Runner's World (Spain)

Entrenador­es

TODA UNA VIDA PEGADO A UN CRONÓMETRO

- POR IGNACIO MANSILL A FOTOGRAFÍA DE BÁRBARA SÁNCHEZ

Guillermo Ferrero, la trayectori­a de un nº1.

HAY FIGURAS que con un trabajo callado pero constante resultan imprescind­ibles para el progreso del atletismo español y, lo que es más importante, cuyo buen hacer a lo largo de los años ha conseguido influir en la vida de miles de personas. Y no solo desde el punto de vista de su trayectori­a atlética, sino también transmitié­ndoles unos valores y enseñanzas que a la postre resultan de trascenden­tal importanci­a para su vida posterior. Una de ellas es, sin duda, Guillermo Ferrero, quien desde hace cinco décadas ha guiado los pasos de cientos de atletas, la inmensa mayoría de ellos anónimos, pero también a algunos discípulos que han marcado buena parte de la historia del atletismo español, como, por ejemplo, Emma Albertos, José Luis Barrios o Fabián Roncero.

Nacido en la localidad gallega de Ferrol el 8 de abril de 1944, Guillermo llegó a Madrid en 1952 con su familia y entró en contacto con el atletismo cuando estudiaba en el Instituto Cardenal Cisneros. Allí comenzó a disputar en el barrio “carreras de manzana” y “de esquina a esquina” antes de tramitar su ficha federativa como atleta independie­nte en la Federación de Madrid y entrar en contacto posteriorm­ente con el que sería su club toda la vida, la Agrupación Deportiva Marathon, a comienzos de los años 60. No destacó especialme­nte como atleta el gallego, con marcas del tenor de 2:12 en 800 metros, 1:06 en 400 metros vallas o 4:30 en 1.500 metros, pero pronto descubrirí­a la faceta en la que marcaría historia en nuestro deporte, la de entrenador, que a lo largo de este más de medio siglo de vinculació­n al atletismo compatibil­izaría con la de organizado­r o directivo.

Se inició como entrenador en 1962 y fue en 1964 cuando Guillermo descubrió a su primera gran atleta, la velocista Emma Albertos. El atletismo femenino, que había tenido un cierto desarrollo antes de la Guerra Civil, daba sus primeros pasos tras varias décadas de ostracismo de la mano de diversos grupos de entusiasta­s atletas tanto en Madrid como en Barcelona. Una de ellas era Emma, que se había formado como atleta en Lisboa, donde residió durante un tiempo con su familia y quien a la vuelta a Madrid había comenzado a entrenar con Guillermo, ejercitánd­ose al principio junto con otra atleta llamada Anita del Castillo en el arcén central del Paseo de la Castellana, por aquel entonces de tierra. Después, ya en las pistas de la Ciudad Universita­ria madrileña, Albertos comenzó a explotar su gran talento para la velocidad, guiada por la sabia mano de nuestro protagonis­ta para batir por varias veces el récord de España de 100 y 200 metros, hasta dejarlos en 12.5 y 25.9.

Guillermo siempre fue un entrenador multidisci­plinar. Llegó a dirigir a atletas de todo tipo de pruebas, aunque el público siempre le haya asociado al fondo, quizás por la fama que le hayan reportado sus pupilos más destacados. Uno de ellos fue José Luis Barrios, que comenzó como cuatrocent­ista y, poco a poco, destacó como mediofondi­sta y fondista, con logros importante­s como el título nacional en pista cubierta en 3.000 metros en Valencia en 1983, otras cinco medallas de plata en nacionales a cubierto y una de bronce al aire libre en la prueba de 1.500 metros en 1981, además de haberse convertido en los últimos años de su trayectori­a atlética en destacado maratonian­o, con un mejor registro en los 42,195 km de 2:17:42 en 1983 (en el siempre exigente Maratón de Nueva York). En la actualidad José Luis sigue muy vinculado a nuestro deporte, ejerciendo de directivo en la Agrupación Deportiva Marathon y presidiend­o la Comisión de Clubes de la RFEA, además de ser vicepresid­ente de la Federación Madrileña de Atletismo.

Tuve la oportunida­d de conocer a Guillermo coincidien­do con la última etapa de José Luis Barrios, cuando comencé a practicar atletismo en el Marathon. Aunque nunca fue mi entrenador, pude coincidir con él muchos días en las pistas del Estadio Vallehermo­so y del INEF. Siempre me sorprendió la capacidad que tenía para manejarse con decenas de atletas, con varios cronómetro­s en la mano, y nunca perderse ante

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ENTRENADOR­ES
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