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A Cucharadas

EL TIEMPO ESTÁ LOCO, ABSOLUTAME­NTE CAMBIANTE, Y DEL OTOÑO DE ANTAÑO POCO QUEDA. PERO, BUENO, SUPONGAMOS QUE AÚN SE MANTIENE EN ALGUNAS ZONAS DE NUESTRA GEOGRAFÍA Y HABLEMOS DE CÓMO PASAMOS DE LAS COMIDAS DE VERANO A LAS DE INVIERNO.

- POR ALEX PÉREZ

El otoño ya invita a comer potentes platos de cuchara, tu puchero saludable.

EL VERANO se caracteriz­a por el consumo de un tipo de alimentos y preparacio­nes que tienden más a lo fresco, ligero e hidratante. Como homeotermo­s que somos, debemos mantener una temperatur­a corporal estable, alrededor de los +35,5 ºC. Si hace frío, debemos activar la calefacció­n corporal. Si hace mucho calor, la refrigerac­ión. Frío y líquido es lo que necesitamo­s en el estío.

En el invierno, la calefacció­n necesita energía para funcionar. Consumimos más calorías cuando el tiempo es frío. Por eso nos apetece más comer de puchero en invierno, por las calorías del plato y por el calor que nos genera en el interior de nuestro estómago la propia ingesta de un plato caliente.

La refrigerac­ión requiere agua. El exceso de calor de nuestro organismo se debe eliminar y lo hacemos, sobre todo, a través del sudor. El agua transmite muy bien la temperatur­a, por lo que al transpirar­la y evaporarse de nuestra piel evacuamos ese calor que nos sobra.

Un otoño al uso requiere de comidas mixtas: ni frías ni calientes, sino todo lo contrario. Es decir, en función de la temperatur­a del día y de la actividad física que hagamos, vamos a ir adaptando nuestra dieta. Tampoco es lo mismo un otoño en la recia Castilla que en el plácido Levante. La diferencia térmica puede ser muy grande en un clima continenta­l (de hasta 20 ºC) entre el día y la noche) y más suave en una zona litoral (de apenas diez). Quizá la mejor de las opciones es comer frío (si hace calor) y cenar caliente (si hace frío). En el contraste está la clave.

COMIDAS Y ALIMENTOS OTOÑALES

Para mucha gente, el otoño acompaña la vuelta a la ruti- na de trabajo o estudios después del verano. Es un buen momento para reorganiza­r la dieta y nuestros entrenos después del merecido relax vacacional (quien lo tenga), donde la tendencia al desorden alimentari­o y deportivo suele ser lo más habitual.

Los platos de cuchara empiezan a apetecer. De primero sopas, cremas o algún potaje de legumbre, alternados con las ensaladas de todo tipo y los platos de pasta o arroz. Son platos calóricos y “calentones”. De segundo, tampoco deben ser demasiado potentes, más o menos como todo el año: carne, pescado, huevos u otros, en preparacio­nes más bien ligeras y con guarnicion­es vegetales. De hecho, donde hay más diferencia entre platos de verano e invierno es en el grupo de los primeros platos, por la opción frío o caliente. De postre, como siempre, una colación a base de fruta o lácteos ligeros.

Hoy en día podemos comer de todo durante todo el año. La bendita (o maldita) globalizac­ión nos permite consumir alimentos de cualquier punto del globo. Si aquí en España es otoño, en Chile es primavera. De todas maneras, si nos ceñimos a la estacional­idad real de nuestro país, en cuanto a vegetales el otoño es la mejor época para las:

Verduras: Espinacas y acelgas, calabazas, coles, zanahorias, boniatos, pimientos, berenjenas y setas silvestres.

Frutas: Granadas, caquis (palosantos), higos, mandarinas, peras, manzanas, castañas, membrillos y uvas.

Un otoño al uso requiere de comidas mixtas: ni frías ni calientes. Adaptaremo­s nuestra dieta en función de la temperatur­a del día y de la actividad física que realicemos.

GRANADA, FRUTA SOÑADA POR MÍ

La granada es una fruta muy especial. Podemos consumirla como postre, desgranada sola o mezclada con otras frutas, o formando parte de una ensalada. O con yogur, combinando sus crujientes granos con otros frutos rojos.

Es una fruta poco calórica y su contenido en carbohidra­tos es muy bajo, pero es rica en potasio. Y abundante en taninos y flavonoide­s, de gran efecto antioxidan­te.

Los taninos, a parte de antioxidan­tes, son unos efectivos astringent­es y antiinflam­atorios. Si tienes problemas digestivos o diarrea, la granada está muy indicada. La piel tiene propiedade­s vermífugas y antiguamen­te se usaba (en decocción) para eliminar parásitos intestinal­es: lombrices e incluso la tenia.

La granadina es un jarabe que se obtiene a partir de la adición de azúcar al jugo de la granada y que se emplea, previament­e diluida, como bebida refrescant­e o en la elaboració­n de combinados. Su contenido en azúcar es muy alto (un 50% o más de su peso), pero si la mezclamos con agua (en una proporción de 1 parte de granadina por cada 7 de agua), la bebida queda algo aligerada y perfecta para consumir.

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