La Habana celebra 500 años de su fundación
El próximo 16 de noviembre es el cumpleaños de La Habana, pero no es uno más, éste es muy especial pues ya son 500 años y desde 1982 su casco histórico es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Un 2019 lleno de actividades es el que vive esta barroca ciudad caribeña. Sí, barroca por sus costumbres, porque en su arquitectura está todo lo que a cada cual le ha gustado y todo se ha mezclado dando un resultado especial, único, como un estado de ánimo. La primavera pasó, la Bienal habanera y Fitcuba también, y como un ensayo de lo que será el otoño, la ciudad se ha exhibido con éxito esperando una cita, no una cualquiera, se trata de una cita con la Historia.
La Villa de San Cristóbal de La Habana, séptimo asentamiento en Cuba, no tuvo desde sus orígenes un asentamiento único, la historia habla de tres. El primero, allá por 1514 habla de la costa sur cerca de Batabanó. El segundo en las márgenes del río Almendares pero las malas condiciones de salubridad con mosquitos, plagas y falta de agua potable hicieron trasladar el asentamiento, ya de manera de nitiva, al llamado por entonces puerto de Carenas. El lugar fundacional propiamente dicho es el Templete de la bellísima Plaza de Armas, bajo la sombra de una frondosa Ceiba donde se o ci la primera misa y se reuni el primer cabildo. En la historia no hay caprichos, la ceiba como árbol sagrado de la santería o religión yoruba, esa mezcla de las religiones africanas con el catolicismo, tiene su simbolismo; todavía hoy la víspera del 16 de noviembre es una tradición rodear la Ceiba tres veces, arrojar unas monedas y pedir un deseo. Cuando el primer árbol de ceiba murió, el por entonces gobernador, Francisco Cagigal, decide levantar, a modo de monumento una columna barroca de tres lados conmemorativa de la fundación de la Villa. El Templete es el edi cio neoclsico más antiguo de La Habana y aunque monumento civil la imagen de la virgen del Pilar es parte de él, en lo alto de la columna conmemorativa, una muestra más de fusión religiosa. En el interior del Templete tres lienzos de principios del siglo XIX obra de J.B. Vermay representan esta historia fundacional. Con el nombre de Villa de San Cristóbal de La Habana se rendía tributo a los santos católicos y al jefe indígena local Habaguanex.
Una vez fundada la ciudad y según determinaba la época había que forti carla y amurallarla para protegerla de corsarios y piratas. De la muralla poco queda, sin embargo las Fortalezas de La Habana se sitúan entre las más antiguas y mejor conservadas de América: la de la Real Fuerza, de 1577 con Isabel de Bobadilla como “Giraldilla”, en la Plaza de Armas; San Salvador de la Punta de 1600; y la de Los Tres Reyes Magos del Morro de 1630. Es prácticamente el único legado que queda de los primeros años de la conquista.
Hasta aquí llega mi mención a la historia antigua de una recién colonizada Habana. Pre ero detenerme en La Habana actual, motor de pasiones, a la que han cantado poetas y compositores y que no deja indiferente a nadie. Hechicera pues tiene algo que te envuelve en un halo como de magia. Decadente, algunos hablan de una decadencia romántica. Ecléctica, como un manual de arte: mudéjar, renacentista, medio italiana medio española, morisca, habanera y también modernista. Culta; por todos sus poros transpira cultura, arte, historia y don de gentes. Generosa con los de fuera. Muy sufridora pero que enarbola su orgullo con gran dignidad.
ÁQU difcil de nirla!; la Òciudad de las Columnas” de Alejo Carpentier es una ciudad única en el mundo de esas que no son como un decorado en el que todo es perfecto, a modo de museo. Es una ciudad adaptada a la historia de un pueblo, a un recuerdo en la memoria de grandeza y a una realidad difícil pero que no merma el espíritu de lucha de un pueblo.
