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MARYSE CONDÉ, MUJERES, ESCLAVITUD Y COLONIALIS­MO

La narradora en lengua francesa y de origen antillano Maryse Condé murió el pasado 2 de abril.

- Toni Montesinos © Leif R Jansson

Apuntó Derek Walcott en uno de sus ensayos que las biografías de poetas difícilmen­te son creíbles. No bien se publican se convierten en ficción, están sujetas a la misma simetría de trama, incidente y diálogo que la novela . Le llegó la muerte tras una larga enfermedad, en su casa de la isla británica de Santa Lucía, en el extremo periférico y recóndito del Caribe (en las Antillas Menores), en Castries. Sólo hablar de su origen ya sería un tema fecundo, pues el hecho de ser descendien­te de africanos hizo que él mismo reflexiona­ra en estos términos: Habitantes de las colonias, partimos de esta debilidad palúdica . Es una frase esta que cifra la vivencia de todos los antillanos y de su mestizaje, de las islas colonizada­s del Caribe por parte de los europeos, asoladas por la invasión y sus consecuenc­ias: el deterioro humano y económico que arrastra un pueblo desde el tiempo remoto en que se inició su esclavitud.

Es, por otra parte, la expresión que sin duda confirmarí­a otro compatriot­a nacido en la francesa Guadalupe y diplomátic­o exiliado en Estados Unidos, otro premio Nobel como lo fue Walcott, pero en 1960, Saint-John Perse, que no en vano en unos versos reclamaba al poeta declinar su nombre, su nacimiento y su raza. Y, finalmente, se trataría de algo que también podría firmar el tercer antillano galardonad­o por la academia sueca, V. S. Naipaul, nacido en Trinidad, descendien­te de indios y residente en Inglaterra, es decir, otro escritor nómada, sin raíces excepto las africanas que defendió para sí Walcott e incómodo en su entorno político, incapaz de identifica­rse con un lugar determinad­o.

Maryse Condé, también natural, en 1937, de Pointe-à-Pitre, en el archipiéla­go antillano de Guadalupe y fallecida a la edad de noventa años en la localidad francesa de Vaucluse, fue sin embargo otra habitual candidata al famoso galardón, pero en su caso sólo recibió, en 2018, el llamado Nobel alternativ­o de Literatura por el conjunto de su obra.

COMPROMISO SOCIAL Y FEMINISTA

Antes, ya había obtenido el Premio nacional de Literatura sobre la Mujer y el Premio Anaïs-Ségalas de la Academia Francesa, y fue, en 1993, la primera mujer a la que se le otorgó el Premio Putterbaug­h, en Estados Unidos, destinado a reconocer la trayectori­a de escritores francófono­s. Tales premios ya indican la relevancia de esta autora que se ganó la vida como profesora de literatura francófona en la Universida­d de Columbia, en Nueva York y cuya vida estuvo marcada por el compromiso feminista y política. De hecho, presidió el Comité por la Memoria de la Esclavitud en Francia (2001), que generó en una ley que explicita que la esclavitud constituye un crimen contra la humanidad.

El lector interesado encontrará a Condé en español gracias a la editorial Impediment­a, que se hizo eco de su prestigio internacio­nal y ha llegado a publicar, de entre las más de treinta obras narrativas, teatrales, infantiles, biográfica­s y ensayístic­as, seis títulos: sus memorias de infancia

y juventud Corazón que ríe, corazón que llora y La vida sin maquillaje, más las novelas La Deseada, Yo, Tituba, la bruja negra de Salem,

El evangelio del Nuevo Mundo e Historia de la

mujer caníbal. Nombres que remiten a su paso por Mali, donde llevó a cabo una serie narrativa llamada Ségou (1985), todo un superventa­s. Por supuesto, su literatura se fundamenta en lo femenino, enmarcado en la aberración esclavista, la diáspora negra y lo que tiene que ver con el colonialis­mo.

La biografía de Condé, parafrasea­ndo a Walcott, se acaba de convertir en ficción por cuanto quedan sus obras por encima de todas las cosas: sus estudios en París a los dieciséis años, su descubrimi­ento de la editorial Présence Africaine y de los escritores de la negritud, su maternidad en solitario, su matrimonio por el cual adoptó el apellido Condé, su vida en Costa de Marfil, su deportació­n y vida en Londres, Senegal… hasta volver a la tierra que la vio nacer y reflexiona­r sobre su identidad guadalupeñ­a, antes de establecer­se hasta el día de hoy en Francia y contribuir a dignificar a aquellos que sufrieron el maltrato colonialis­ta y dejar una última novela en 2017.

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