Runner's World (Spain)

María Vasco

A SÍ 20 QUE PA SEN {{{ AÑOS }}}

- Por Ismael Pérez Fotografía Talaiot Estudios

El 28 de septiembre de 2000 nadie esperaba un podio de María Vasco en la final olímpica de los 20 kilómetros marcha. Con una marca del montón y solo 24 años, la catalana sorprendió con un bronce que fue la primera medalla olímpica española del atletismo femenino en la historia… y la única de Sídney.

MMaría Vasco fue la pionera inesperada. Llegó a Sídney con la vigésima marca de las participan­tes en los 20 km marcha e hizo historia en una prueba en la que las favoritas fueron cayendo descalific­adas mientras ella avanzaba desde atrás. Pero ¿cómo llegó hasta ahí? Todo empezó una tarde de agosto de 1986, cuando con 11 años cambió de canal de televisión y se encontró a su vecina de Viladecans, Maricruz Díaz, ganando el campeonato europeo de 10 kilómetros. Se enamoró de la disciplina y al mes siguiente se unió al grupo de niños que entrenaba el padre de Díaz, pese a que esta siempre se mostró distante con ella. Allí se jugaba demasiado y a María le gustaba entrenar en serio. Con 20 años ya estuvo en los Juegos Olímpicos de Atlanta y con 24…

¿Qué recuerdas de Sídney?

Me parece increíble que vaya a hacer veinte años porque no lo veo tan lejano y lo recuerdo perfectame­nte. Fue una prueba dura por la meteorolog­ía [17 ºC y 93% de humedad], y yo partía con el objetivo de conseguir un diploma, que era difícil con mi marca de 1:30 h, pero en un campeonato no puedes guiarte por las marcas. En el primer tramo iba lejos de la cabeza, entre la décima y la vigésima, y a partir de la mitad cambiaron las cosas: descalific­aciones, desmayos... Me encontré genial, aguanté el calor, nunca fui suicida y, al ver que caían las de delante, me animé. Pensaba que iba a ser cuarta, pero la australian­a [Jane Saville] estaba descalific­ada y no se lo dijeron hasta el túnel del estadio.

¿En tu interior no lo veías posible? Hay que ser realista, las medallas eran muy caras. La prueba era por la mañana, pero hasta que subí al podio por la tarde no creí que fuera medallista.

¿Cómo fueron los últimos entrenamie­ntos para Sídney?

Había estado en altura, en Sierra Nevada, y me encontraba muy bien. Luego estuvimos un mes en Sídney y los primeros 15 días la adaptación fue pésima para todo el mundo, y no había manera de dormir. Cuando me fui a la villa olímpica, los entrenamie­ntos salieron bien, pero solo para conseguir estar en mi marca, que es lo que hice [1:30:23 h].

Puedes presumir de que nunca te han descalific­ado. ¿Cómo se alcanza la perfección técnica?

He sido considerad­a como una de las mejores del mundo técnicamen­te y eso es a base de constancia, de entrenamie­nto, de no descuidar la técnica. Siempre he tenido entrenador­es para los que era fundamenta­l marchar bien antes que ir rápido. En España se cuida mucho la técnica, eso nos caracteriz­a.

¿La marcha es justa o es imposible controlar que todos cumplan la técnica? Hay cosas que se ven muy claras, como una flexión o ir en el aire de manera exagerada. Es cierto que, según la velocidad, todos en algún momento perdemos el contacto con el suelo y vamos en el aire, pero lo debe percibir el ojo humano. Hay técnicas en las que el vuelo es exagerado y técnicas en las que nunca lo parece. Esta última es la de un buen marchador.

Habrás visto rivales que merecían descalific­ación y aun así siguieron. Muchísimas veces. Las rumanas, en ocasiones, era una pasada los pasos que daban. Ves cosas injustas y parece que el juez se hace el loco, pero es el que manda.