No hay una Habana, son múltiples pero todas ellas luchan por romper ese velo decadente que como una telaraña cubre muchos rincones de la ciudad y dar paso a una modernidad necesaria que entraña un desafío: mantener su esencia. Ahora la pregunta es ¿ cómo hacerlo?; pues bien un organismo con las ideas muy claras y con un auténtico visionario a la cabeza, D. Eusebio Leal Spengler y la O cina del Historiador de La Habana son los encargados de esta ingente tarea en la que han conseguido implicar a todos los habaneros con una adhesión casi reverencial y una ilusión romántica pues muchos de los proyectos son ya una realidad que les gusta y les anima a seguir y sacri - carse, una vez más, y dar “por La Habana lo más grande”.
La O cina del Historiador que existe desde 1938 es un equipo que progresivamente se ha ido haciendo más grande y multidisciplinario y que integra arquitectos, ingenieros, letrados, periodistas, humanistas, sociólogos, investigadores, paleógrafos, restauradores de pinturas, pinturas de caballetes y pinturas murales. Sus retos son muchos, salvar y conservar todo lo que se pueda, paredes, muros, arcos, columnas, galerías interiores y abrir a la vez paso a la modernidad y sus nuevas necesidades, abriendo nuevos hoteles en su centro histórico, dando paso a las casas particulares, bellamente restauradas, como alquileres a turistas, eclosionando La Habana y abriendo el corazón de la ciudad.
Esto era impensable en Cuba hace unos años pero las necesidades, principalmente económicas de la isla, la dureza del bloqueo y la realidad de que ser una isla “te aisla” del resto del mundo, han calado en muchas mentes. Así pues está resurgiendo una nueva Habana con su misma esencia. Sus columnas, portales y arcos que obedecían a la necesidad de guarecerse de las frecuentes lluvias, que a veces eran de días y días, y que obligaban a transitar por las calles entre columnas y pilares, siguen y seguirán estando, sin ellas no sería La Habana, pero cada día están más bellas; sus plazas siguen siendo su corazón pero si hace mucho que no has ido a La Habana no las reconocerás.
La Plaza de la Catedral y sus santeras esperan al turista con una imagen mucho más renovada, pulcra y seductora. La Plaza de Armas ha experimentado una auténtica transformación en el uso de sus edificios más emblemáticos, ambos del siglo XVIII. Estamos hablando de El Palacio del Segundo Cabo, emblemático edificio que actualmente es un moderno Centro de Interpretación de las Relaciones Culturales de Cuba con Europa sin perder un ápice de su valor histórico.
El Palacio de Los Capitanes Generales con su calle Tacón al frente y sus célebres adoquines de madera es la sede del Museo de La Habana y de toda Cuba.
La historia le ha deparado a este bello palacio innumerables usos entre ellos: residencia de 65 capitanes generales, prisión pública hasta 1830, residencia del representante del gobierno norteamericano en Cuba durante el periodo de intervención americana (1898-1902), palacio presidencial hasta 1920, sede de la primera Oficina del Historiador de la Habana, …, la historia de Cuba impregna las paredes de este bello edificio colonial con un bonito patio interior para ventilarlo y refrescarlo.
Dos detalles llaman nuestra atención: las campanas que decoran su fachada principal las cuales son un homenaje de Eusebio Leal a todas las campanas que dispersas por Cuba moraban en antiguas iglesias e ingenios azucareros; y la primera escultura que en Cuba se dedica a Colón que preside el patio interior del palacio.
Como curiosidad este palacio cuenta con un Salón del Trono, por si alguna vez algún rey de España decidía visitar Cuba. Este hecho nunca llegó a producirse. Presidiendo la Plaza de Armas, en el centro, la Estatua de Carlos Manuel de Céspedes rinde homenaje al padre de la patria cubana, primer revolucionario por la independencia de Cuba y primer Presidente de la República en armas. Sin duda uno de los cubanos más queridos por su pueblo.
También el Templete es parte integrante de la plaza al que me he referido como edificio fundacional de la ciudad.
