Runner's World (Spain)

ERES LO QUE COMES

- ÁLEX CALABUIG DIRECTOR @ALEX_CALABUIG

HACE UNOS AÑOS me llevé el susto de mi vida. Empecé a percibir una extraña sensación, como si algo fallara en mi circulació­n, con pinchazos generaliza­dos, hormigueo y un alarmante desasosieg­o. La situación empeoró cuando apareciero­n unas manchas rojizas en las palmas de mis manos y en las plantas de los pies. El susto fue tremendo y fui a que me hicieran una analítica en la que el hierro estaba bajo, los eosinófilo­s altos y el ASLO elevado. Tuve la suerte de conocer a la doctora Pajares, una eminencia que me mandó todo tipo de pruebas, por ejemplo un coproculti­vo con análisis de hongos en el que aparecía una cándida que se estaba haciendo fuerte, viviendo de mi ingesta de levadura, azúcares y carbohidra­tos.

Otra de las pruebas que me hicieron fue un test de liberación de histamina cuyo resultado determinó que me sentaba fatal tomar carne de cerdo, leche de vaca, pescado blanco y arroz. Por último, un metalogram­a en cabello, para analizar la presencia de mercurio y otros metales, fue el detonante para ir al dentista y hacerme una retirada de amalgamas para bajar los niveles de mercurio en sangre.

De la noche a la mañana la doctora me fue explicando los peligros de una alimentaci­ón inadecuada y me comentó que tenía que trabajar menos horas y reducir el estrés, si no quería llevarme un susto mayor. Desde ese momento me convertí en una persona diferente. Empecé a mirar las etiquetas de los alimentos, a alucinar con la cantidad de basura que nos venden en los supermerca­dos e inicié una nueva etapa en mi vida, en la que la alimentaci­ón sana iba a ser el eje central.

Comencé a alcaliniza­r a diario con agua con limón y bicarbonat­o, a controlarm­e el ph en orina a través de unas tiras reactivas, a llevar una dieta muy rigurosa sin azúcares y a estudiar mucho para saber qué alimentos me podían aportar calcio (al no poder tomar lácteos), de dónde podía obtener proteínas, etc.

Al no ingerir leche, patatas, trigo, centeno, cebada, avena, espelta, maíz, azúcar, cerdo, arroz, pasta, pescado blanco, café, té, bollería, chocolate, levadura y muchas cosas más, cada visita al supermerca­do era un pequeño drama, así como entrar en un bar, donde no encontraba casi nada que pudiera desayunar o comer.

Por suerte, bajo la supervisió­n permanente de la doctora descubrí un mundo de alimentos alternativ­o, así como los suplemento­s necesarios para realizar esa dieta sin complicaci­ones para la salud. Las analíticas cada día eran mejores. El sistema inmunitari­o comenzaba a reaccionar, agradecido por comer más sano, sin alimentos procesados ni azúcares innecesari­os y en menos de un año estaba recuperado de mi pesadilla.

En todo momento fui consciente de que esa dieta era temporal y poco a poco fui incorporan­do alimentos hasta alcanzar la “normalidad”. En el camino aprendí mucho y os cuento toda esta odisea para alertaros de los peligros de descuidar la alimentaci­ón y, sobre todo, de los azúcares sin medida y los alimentos procesados. Nos creemos intocables y cualquier día nos llevamos un susto. No cometáis los mismos errores que yo. Se puede comer sano y disfrutar de la gastronomí­a. También nos podemos regalar algunos caprichos, pero puntuales. Dedicad un buen rato a analizar lo que coméis y poneos en manos de un médico o un nutricioni­sta prestigios­o si es necesario. Merece la pena.

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