Tras la medalla de Sídney entraste en las quinielas de podio para grandes campeonato­s. ¿Te perjudicó esa presión? Sí. Tardé años en asimilarlo y que no me afectara. Al año siguiente quedé quinta en el Mundial de Edmonton y se consideró un fracaso nacional. Alguna vez incluso abandoné, porque no era capaz de aguantar la presión, y me planteé dejar el deporte porque entrenaba superbién y cuando llegaba el campeonato me acojonaba. Tuve que aprender a base de psicólogos hasta que me di cuenta de que si no me lo creía yo, era imposible.

¿Cuándo fue ese cambio?

Fue muy claro, en el europeo de Gotemburgo 2006. En enero murió mi padre, el pilar más importante de mi vida. Cuidé de él y entrené, pero me pasó factura. Nos creemos supermanes, que podemos con todo, pero en el deporte el cuerpo tiene que estar

TARDÉ AÑOS EN ASIMILARLA MEDALLA DE SÍ D NE Y. ABANDONÉ PRUEBAS PORQUE NO PODÍA AGUANTAR LA PRESIÓN, HASTA QUE ME DI CUENTA DE QUE SINO ME LO CREÍA YO, ERA IMPOSIBLE”

al 100%. Quedé la 15. No sé cómo llegué a meta, y todo lo que se dijo fue que tenía que dejarlo, que estaba acabada. Me afectó mucho. Me fui de vacaciones y me dije: “Lo dejo”. Sentía que no me apoyaban, que me pisoteaban todos, incluida la federación. Pero cuando regresé me motivé muchísimo con el Mundial de Osaka, porque quería dedicarle una medalla a mi padre. Mi cabeza dio un giro. Creí más en mí… me compré un saco de boxeo y entrené cada día pensando en el campeonato. Llegué más fuerte que nunca, quedé tercera, pero creo que el oro en realidad es mío…

Porque te ganaron dos rusas [Kaniskina y Shemiákina] que después dieron positivo por dopaje. Qué rabia, ¿no? Sí, bueno… pasé a ser octava en los Juegos de Londres. Está guay, cambia tu currículum, pero lo importante es cuando llegas a meta. Pierdes becas, patrocinio­s que no se recuperan y, sobre todo, el no vivirlo. Quiero pensar que iban limpias entonces, pero me cuesta muchísimo. No es que piense siempre en ello, pero ojalá cuando me muera me reconozcan que he sido campeona del mundo.

En Sídney afirmaste: “Si tengo un hijo, le diré que no se dedique a esto”. ¿Sigues pensando ahora lo mismo? [Risas] Nunca se lo podría prohibir. Dudo que vaya a ser madre ya… pero sé que mis padres sufrían conmigo, porque veían que mi esfuerzo no era reconocido. Les decían: “Tu hija es multimillo­naria”, y creo que gané el bronce más triste de la historia [el COE pagó el equivalent­e a 19.836 euros por cada bronce de Sídney]. Si tuviera un hijo le apoyaría siempre, porque creo que el deporte, no solo la marcha, te da unos valores que es difícil que te aporten otras disciplina­s.

¿Merece la pena tanto esfuerzo?

Si tu crees que sí, lo merece. No puedes decir: “¿Por qué no lo hice si era lo que quería?”. Me hacía feliz y si hay algo que te apasione, tienes que ir a por ello. ¿Cuánto entrenabas?

En los últimos años menos, porque con el tiempo necesitas menos kilometraj­e; pero hubo épocas de 200 km marchando a la semana, entrenando seis días unas cinco horas entre mañana y tarde. Y luego el descanso, el fisio, la comida… Trabajas todo el día y los años olímpicos se preparan de una forma especial. Hay días que no tienes ganas de más. Y en Londres, con 37 años, costaba mucho recuperars­e de un entrenamie­nto a otro. Hay que tener un entrenador que te conozca y sepa decirte que hoy no hace falta, y que es mejor escuchar al cuerpo y descansar.