Una de las plazas más antiguas de La Habana Vieja es sin duda la Plaza de San Francisco, en la cual se levantaba el antiguo Convento de San Francisco. Su proximidad al mar y el bullicio del mercado que se celebraba en su plaza perturbaban el silencio y su vida contemplativa y por ello los monjes deciden abandonar la zona. Actualmente es una sala de conciertos y sus capillas auténticos museos de arte sacro. La fuente de los leones regalo del conde de Villanueva a la ciudad la preside. El bellísimo edificio, hoy multifunción, de La Lonja del Comercio, que es entre otras ocupaciones sede de la emisora Habana Radio, a un lado y numerosas galerías de arte como la de Carmen Montilla o la de Nelson Domínguez por los alrededores convierten a esta plaza colonial en una de las más bellas de Cuba a la vez que rinde tributo al amor de este país a la cultura.
Además como si de una obsesión se tratara y de que bajo ningún concepto La Habana se convierta en una ciudad-museo no hay edificio rehabilitado que no integre en alguna de sus plantas viviendas, en mayor o menor medida, con independencia de su destino primario. Se crea así una ciudad viva en la que a los no reubicables se les proporcionan hogares nuevos en otros lugares según un orden prioritario.
En uno de los laterales de la plaza los amantes de las leyendas podrán disfrutar con la historia del “Caballero de París” y pedirle un deseo.
Sin necesidad de desviarnos mucho el Museo del Ron nos espera para mostrarnos como se extrae de la caña de azúcar su elixir para hacer ron, bebida que es para los cubanos lo que el vino es para los países mediterráneos, un elemento más de su cultura.
Muy cerca de la de San Francisco, la Plaza Vieja de finales del siglo XVII, con sus intensos colores y bellos vitrales en las plantas superiores de los edificios, sorprende al visitante. Sin duda es la plaza habanera que más transformaciones ha vivido a lo largo de su historia y sin duda la plaza en la que el trabajo de la Oficina del Historiador ha sido más duro y ha supuesto un mayor reto y hay que decir que ha quedado preciosa.
Desde el art decó Palacio Cueto en una de sus esquinas, hasta la primitiva fuente central que desde el siglo XVIII abastecía de agua a sus vecinos pasando por las dos esculturas de Fabelo de la penúltima Bienal de La Habana esta plaza es la mejor muestra de la historia de la ciudad y nos permite a la vez ver la evolución de la arquitectura cubana en algunos de sus más famosos edificios como son la Fototeca de Cuba, el Museo de Naipes, la Cervecera La Muralla y el Centro Vitrina de Valonia.
Tras abandonar sus plazas el impresionante Paseo del Prado aparece ante nuestra vista como el escenario de esa sociedad habanera de su máximo esplendor.
La vista se va hacia todos los lados, desde el impresionante Capitolio, el bellísimo e imponente Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, los edificios que ocupan los Hoteles Parque Central, Inglaterra, Sevilla, Packard,…, y otros muchísimos no tan bien conservados pero de gran elegancia y bellos colores y todo ello sin perder de vista los coloridos “almendrones” que te esperan para enseñarte la ciudad, los cocotaxis, las bicitaxis, sus bancos de mármol, faroles, leones de bronce que delimitan el paseo y un sinfín de puestos de venta de pinturas.
Esta es la imagen que mi imaginación tenía de La Habana y la que sin duda confirmé.
Y así hasta el mundialmente conocido Malecón Habanero, cantado, recitado, añorado, sentido, amado por todos los que soñamos con La Habana y con Cuba.
Podría escribir páginas y más páginas de muchos de estos sitios pero no es posible así que serán pocas letras y solo dos de ellos los elegidos para extenderme un poco.
Qué el Capitolio impresiona es cierto y mucho. Qué su escalinata, esculturas, puertas, salones sobretodo el de los Pasos Perdidos y el Simón Bolivar son obras del mejor arte es cierto, pero es en su edificio sur, el del Senado, donde en una de sus salas se rinde un homenaje además de merecido conmovedor a una parte de la historia de Cuba a través del Monumento al Mambí desconocido, ese campesino con sombrero de paja, machete en una mano y la bandera de Cuba en la otra que luchó por su independencia. A su alrededor las banderas de los países que la apoyaron, incluida la española pues también hubo españoles a favor de la independencia de Cuba. La llama perpetua, la corona de flores siempre frescas, detalles de la historia de Cuba por las paredes así como la primera letra del himno de
Cuba cantada ya por Pedro de Figueredo el 20 de octubre 1869 en Bayamo, de ahí el nombre de Bayamesa, un himno marcial de guerra. Todo en esta sala es un homenaje a la historia.
