De teléfonos y botellas de champán
No faltan los mitos y las historias de lo que en su interior ha sucedido, y en mis largas temporadas en esta ciudad he oído un sinfín de ellas. Ciertamente hay dos que cautivan: la primera, la de Marlene Dietrich y Orson Welles (el director ya había tenido aquí un intenso capítulo amoroso con Rita Hayworth), que alojados en este hotel en la década de 1940, comenzaron una competición amistosa para ver quién podía lanzar una botella de champán más lejos desde sus respectivos balcones hacia el mar. El juego terminó cuando Marlene, rompió su ventana. La otra, la protagonizan Frank Sinatra y Ava Gardner quienes en repetidas ocasiones encontraron aquí un refugio para su historia de amor. En una de estas estadías, Sinatra arrojó el teléfono por la ventana de su habitación en un arranque de frustración debido a una mala conexión telefónica. Cuentan que después de mandar el teléfono por los aires, el equipo del hotel reemplazó el aparato dañado por uno nuevo con la intención de mantener feliz al cantante. Sin embargo, Sinatra, impresionado por la eficiencia del servicio, supuestamente decidió arrojar el nuevo teléfono por la ventana también, solamente para ver si sería reemplazado de nuevo. Una anécdota que deambula entre el humor y la extravagancia, pero que, al igual que la anterior, es una historia legendaria asociada al Copacabana Palace.
Durante la visita oficial de la Princesa Diana de Gales a Brasil en 1991 el hotel fue la comidilla de la prensa, justo un año después de que Michael Jackson hiciera de su estancia aquí un hecho mediático como “Rey del Pop”. No es secreto que este edificio, y en particular este hotel, dejan con su centenario, historias de magia y distinción, un legado invaluable para una ciudad que gracias al Copacabana Palace es incluso más “Maravilhosa” (y más déco).