“SI YO PUEDO, TU TAMBIEN”
FOTOGRAF ÍA ER IC RYAN ANDERSON
“M E J O R A R E N E L R U N N I N G TAM B I É N M E D I O S E G U R I D A D P R O F E S I O N A L PA R A C R E E R E N M Í M I SM A ”
Jess Movold
salta desde el suelo de su salón como una superheroína a punto de despegar, cae con un aterrizaje suave y vuelve a hacerlo hasta once veces más para completar una serie de sentadillas con salto. Antes, ya ha ejecutado para la audiencia de su directo en Instagram series de dead bugs, zancadas con salto y froggers (una especie de burpee con sentadilla de sumo), pero sigue animándolos como si tuviera un par de pulmones extra. “¡No paréis!”, grita Movold. “¡Si yo puedo, tú también! ¡Lo hacemos juntos!”.
Durante los 38 minutos que dura la retransmisión, que ven 75.000 personas, también va dejando caer consejos, como el tiempo de recuperación entre ejercicios. Incluso, intenta vender las virtudes de los burpees mientras los hace: “¡Son para estar increíblemente fuertes!”.
Movold empezó con estos workouts de fuerza para corredores online en marzo, cuando los gimnasios de Manhattan donde ella entrenaba cerraron por la covid-19. Y con su inquebrantable determinación decidió llevarse las clases a su apartamento e invitó a todos a asistir.
Sin embargo, Movold pasó su infancia intentando escaquearse de correr. Todos los días por la mañana su padre y su hermana mayor corrían entre 5 y 8 km. Pero ella rechazaba la invitación de su padre una y otra vez, al tiempo que se preguntaba por qué estaba siempre tan contento desde primera hora de la mañana. Con el tiempo, empezó a llamarle la atención la rapidez de los velocistas de su colegio y decidió comenzar a entrenar. Consiguió llegar a los campeonatos estatales de relevos 4x200 en su último año de instituto.
Cuando ingresó en la universidad, Movold se centró en el mundo de la moda. Su dedicación le permitió conseguir unas prácticas en Tommy Hilfiger, en Nueva York. Allí, se vio sumida en la jungla del transporte, donde, si no pierdes el metro, hay obras o se ha formado un atasco, por lo que su única opción era cruzar cuatro avenidas corriendo para llegar a tiempo al trabajo. “Empecé a correr como una loca vestida para ir a trabajar y con los tacones en el bolso”, dice Movold. Aquellos trayectos urbanos la inspiraron a correr con otros objetivos más allá de la puntualidad. “Pensaba que solo se podía correr en la cinta o en un camino, pero en los trayectos corriendo hacia la oficina me di cuenta de que en una ciudad se puede correr en cualquier sitio”, dice Movold. Al final del verano, ya había hecho tantos kilómetros que se decidió a entrenar para su primera maratón.
Movold consiguió transformar esas prácticas en Tommy Hilfiger en un trabajo de primer nivel. Luego, en otro y otro y otro, hasta que se introdujo definitivamente en el mundo de la moda. Pero el hábito de correr de sus días de becaria no había desaparecido. Y sus compañeros de trabajo, los fotógrafos y las modelos, le pedían constantemente consejos de entrenamiento. “Empecé a darme
cuenta de que era en esos momentos en los que me sentía viva en el trabajo”, dice.
En 2016, Movold dejó su carrera en la moda y empezó a entrenar en The Fort, un gimnasio en Manhattan. Al igual que le había pasado con sus compañeros de trabajo, los atletas que había en el gimnasio empezaron a fijarse en ella y en su entusiasmo agotador, que la hacía seguir hasta que acababa exhausta en el suelo. Un par de personas le preguntaron si los entrenaría, y ella lo hizo sin plantearse cobrar por ello. “Empezar a entrenar a otra gente fue divertido. No me parecía un trabajo”, dice.
Fue entonces cuando