Runner's World (Spain)

CIELO

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CIELO E INFIERNO. Así es la Behobia - San Sebastián. Una carrera en la que, sin ningún lugar a dudas, merece la pena ponerte el dorsal. Te contamos por qué en los siguientes párrafos.

Hablan los corredores en la meta del Boulevard de Donosti sobre la belleza de una carrera que les ha generado más sonrisas que lamentos. De que los poros de su piel han vivido excitados a lo largo de los 20 kilómetros de la prueba, entre la emoción de los ánimos del público y el sudor que no paraba de emanar debido al esfuerzo. Y uno, que acaba también de cruzar esa línea de meta, se pregunta qué tendrá esta carrera que tanto elogian el resto de corredores pero que le ha hecho sufrir como pocas veces. Una carrera que le ha llevado hasta el límite y que todavía no ha empezado a saborear.

Y aun así sabe que merece la pena ponerse el dorsal.

Porque vamos a ser claros. La Behobia es una carrera que hay que correr, que destaca por su ambiente festivo y en la que puedes sentirte como un auténtico corredor de élite sea cual sea tu nivel, pero que es dura. Durísima. Para muestra las fotos que ilustran este artículo, con las dos de Jaume Leiva a la cabeza, en la que se puede apreciar la extenuació­n del corredor que alcanzó la línea de llegada en primera posición. Imagínense el transitar del resto de participan­tes, exhaustos por las tremendas rampas del Alto de Miracruz, la subida a Gaintxuriz­keta o la trampa de Capuchinos. ¡Ay, Capuchinos!

Y aun así, merece la pena ponerse el dorsal.

Y es que el perfil de Behobia - San Sebastián no engaña. Incluso diría que, en cualquier caso, resulta bastante benévolo con la realidad del recorrido. Los locales te dirán que son “simples tachuelas” o “un repecho de nada”, pero cuando tus piernas acumulan ya varios kilómetros esas rampas se empiezan a hacer eternas. Y mejor no hablamos de las bajadas, en las que sabes que tienes que correr rápido si quieres obtener un buen tiempo en meta, pero que destrozan los cuádriceps a cada zancada.

Y aun así, merece la pena ponerse el dorsal.

Tampoco es una carrera sencilla a nivel logístico. Si duermes en Donosti, tendrás que coger un tren que te lleve hasta la salida en Behobia, junto a la icónica Isla de los Faisanes. Hasta allí tendrás que ir con lo que vayas a competir, por lo que conviene llevar algo de ropa vieja para dejar en la salida o algún poncho o plástico reutilizab­le. Por ello, todos los prolegómen­os habituales a una carrera se verán afectados. Por el contrario, si duermes en la zona cercana a la salida (Irún, Behobia o la ya francesa Hendaya), tendrás que regresar hasta allí una vez finalizada la carrera.

Y aun así, ¿saben qué?, merece la pena ponerse el dorsal.

Si hablamos de la oferta cultural y gastronómi­ca, puede que sea mejor calificarl­a como un arma de doble filo. ¿Cómo vas a presentart­e en una de las capitales del buen comer y el buen be-

ber y vas a dejar pasar la oportunida­d de disfrutar de los mejores pintxos regados con buenos vinos de la tierra? Algunos consiguen abstraerse y dejar de lado semejantes placeres terrenales para cuando la medalla de finisher esté colgando de su cuello, pero otros son incapaces y acaban dando tumbos por el Casco Viejo donostiarr­a hasta altas horas, con el reconcome que supone tener que afrontar en pocas horas (y con algunos vinos de más en el cuerpo) los 20 kilómetros que transcurre­n entre la frontera francesa y la capital guipuzcoan­a.

Y aun así, merece la pena ponerse el dorsal.

El respeto por la prueba y su organizaci­ón es otro de los principale­s argumentos para presentars­e en la línea de salida de Behobia. Pocas carreras hay en España en las que se acate de tal manera la disposició­n de la salida, siempre por cajones en función del tiempo acreditado. También es verdad que los organizado­res no se andan con miramiento­s y descalific­an a todo aquel que adelante su salida y se coloque en un cajón que no le correspond­e. No importa que la cifra de llegados a meta sea menor, ya que es más importante dejar claro que allí, con ese dorsal en el pecho, el respeto por el deporte y la carrera es lo primero.

Y aun así, claro, merece la pena ponerse el dorsal.

Por todos estos motivos y alguno más que resulta imposible contar con palabras merece la pena estar en Behobia - San Sebastián. Como te hemos dicho, tienes que saber que es una carrera con un precio de inscripció­n elevado, que tampoco es una carrera cómoda en la que la línea de salida es accesible, que su recorrido es tremendame­nte duro y que si tu objetivo es hacer un buen tiempo en 20 kilómetros no es el mejor lugar para lograrlo. Pero todo eso merece la pena solo por vivir la experienci­a que supone subir el Alto de Miracruz empujado por el ánimo de miles de aficionado­s agolpados en los laterales de la carretera y saber que, desde su agónica cima, una bajada te conducirá hasta el corazón de la Bella Easo.

Desde ahí, la recta más eterna de toda tu vida. Sonrisas y gestos de sufrimient­o se intercalar­án en algo más de un kilómetro que resume a la perfección lo que es la Behobia - San Sebastián. Una mezcla agridulce que, como todo buen sabor, engancha a cualquiera.

Porque en el asfalto vasco el dolor de piernas se enmudece con el “aúpa chaval” de la cuadrilla de amigos que difruta del almuerzo en el arcén de la carretera. Porque cuando tu cabeza te dice que ya no puede aguantar más, la mirada cómplice de esa chica que espera a algún familiar hace que sigas hacia delante. Un metro tras otro y así hasta completar 20.000. Probableme­nte, los mejores 20 kilómetros de toda la geografía penínsular. Sufrirás como nunca pero querrás estar de nuevo el año siguiente junto a la Isla de los Faisanes, con un dorsal.

Y así volver a saborear el cielo y el infierno de Behobia - San Sebastián.

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Nacho Barranco
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Por Nacho Barranco Fotos Félix Sánchez
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Iraitz Arrospide fue segundo en línea de meta y, además, primer guipuzcoan­o. En 2017 fue tercero. ¿Vencerá en 2019?
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