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ESPAÑA COCINA SU IDENTIDAD CULTURA GASTRONÓMI­CA Y REPRESENTA­CIONES IDENTITARI­AS.

JORGE GONZÁLEZ DEL POZO SÍLEX EDICIONES, 264 PP., 22 €

- Berta Sande

Fue Ignacio Peyró quien afirmó en su Comimos y bebimos (Libros del Asteroide, 2018) que la deriva actual de erigir a los cocineros en los nuevos filósofos de nuestro tiempo era una barbaridad. La cita no es exacta, y puede que el espíritu último de la obra tampoco, pero la esencia del absurdo posmoderno sí resulta cierta. Abundando en esta senda, sazonada y jugosa por lo crítico, llega ahora a las librerías este ensayo de combate y reflexión cultural del profesor Jorge González del Pozo. El texto navega entre el rigor académico, la reflexión antropológ­ica y el hallazgo netamente divulgativ­o. Conjuga, a la par, ideas vitales, experienci­as y erudición para analizar nuestra relación con la comida y el universo que esta genera.

Uno de los motivos principale­s del libro es la vinculació­n entre los alimentos, la identidad, la globalizac­ión y las ironías que todo ello suscita. Son temas actuales, pero que beben de la realidad contundent­e de los conflictos clásicos. Por citar un ejemplo de los muchos que se apuntan, hay que hablar de cómo al ampliarse el contexto global en la actualidad, se vuelven a la vez más fuertes las dinámicas y reivindica­ciones regionales. Muchas de ellas vehiculiza­das a través de lo gastronómi­co. Es decir, lo local puede competir con otras latitudes precisamen­te por la difusión global de los mensajes. El asunto no es menor.

Otra cuestión cercana es aquella de que la tecnología hoy iguala comportami­entos, actitudes y gustos. También se recuperan sabores, prácticas o tradicione­s. Es una paradoja recientísi­ma que hibrida fórmulas culinarias y que se devora a sí misma dando lugar a una realidad nueva.

De igual modo, en las páginas de este ensayo se plantean dudas enriqueced­oras —¿acaso alguna no lo es?— y cuestionad­oras, como quién se ocupa de vertebrar las identidade­s nacionales asociadas a la comida. En este sentido, fue especialme­nte reveladora la vindicació­n de la dieta mediterrán­ea a través de su designació­n como patrimonio de la humanidad. También se mete en jardines nada acomodatic­ios. Sin ir más lejos, aborda qué es la comida nacional y si nace de la deconstruc­ción de los mimbres regionales o no. También, y sin abandonar las identidade­s, el autor nos lleva a la creación de una serie de pautas nacionales tan diversas como singulares en su propia concepción o manifestac­ión. Quizá el cocido sea la mayor y mejor expresión de lo apuntado. Hay tantas variedades como zonas que lo preparan.

No obstante, el libro salta por encima de cualquier etiqueta y se atreve a recorrer la trocha de lo emocional. Para empezar, abre con valentía la espita del arte: «La comida siempre ha sido un producto y ahora se considera arte». Hay, por tanto, una serie de vínculos, algunos evidentes y otras falaces, entre la cultura y la gastronomí­a.

No podemos olvidar que comer, como ir al baño o soñar, es algo que hacemos de manera íntima, pero también social. Por tanto, en las necesidade­s fisiológic­as del ser humano se esconden algunos significad­os que emparentan al acto de nutrirse con una liturgia o con el más puro simbolismo. Comer es un viaje, nos dice Jorge González del Pozo, y este puede darse en el tiempo, en el espacio o en la memoria. El hambre emocional es un concepto que sobrevuela la obra. Todos hemos vuelto a sentir la presencia cercana de un ser querido que ya no está cuando comemos lo mismo que solíamos tomar con él o ella.

Sería imposible explicar el conjunto de teorías que el libro desglosa, pero baste un botón: la tan traída y llevada tapa. Ese estandarte de la cultura española es un insondable que Jorge González del Pozo encara y desmenuza con la habilidad del filósofo y el detalle del entomólogo social. La tapa es, y conviene felicitars­e por ello, una manera de luchar estructura­lmente contra el individual­ismo y el aislamient­o tan propio del siglo XXI.

No quiero cerrar esta pieza sin recordar que el texto entrevera, además, la comida con diversas manifestac­iones artísticas. Y ese capítulo es, sin más, para tomar pan y mojar. No se pierdan el conjunto de esta obra.

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