Pero no todo sería marchar…

De septiembre a diciembre hacía carrera y natación. Cuando empiezas a marchar, la carrera se deja y metes máximo dos días de gimnasio para trabajar grupos musculares necesarios, como el isquio o los que permiten el braceo, que es la palanca que mueve el tronco.

Y la táctica de carrera, ¿cambiaba en cada campeonato?

Siempre he competido con Rusia y, si era Mundial, con las chinas. Ellas siempre salían como locas, a un ritmo que no puedes llevar. Yo salía en un segundo plano, de la sexta a la décima, y luego allí, según me veía de fuerzas, arriesgaba más o menos.

María Pérez te ha quitado el récord de España y ha ganado el europeo, que siempre se te resistió. ¿Cómo la ves? María es una chica de armas tomar. Es amiga desde hace mucho y tenemos muy buena conexión. Me recuerda mucho a mí. Viene de familia humilde y no quiere perder el tiempo. Pone toda la carne en el asador y tiene las ideas

AQUÍ NOS HA DADO A TODOS POR CORRER Y HAY GENTE QUE NO DEBERÍA HACERLO. LA MARCHA PARECE ANTI ESTÉTICA PERO TRABAJAS MUCHOS GRUPOS MUSCULAR ES”

muy claras. Es jovencísim­a y tiene mucha guerra que dar. Le quedan muchas medallas por conseguir si el cuerpo la respeta, porque tengo claro que los tiene muy bien puestos.

¿Qué crees que falta para que la marcha se popularice más allá de los atletas de élite? Los que están fuera de este deporte ven la disciplina como “esa forma de rara de andar…”.

Eso tengo grandes dudas de que pueda cambiar. Para empezar, la marcha es totalmente competitiv­a. Existen muchas carreras populares, pero de marcha hay un calendario cada vez más pequeño y acude gente que se prepara específica­mente para ello. No hay pruebas populares de marcha. Si te vas a EEUU, en cualquier parque hay gente haciendo ‘race walking’. Aquí le ha dado por correr a todo el mundo y lo hace, incluso, la persona que no debería correr. Yo a veces veo gente que me echo las manos a la cabeza de cómo llevan las rodillas o la espalda. La marcha parece antiestéti­ca, pero trabajas muchos grupos musculares y no hay por qué hacerla como la competitiv­a, pendiente de los jueces. Cuando llegan los grandes campeonato­s se cuenta con la medalla de marcha, pero mientras no nos incluyan en mítines es difícil vivir de ello. Pasan los años y eso no cambia.

¿Cómo es ahora un día a día de la María Vasco exatleta?

Soy entrenador­a, que era algo a que no quería hacer. Quería salir del deporte y dedicarme a la belleza y la moda, que son temas que me gustan mucho. Desde hace tres años vivo en Menorca y trabajo en el gimnasio Holmes Place de Barcelona de asesora, y me gusta muchísimo. Y luego tengo un grupo de 20 chicas en Menorca que hacen deporte-salud. No me llama entrenar en el mundo del deporte profesiona­l. Me considero muy motivadora y me gusta trabajar con gente que, sin haber hecho nada antes, van pasito a pasito y consiguen sus éxitos.

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De la marcha, a la carrera // María Vasco ahora sí levanta los pies del suelo. En 2015 corrió la media maratón de Barcelona en 1:21:45 h y ha probado el trail, pero dice que no sabe competir a medio gas. “Ahora no preparo nada. Entreno por sentirme bien, lo que me apetece y sin plan”.
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Más que una medalla // El mérito también está en la perseveran­cia, y María ha conseguido acudir a cinco Juegos Olímpicos y sacar diploma en cuatro. Arriba, a la izquierda, compitiend­o en el Mundial de Osaka. Abajo y a la derecha, en los Juegos de Sídney, cuando ganó el bronce.
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