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EXCELENTES PARA TU RECUPERACI­ÓN

- POR ÁLEX PÉREZ

EL MELÓN Y LA SANDÍA CONTIENEN COMPUESTOS BENEFICIOS­OS PARA LOS MÚSCULOS Y LA PIEL “En realidad, el melón puede favorecer el sueño y combatir el insomnio”

SI HAY UNAS FRUTAS propias del verano, éstas son el melón y la sandía. No sólo son de temporada; su textura jugosa y su gran poder refrescant­e invitan a su permanente consumo durante toda la época estival. Lejos de parecer contener otra cosa que no sea ag ua, tanto la sandía como el melón presentan un alto contenido en substancia­s realmente útiles para el organismo humano y de cuya acción también se pueden aprovechar los corredores. ¿Y cuáles son? ¿En qué beneficios se traducen?

ALIVIO DE LA FATIGA MUSCULAR

Las dos frutas son ricas en fibra, antioxidan­tes y minerales como el potasio. Este último, un ion, tiene una relevancia clave en la contracció­n muscular y la transmisió­n del impulso nervioso. El potasio se pierde a través de la sudoración, por lo que en verano conviene comer mucha fruta (alimentos especialme­nte ricos en dicho mineral) para asegurar su aporte. Una tajada de sandía de 200 g puede contener unos 200 mg de potasio. ¿Es cierto entonces que la sandía puede aliviar la fatiga gracias a su contenido en L-citrulina y potasio? Por el potasio, seguro que sí. En cuanto a la L-citrulina, aminoácido no proteico ni esencial y abundante en la sandía, se transforma en L-arginina en nuestro organismo y a su vez en óxido nítrico (NO), para lo cual necesita amoniaco, un metabolito que se produce tras el ejercicio intenso y que en altas concen- traciones genera sensación de fatiga. Por eso se relaciona la L-citrulina como facilitado­r de la recuperaci­ón, por hacer descender los niveles de amoniaco (NH3) en sangre. Pero el cuerpo tiene mecanismos propios para regular el metabolism­o y no se puede intervenir siempre como nos gustaría. De todos modos, aparte de pequeños estudios que sugieren dicha relación, no hay ningún gran trabajo científico que lo corrobore. Si comes sandía, hazlo porque te gusta, por su gran poder de hidratació­n y riqueza en potasio (que ayuda de veras a recuperar), pero no lo hagas por ningún milagroso efecto de su L-citrulina sobre tus niveles de NH3. La citrulina se halla sobre todo en la piel de la sandía. En la pulpa, su presencia disminuye.

PROTECCIÓN FRENTE A LA RADIACIÓN SOLAR

Tanto el melón como la sandía contienen vitaminas A y C. El melón es más rico en vitamina A, circunstan­cia que puede favorecer el cuidado de la piel. La cantidad de provitamin­a A (betacarote­no) que tiene es bastante alta, sobre todo en los melones de la variedad cantalupo (redondos y pequeños). La provitamin­a A se acaba transforma­ndo en nuestro organismo en vitamina A, también conocida como retinol. En los típicos melones piel de sapo de pulpa amarilla (por ejemplo, los de Villaconej­os, en Madrid) hay algo menos, pero su presencia sigue siendo alta. Eso sí, como como fruta rica en vitamina

A, al mango no le gana nadie, y ahora también los cultivamos en Andalucía y Murcia. La vitamina A tiene función antioxidan­te, nos protege de los rayos UV una vez está integrada en la epidermis, e interviene en ciertos procesos bioquímico­s de la visión.

REFUTANDO EL REFRÁN

Por la mañana oro, por la tarde plata y por la noche mata ... ¿De verdad? En realidad, el melón puede favorecer el sueño y combatir el insomnio. Es cierto que en ocasiones puede ser algo indigesto, sobre todo si no está demasiado maduro. Si un melón nos sale “pepino”, mejor cambiar de fruta nocturna. Y si lo comemos frío, recién sacado de la nevera, ojo con él. Los alimentos demasiado fríos, aunque apetecible­s, pueden resultar indigestos. Pero si lo comemos en su punto y la cena previa no ha sido demasiado copiosa, el melón facilitará que caigamos en los brazos de Morfeo, a l ig ual que pasaría con cualquier otro alimento ligero (80% de agua) que nos aporte un poco de azúcar y sea de fácil digestión.

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