ANTROPOFOBIA. INTELIGENCIA ARTIFICIAL Y CRUELDAD CALCULADA
IGNACIO CASTRO REY PRE-TEXTOS, 217 PP., 20 €
Las opiniones habituales sobre la IA pasan de un extremo a otro. En Antropofobia se rechazan ambos lados: ni salvación ni condena, ni fin del mundo ni nuevo paraíso en la tierra. Este libro se empeña en pensar aquello que hacemos con la IA y también aquello que la IA hace con nosotros. Pensar en lo que hacemos, en lugar de dejarnos arrastrar por la inercia tecnológica y quedar paralizados por aquello que aparentemente nos sobrepasa.
El título del libro hace referencia al rechazo (fobia) hacia los seres humanos. ¿Quién siente ese rechazo, este odio? No exactamente, porque ella es incapaz de sentir nada, mucho menos algo tan complejo como el odio. El rechazo hacia lo humano no viene de la inteligencia artificial, sino de personas de carne y hueso que utilizan la IA para dar un paso más en el diseño de un «mundo feliz» que supere las limitaciones humanas. El «antropófobo» odia una condición humana en la que vida y muerte van unidas. Lo que critica Ignacio Castro es precisamente esa voluntad de perfección que considera limitaciones no solo nuestras imperfecciones y defectos, sino también nuestros deseos, afectos y pulsiones, en suma, nuestro impulso vital. Si la IA fuera capaz de sentir algo, probablemente no sería odio, sino asombro hacia una máquina humana que es «perfecta» gracias a sus imperfecciones.
A lo largo del libro el autor va mostrando que la IA no está solamente hecha de limpias pantallas y diáfanas intenciones de progreso. La IA es inseparable de sus usos militares, de una explotación laboral despiadada y nuevas formas de control estatal; de la ignorancia, la digitalización forzada y una apariencia de compañía en un entorno donde hay cada vez más soledad. El fenómeno de los solitarios conectados es uno de los que más preocupa a Antropofobia pues, lejos una soledad que nos vincula con nosotros mismos y el mundo, se trata de una soledad muda, abandonada al mandato social y económico. ¿Estamos más cerca de la tecnología que de nosotros mismos, de nuestros sentimientos y reflexiones?
Frente a este rechazo calculado hacia la existencia, acompañado muchas veces de crueldad, la cuestión del uso de la IA es secundaria. Como dice el autor, «la inteligencia generativa debe preocupar por el tipo de humanidad que hay detrás». El peligro de la IA se encuentra no solo en lo que podemos hacer con ella, sino también lo que ella puede hacer con nosotros. «El plan, en general implícito, es que pronto todos seamos integrados como extraños a nosotros mismos». Se trata de una movilización silenciosa en la que, al mismo tiempo que nos desunimos, nos integramos; al mismo tiempo que nos conectamos, nos desarraigamos. Cuantas más cosas hacemos simultánea y rápidamente, más dejamos escapar el instante, el aquí y ahora en el que algo podría ocurrir. Se nos plantean así dos opciones: engrosar las filas
de ese ejército civil anestesiado o convertirnos en «fanáticos militantes de la humanidad».
¿Hay que decir, entonces, No a la inteligencia artificial? Diremos, más bien, sí y no. Sí, en cuanto podamos intervenir en su uso, incluso crear mediante él; no, en cuanto la IA nos exija convertirnos en esclavos y odiarnos a nosotros mismos, impidiéndonos sentir y pensar por cuenta propia. Probablemente será el no el que necesitará un mayor esfuerzo. Este libro, haciendo un brillante uso de la inteligencia común, nos da las claves para eso. Una de ellas es relativizar la importancia de los artefactos de la IA, levantar la cabeza y mirar hacia las innumerables formas de vida inteligente y sensible.