En segundo lugar la bellísima Estatua ecuestre de José Martí frente al Museo de la Revolución, muy cerca del Malecón, rinde homenaje de una forma nunca antes representada, a caballo, al posiblemente cubano de mayor proyección universal y uno de los más importantes pensadores políticos hispanoamericanos del siglo XIX. El Apóstol de la Independencia, el Héroe Nacional también precursor del modernismo literario latinoamericano José Martí. Se trata de una réplica exacta de la que se exhibe en Central Park obra de la artista norteamericana Anna Hyatt Huntington, en la zona que rinde tributo a los libertadores americanos. Además si sois admiradores de su obra e ideología no debéis perderos la plaza de la Revolución, su memorial y mirador con más de 109 m de altura.
Muy cerca, en el mismo barrio está el sorprendente Cementerio de Cristóbal Colón del que Raúl Castro recuperó los cuerpos de numerosos mambíes para que reposaran en la sala mencionada del Senado cubano. Este cementerio es como una pequeña ciudad colonial que merece la pena ser visitada. Algunos enterramientos son colosales por su tamaño y la belleza de su estética, y sin duda la mayoría son conmovedores.
Hasta aquí La Habana más turística, la Habana Vieja, pero aún queda mucha Habana, las otras Habanas, las de sus barrios como Habana Central con su ya muy reducido aunque siempre pintoresco barrio chino, el sorprendente callejón de Hamel que los domingos por la mañana es una fantstica esta afrocubana, y su Malecón. Estamos ante La Habana de mayores contrastes. El Barrio del Cerro con las Quintas de la burguesía criolla, el Estadio Latinoamericano y el Acueducto Albear. El Vedado que data de nales del siglo XIX, una Habana ms moderna de edi cios ms altos, con gran diversidad de estilos arquitectónicos, paseos, avenidas y jardines. En ella están los mencionados anteriormente Cementerio de Cristóbal Colón y la Plaza de la Revolución además del emblemático Hotel Nacional, la Heladería Coppelia y la calle Rampa. Por último el Barrio Playa, al noroeste de la ciudad, comprende las exclusivas Miramar y Siboney, también Jamanitas donde el barrio Fuster despliega un arcoíris de fantasía extraña con toques de Gaudí por todo el vecindario y sin olvidar Santa Fe, Buena Vista y Romerillo y uno de mis favoritos el Parque Almendares y la Isla Jose na, también llamado “Bosque de La Habana” en el que a modo de Retiro madrileño los habaneros disfrutan del pulmón verde de la ciudad y su río. En él podréis ver los famosísimos jagüeys, árboles con muchísimos troncos de varios grosores que a mí me encantan.
Pero como el ser humano no sólo vive de cultura y arte, que a esta ciudad le sobra, habrá que buscar sitios para disfrutar de la buena música cubana y del ron, su bebida nacional. No os voy a negar que la Bodeguita Del Medio, el Floridita en la bellísima calle Obispo y el Hotel Ambos Mundos os van a deleitar con sus mojitos y daiquiris pero hay tantos lugares en La Habana donde los hacen tan ricos que cuesta mencionar sólo unos cuantos. Si hablamos del ocio nocturno hay tres imprescindibles: el Salón Rojo del Hotel Capri, la sala Tropicana y la Fábrica de Arte Cubano. Cualquiera será una buenísima muestra de lo que es la vida nocturna Habanera.
Mis últimas palabras son una re exin. Ni los fenmenos de la naturaleza, que pueden llegar a ser muy crueles con esta bella isla; ni los bloqueos internacionales y sus leyes Helms Burton; ni las necesidades fundamentalmente económicas de las que es víctima, han robado un ápice de alegría, hospitalidad y dignidad al alma de Cuba cuyo principal valor son sus gentes.