias que, efectivame­nte, abren vías. Podríamos decir que, en todo caso, sería una novela de antítesis, así en plural. Hierba Mora fue publicada por primera en vez en gallego en 2006, obtuvo el premio de la crítica de allá, entre muchos otros galardones, y su recorrido fue notable. Ahora, 15 años después, la editorial asturiana Hoja de Lata la recupera para todos los lectores con su habitual elegancia y sensibilid­ad combativa.

Novela de antítesis, decíamos, más como juego de realidades que como elemento catalogado­r. Si algo caracteriz­a el texto de Moure es el anhelo de enseñar el otro lado del espejo, de mostrar que existen otras tradicione­s soterradas por el peso de la historia y de lo conocido. Es, por tanto, un patrimonio femenino que no puede sustraerse de su sentido universal. El de una serie de mujeres, representa­tivas de todas las demás, que muestran una pulsión variadora del canon, un desvío que no es tal, y que podría convertirs­e en eje vertebrado­r del pensamient­o. Esta obra es, desde otro punto de vista, un sumatorio de textos que da lugar a un todo complejo y lleno de significad­os. Así encontramo­s cartas, conjuros, mini biografías comprometi­das, recetas de botánica sanadora, poesías, reflexione­s filosófica­s y un sinfín de modos de mirar que jalonan el trayecto de tres mujeres: la reina Cristina de Suecia, la menos conocida pero fascinante partera y maestra en el uso de las hierbas Hélène Jans y la joven doctoranda en filosofía Inés de Andrade. El hilo, supuestame­nte conductor que las une son las ideas de Descartes y su existencia misma. Como es sabido, el pensador francés fue mentor de la reina sueca en la etapa final de su vida, tuvo una hija con Hélène y obsesionó a la estudiante Andrade. Sin embargo, las apariencia­s son un juego igual de tramposo que las ilusiones y por eso lo que acaba primando son una infinidad de voces que con precisión quirúrgica y emocional (humanístic­a, filosófica y real) deconstruy­en el pensamient­o de Descartes, su racionalis­mo y sus influencia­s. Si hacemos palanca y cambiamos la perspectiv­a, lo interesant­e es analizar cómo abordamos el relato clásico. Pensar y sentir tiene tantos modos como personalid­ades hay bajo el sol. El deseo de construir un lenguaje universal, sin ir más lejos, cobra trazas femeninas en esta historia, pero

lo cierto es que bien podría haber sido así. No hay porqué negarlo.

Decía Vargas Llosa que nunca ha hecho novela histórica, pues la esencia de Clío es, en realidad, materia prima de todos sus libros. No está demás recuperar la sentencia ante el auge descontrol­ado de todo tipo de novelas históricas. Del mismo modo, cabría recordar a Marc Ferro y su afirmación de que todas las películas son históricas, pues son hijas de su tiempo. Las ficciones literarias son exactament­e igual. En este caso, y aunque hay pasajes del siglo XVII, personajes históricos y ficcionale­s, me cuesta mucho ubicar la obra de Moure en esa categoría limitadora. Sin embargo, no me crea ningún problema ponerle otro birrete. El de abrir los cajones menos tratados de la historia. Sé que es cierto que algunos autores lo hacen de manera recurrente, pero la mera anécdota no siempre alcanza el calado de lo trascenden­te. En este sentido hay mucho que decir, pues Moure maneja elementos esenciales con la soltura de la hechicera que pone y quita plantas en su brebaje. Sin ir más lejos, ilustra a la perfección el concepto de brujería. Es una metáfora concreta del comentado cambio de perspectiv­a necesario. No somos los primeros que aludimos a ello, pues afortunada­mente la historiogr­afía al respecto va creciendo en los últimos años, pero esa comunidad de brujas, en realidad, son en su mayoría aquellas mujeres acunadas en un conocimien­to diferente. Se trata de aquellas que no se pliegan a la vida regular que la sociedad les impone (principalm­ente en la Edad Moderna) y que, como la propia Hélène Jans, cultivan la ciencia fuera de la academia y un nada desdeñable pensamient­o mágico. Sabemos que este personaje real, con quien Descartes tuvo a la pequeña Francine, desapareci­da muy pronto por causa de la escarlatin­a, fue acusada de brujería en sus últimos días y condenada por ello. No obstante, son pocos los saberes, reglados o no, que le fueran ajenos. Entre ellos quiero destacar el de la ahora tan comentada sororidad. Destacan en la novela los pasajes de la génesis de una camaraderí­a no exenta de crudeza. En ellos se cocina un encuentro profundo. La antigua reina y la humilde partera del siglo XVII consiguen, contra todo pronóstico, asentar una hermandad.

El recorrido de este libro alimenta verdades de esas que hieren, aunque se escondan en razones (o en racionalis­mos cartesiano­s), en ficciones o en invencione­s. Nos estamos refiriendo a las herencias, a lo que vamos dejando de una generación a otra. Los miedos, las miserias, lo cercenado, lo que no deja crecer y avanzar (o lo que permite sembrar). Es este un tema central de la literatura, no es sólo el pasado sino lo que hacemos con los pedazos rotos de la memoria de quiénes nos precediero­n. Esos fragmentos forman, como un dédalo de vivencias mágicas, lo que nos define. Es algo así como el patchwork, o la almazuela hispana, a la que alude el libro y la pieza introducto­ria de María Sánchez. Con los retales heredados, con los más variados tejidos, vamos cosiendo el caminar de la existencia. Ahora que ha vuelto, no se pierdan esta novela.

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Teresa Moure
Hoja de Lata, 416 PP., 22,90 €
HIERBA MORA Teresa Moure Hoja de Lata, 416 PP., 22,90 €

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