TIPOS DUROS
Antes de partir hacia Ouarzazate ya tenía heridas en las espinillas, un hematoma bajo de la nuez y una colección de dolores producidos por una adaptación que, temo, nunca se va a materializar. Golpes contra las halteras, apuntarme a clases de crossfit, nadar, todo lo que pudiera servirme. Me faltó prender un parque de mi barrio para saltar sobre el fuego y arrastrarme bajo las alambradas de los colegios. Ambas actividades son constitutivas de delito, así que hice la maleta.
CIERTO. LUEGO TODO ES MENOS FIERO. La organización monta un soberbio recorrido y sólo algunos de los obstáculos quedan fuera del alcance de un corredor que luce dos escobillas por brazos y una percha de ropa de mercadillo. Una buena parte del recorrido se monta en una sorprendente ciudad cinematográfica. Uno se deja las yemas de los dedos y las rodillas estampándose contra los obstáculos situados en los mismos espectaculares estudios donde se grabaron películas como La Momia o Gladiator. Sin adentrarse demasiado en las dunas, uno se siente en un lugar donde la palabra aventura cobra sentido.
Pero dejemos de hablar de las penurias de un runner metido a trepar a contenedores como si fuéramos a saltar a lo alto de un tren en marcha. Acudimos a conocer un nuevo evento que se desarrolla como cabecera de actividades de promoción cultural y desarrollo de la región.
Toda la infraestructura nos acogió a escasos cuatro kilómetros de Ouarzazate. Este evocador nombre es la joya de las fortificaciones del desierto que protegían la entrada a la cordillera del Atlas, el hermano mayor de Sierra Nevada. Desde el Hotel Óscar y los estudios de cine Atlas salía el ambiente de las carreras de obstáculos y a esas mismas instalaciones llegaba una riada de habitantes locales atraídos por el programa cultural y musical del fin de semana.
El objetivo del evento es dinamizar la zona durante unos días. Al frente se encuentra el reconocido Hasan Baraka, deportista multifuncional marroquí que ha nadado medio mundo y corrido el World Marathon Challenge, con sus 7 maratones en 7 días consecutivos. Con el apoyo técnico y logístico del equipo de YouFirstSports y de los expertos de la Maori Race barcelonesa como gestores de todo el tinglado logístico, la Morocco Obstacle Race quiere servir para añadir fiesta a través del deporte.
La baraka es también una especie de presencia espiritual a la cual se refieren los países islámicos y es la chispa que ha encendido esta actividad tan divertida, occidental y gamberra, en mitad de una zona aislada de las grandes paridas del mundo moderno. La organización y el corazón de Hasan son capaces de sacar de casa a cientos de habitantes de Ouarzazate y ver cómo una legión de crosfiteros y de runners se parten el pecho por diversión. El apoyo masivo de la Agencia Marroquí de las Energías Renovables (MASEN) es fundamental. Su portavoz en el evento nos insistía en que el deporte era uno de los pilares en los que querían apoyarse
a largo plazo para dinamizar ese valle del Draa que se alejaba todo lo que da la vista. Y tiene toda la pinta de que se ha conseguido el objetivo. Al final del evento, instituciones y patrocinadores competían por pujar por ediciones futuras, con lo que tienes garantizada diversión y una pequeña aventura en el desierto para, mínimo, el año que viene.
Uno de los grandes problemas de esta entrada hacia el desierto es el aislamiento. Hoy día es un viaje absolutamente mareante llegar hasta allí salvo que se opte por enlazar vuelos regionales. El traslado desde Marrakech te abre a una expedición montañera cruzando la cordillera que asciende hasta los 4.000 metros. Cuatro horas navegando en zigzag por la carretera RN-9 ponen a prueba los cuerpos tanto o más que unas cuerdas para trepar. El regalo de la vista de esos mastodontes y poder presenciar hasta dónde llega la flexibilidad del ser humano para colonizar territorios es un plus para el viaje. De todas maneras, se abren las posibilidades de traslados hasta Ouarzazate a partir de noviembre dado que habrá un vuelo directo desde Madrid. Se perderá aventura pero se garantiza optimizar los días de vacaciones para el salto hasta esos reg, las llanuras pedregosas del sur marroquí por las que la carrera te llevará.
De una manera más o menos rápida, el acceso a la aventura y el ambiente cordial que reina en esta carrera está garantizado. El entorno sobre el que se corre es un patio de juegos fabuloso. El recorrido se hizo discurrir por los decorados de los estudios Atlas y su leyenda apuntalada en cartón-piedra. Colinas en las que habían construido fortalezas para películas como Gladiator (rodeamos el mercado de esclavos que se conserva del rodaje de la película), callejuelas donde se rodó La Momia o Lawrence de Arabia y decorados de Asterix y Cleopatra.
MI CUERPO ESCOMBRO VERSUS LAS MONTAÑAS DE MÚSCULOS
Una vez que se acepta la participación solamente hay que dejarse llevar por el evento y mimetizarse con el paisanaje. En la primera edición predominaron los corredores locales, que volaban por los pedregales triturados por el viento y el sol. Fueron vencedores en todas las distancias y categorías. Pero una de las gracias de un evento de obstáculos, también llamados OCR (Obstacle Course Racing), recae en que nos mezclemos con nuestros semejantes que habitan los gimnasios.
Sin temor a compararnos con los especialistas en las carreras de obstácu-
los, un batallón de aficionados al culto al trabajo de fuerza compartió dorsal con nosotros. La estrategia a asumir, más allá de vernos con fuerzas para gatear, empujar, acarrear o saltar cercas como si tuviéramos que huir del propietario del melonar, es saber el sitio de cada uno. Una elección acertada de la distancia (7 o 13 kilómetros, en este caso) nos mide a esos cuerpazos de impresión a los que parecen haber empalmado con retales de seres mitológicos. Os puedo asegurar que esos corceles que corren con y sin camiseta son humanos (a su manera) y que tras cuatro saltos gráciles llegan los tramos de trabajo aeróbico. Ay, amigos y amigas,
cuando los ves echar a caminar, sientes como tu trote cochinero es una zancada poderosa. Una zancada con heridas en las rodillas y un moratón en la tripa, pero una zancada competidora.
Y el adelantado y el adelantador se ríen, cruzan un plurilingüe “¿Todo bien”?, y chocan los puños pensando en que, doscientos metros más adelante, otro será el que pase un apuro subiendo la cuesta o intentando salir de una charca de paredes verticales. Lo mejor que se puede hacer es admirar la montaña de músculos que se apilan frente a ti y concentrarte en esas camisetas que hacen cabriolas sobre unos maderos apuntalados ahí delante.