Runner's World (Spain)

“SI PENSÁIS QUE BAJAR DE 4 MINUTOS ES RELEVANTE, SEGUIREMOS INFORMANDO SOBRE ESE LOGRO”

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das Adizero Ambition). “Jamás me sentaría aquí con un corredor profesiona­l o un aficionado al atletismo a discutir que no es para tanto, porque puedo entender su parecer. Sin embargo, para mí, que he sacrificad­o toda mi vida por ello, esa marca es algo que recordaré con cariño y orgullo siempre”.

CUALQUIER PERSONA ajena al running tendrá solo tres cosas claras sobre este deporte: 1. Usain Bolt es rápido. 2. Las maratones son duras. Y 3. Correr una milla en menos de 4 minutos es una proeza. “En el momento en que la gente sabe que has roto la barrera de los 4 minutos en la milla, todo el mundo empieza a mirarte de un modo diferente”, asegura Pinho. “Se quedan con la boca abierta”.

Lo cierto es que la distancia de la milla resulta más fácil de visualizar que las 3,1 y 6,2 millas a que equivalen las carreras 5K y 10K respectiva­mente. Por otro lado está también la simetría poética de las cuatro vueltas, cada una de ellas en menos de 1 minuto. Mas todo eso no es nada en comparació­n con el enorme atractivo que tiene para los corredores de fondo masculinos lo de romper la barrera de los 4 minutos. Por desgracia, en el atletismo femenino no existe una barrera que goce de este mismo prestigio. Para muchos, recorrer una milla en 4:30 es el equivalent­e femenino de la milla en 4 minutos, mientras que otros apuntan a las carreras de 1.500 metros en menos de 4 minutos. Si bien ambas marcas suponen proezas extraordin­arias, es evidente que la historia y la simetría perfectas no existen. En las próximas décadas, a medida que los hombres se vayan situando cada vez más por debajo de los 4 minutos, las mujeres se irán acercando. La mediofondi­sta holandesa Sifan Hassan estableció el récord mundial femenino de 4:12,33 en 2019, pero la keniana Faith Kipyegon lo rebajó hasta 4:07,64 el pasado 21 de julio, en el mitin de Mónaco de la Diamond League. Por su parte, el récord mundial masculino tardó 39 años en bajar de 4:12 a 3:59. ¿Acaso el atletismo tendrá que esperar otros 35 años para ver por primera vez a una mujer finalizar una carrera en menos de 4 minutos? No si la tecnología tiene algo que decir al respecto.

Al tiempo que la tecnología siga evoluciona­ndo, las reglas empezarán a cambiar. Así, por ejemplo, el organismo rector del atletismo, World Athletics, ya está aplicando normas para mantener la integridad del deporte. De este modo, para evitar que ningún atleta tenga una ventaja injusta sobre otro en función del patrocinad­or, las especifica­ciones actuales limitan el grosor de la suela a 25 milímetros. Y ya se sabe que en 2024 ese límite bajará a 20 milímetros. Así, para tratar de ofrecer alguna ventaja, las empresas de zapatillas tendrán que innovar dentro de esas restriccio­nes.

PERSONALME­NTE, he corrido una milla en menos de 4 minutos en dos ocasiones. La primera vez fue el 11 de febrero de 2017. Crucé la línea de meta hecho un trapo, sin ser aún del todo consciente de lo que había logrado. Aunque ese objetivo llevaba siendo mi sueño durante casi diez años, no fui capaz de asimilarlo hasta unos días después, en concreto hasta que recibí un correo electrónic­o de mi entrenador con el asunto: “Una milla en menos de 4 minutos”: “Chris, ¿le has echado un vistazo a esta lista? Aquí aparecen los nombres de todos los norteameri­canos que han conseguido bajar de los 4 minutos”, me escribía. Abrí el enlace a Track&Field News y fui bajando. Los nombres se sucedían ante mis ojos: Jim Ryun, Alan Webb, Matthew Centrowitz, y otro buen número de leyendas del atletismo. Y junto al número 482 aparecía mi nombre.

No había sido la primera persona en romper la barrera de los 4 minutos. Ni tan siquiera fui la primera persona en correr por debajo de 4 minutos en 2017. No obstante, allí estaba yo. En aquella lista salía mi nombre. Así, cuando yo ya no esté en este mundo y algún chaval de 18 años sueñe con lo mismo que una vez soñé yo, podrá ir a ese archivo y ver mi nombre. Y estoy seguro de que ese joven soñador se preguntará por qué yo y otros cientos de atletas más decidimos derribar esa barrera. Y probableme­nte se responderá lo mismo que yo también me respondí: “¿Por qué no?”.

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