Saca más rendimiento a tus pies.
Desde que somos pequeños, nuestra base de sustentación, los pies, están cautivos dentro de unos elementos necesarios para nuestra vida social: los zapatos. Aquí tienes trucos y consejos para sacar todo el partido a tu máquina.
Cuando nuestros hijos empiezan a caminar (incluso antes) les adaptamos un calzado siempre buscando la mejor alternativa para ellos: que sea flexible, con horma ancha, contrafuerte semirrígido… pero, sobre todo, lo que queremos es que ese calzado no provoque ningún daño a los pequeños. Ahora, ¿qué es lo que hacen los niños, y no tan niños, en cuando llegan a casa? Quitarse los zapatos.
Nadie se extraña ante este gesto. Es más, lo hemos normalizado. Sin embargo, sabemos que es debido a la necesidad de aliviar esta inmovilización (sí, amigos míos, una inmovilización) totalmente impuesta. ¿Os imagináis tener inmovilizada otra parte del cuerpo desde los nueve meses de vida? ¿Qué sucedería? Nos encontraríamos con un listado larguísimo de problemas como: amiotrofia, trastorno del equilibrio, retracciones tendinosas, pérdida de los patrones motores, disminución de la sensibilidad propioceptiva y, a largo plazo, rigidez y anquilosis. Tal vez a alguno de vosotros os suene alguna de estas palabras. Y sí, efectivamente, son las diferentes afecciones a las que se encaminan nuestros pies.
Una estructura viva
El pie no solo necesita movimiento, sino también una activación neurológica que provoque un desarrollo motor en todas sus estructuras. Esa pérdida de información que hemos tenido durante décadas hace que dependamos de soluciones externas
para facilitar el movimiento equilibrado de todas las estructuras de nuestro cuerpo. Eso sí, la solución no viene solo por andar descalzo. Los pies son una estructura biomecánicamente muy compleja. Además de mantener el equilibrio sobre superficies irregulares, nos permiten saltar, girar, amortiguar impacto, etc., y la mayoría de las veces lo hacemos despojándolo de todas sus posibilidades por culpa del calzado. Todo ello lo hemos realizado a lo largo de nuestro desarrollo. Al ser una estructura mecánica de una precisión insuperable, cualquier deficiencia puede provocar de forma directa o indirecta daños irreversibles sobre nuestro cuerpo.
El pie tiene una estructura muy compleja. Como cualquier articulación cuenta con tendones, ligamentos y músculos (unos 100) que dan consistencia a los 26 huesos que componen nuestra base de sustentación. Existen músculos intrínsecos que se encuentran principalmente en la zona plantar y en los espacios interóseos, y otros extrínsecos, que finalizan en forma de tendones, en diferentes puntos de inserción de los pies. Estos, como hemos ya comentado, no perciben ninguna estimulación voluntaria durante una gran parte de nuestra vida. También existen modificaciones genéticas o anomalías adquiridas que pueden influir en el movimiento. Somos un conjunto de piezas interrelacionadas que buscan un equilibrio global. Por esta razón, debemos dar importancia a nuestros pies y sacarle el mayor partido a nuestra máquina.
Su movimiento en la carrera
Nuestra base de sustentación es fundamental en la biomecánica del movimiento. Si tenemos en cuenta todo el esfuerzo que los pies realizan en la diferentes fases de contacto y su orientación en la fase de no contacto, no debemos dejar que todo este trabajo recaiga en el calzado o en los soportes plantares.
En un primer momento debemos valorar los diferentes eslabones articulares que intervienen directamente en la mecánica del movimiento. La primera bisagra en la biomecánica de carrera es la zona del antepié, última zona de recepción de la fuerza y área de impulso. Tiene que ser una bisagra muy estable para evitar desajustes mecánicos.
La segunda es la articulación del tobillo, zona de recepción y transmisión de las fuerzas de impacto, y, a la vez, zona de adaptación al terreno. Por ello debe ser una polea con movimiento. Si existe una limitación en esta articulación pueden verse afectadas las diferentes articulaciones responsables de la flexoextensión: rodilla, cadera y columna vertebral. Por lo tanto, si dejásemos que la zona del antepié fuese móvil (por falta de fuerza, por ejemplo) y la del tobillo fuese estable (por compensación), el trabajo de las demás poleas del cuerpo también cambiaría.
¿Se pueden imaginar que a un Maserati Quattroporte le montemos un amortiguador y neumáticos de un Panda?
“LOS PIES SON
UNA ESTRUCTURA
MECÁNICA DE
UNA PRECISIÓN
INSUPERABLE,
Y CUALQUIER
DEFICIENCIA EN
ELLOS AFECTARÁ
A TODO NUESTRO
CUERPO”