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Cuando la vida se para: cómo cuidar a familiares dependient­es sin perderse en el camino

Un centro de mayores de Gijón impulsa un plan piloto, con 20 inscritos, para enseñar desde técnicas de enfermería a cómo tramitar ayudas ● Avilés, ejemplo de éxito con 100 participan­tes

- Sandra F. Lombardía

«Somos los grandes ocultos. Renunciamo­s a nuestras aficiones, a nuestra vida personal, a querer una pareja. Todo se queda parado». Lo cuenta Alberto Gómez, un gijonés que vio cómo su vida se ponía en pausa para poder cuidar de su madre. Lo hizo, y lo volvería a hacer las veces que hace falta, pero ahora, inmerso en el duelo –la mujer falleció hace unas semanas–, Gómez empieza a darse más cuenta de lo solo que estuvo a la hora de pelear contra los retrasos en la valoración de dependenci­a, los líos burocrátic­os y la falta de formación para cuidar a personas dependient­es. Por eso, siguió acudiendo a las charlas en grupo que se organizan en el centro de mayores de El Coto desde hace un mes, una iniciativa impulsada por usuarios del centro, sanitarios y el servicio de Servicios Sociales, en un proyecto piloto pionero en la ciudad que busca, precisamen­te, poner freno a casos como el de Gómez: personas que cuidan de usuarios con dependenci­a y, por el camino, se olvidan de cuidarse a sí mismos porque dejan de sentirse una prioridad.

Teresa Álvarez Carrió, responsabl­e de Promoción Social en el Ayuntamien­to, explica que este mundo de los cuidados «puede parecer un tema exclusivam­ente de salud», pero que «abarca muchos más aspectos» y debe poner ahora también en el foco en aquellos que cuidan de otros. «En Servicios Sociales llevamos tiempo trabajando en esto y nuestra conclusión fue que los cuidados son algo que debe afrontarse en comunidad y aplicarlo en todos los colectivos. Las personas vivimos cada vez más años y es ya un asunto prioritari­o», explica.

Este nuevo proyecto piloto en Gijón, de hecho, surgió de la mano de varios usuarios de centros de mayores de El Coto, algunos porque son cuidados por sus familiares y otros porque ellos mismos tienen que cuidar de su pareja o de alguna persona cercana. Se tomó como modelo un plan muy similar que se lanzó en Avilés y que terminó con casi un centenar de participan­tes. En Gijón se espera que los talleres de El Coto puedan replicarse también por otros barrios el año que viene.

Estos talleres sirven, primero, como una especie de terapia de grupo. Con una veintena de inscritos, los participan­tes, cada uno con su historia personal, se ven reflejados en las que cuentan los demás. La batería de charlas, después, trata de suplir una formación básica que no se suele aprender hasta que se vive. «Se enseñan técnicas básicas para cuidar y mover a un enfermo, pero también a qué tipo de prestacion­es y ayudas económicas pueden acceder y cómo pedirlas, y pueden hablar con enfermeras, psicólogas y otros especialis­tas», resume Luis Noval, trabajador social del Ayuntamien­to, que aclara, no obstante, que el beneficio principal del plan es que los inscritos «creen un vínculo entre ellos que les sirva como red de apoyo».

Para eso, en Servicios Sociales han «fichado» a varios voluntario­s que, aunque ya no ejercen de cuidador, aportan su experienci­a y su tiempo a los participan­tes. «Podemos darles consejos pero, sobre todo, charlas y tomar cafés si ellos quieren», señala Virginia Pérez, que cuidó de su madre, su suegra y su marido. A raíz de esas experienci­as, le ha nacido una vocación extraña de querer acompañar a los demás. «Me pasa en todas partes. El otro día en el bus estuve charlando con una señora que no conocía, pero que buscaba poder hablar con alguien», recuerda.

Para Gómez, estas conversaci­ones están sirviendo para superar un duelo que le pilló un poco por sorpresa. «Fue una cosa repentina y podría dejar de haber venido a las reuniones, pero quise seguir porque me interesa lo que nos contamos», afirma. También, porque quiere dar consejos sobre detalles que a él le hubiese gustado saber. «Con lo de la dependenci­a, por ejemplo, no es difícil de pedir, pero tarda muchísimo. A mi madre le había dado un ictus hacía dos años y estuvimos un año y medio esperando por esa concesión. Al final, solo la pudo disfrutar un mes y medio. Me pareció vergonzoso», asegura. Para él, además, el duelo le está haciendo lidiar con emociones extrañas. «Por un lado siento, digamos, que me he liberado de una responsabi­lidad, pero también noto un vacío muy grande. Es como si no supiese muy bien cómo seguir con mi vida, con esa vida que se me había parado», señala.

Los participan­tes de este proyecto gijonés –bautizado como «Cuidando a quien cuida»– tienen entre 55 y 77 años y terminarán su formación a finales de este mes. La mayoría son mujeres. «Queremos, en cualquier caso, que este proyecto vaya mucho más allá del propio taller», aclara Ana Núñez, que es jefa del área de Acción Social del Ayuntamien­to gijonés y que explica que la idea es, simplement­e, que los participan­tes mantengan el contacto y se ayuden entre sí.

El plan de Avilés que se tomó como modelo funcionó, y entre su centenar de participan­tes han surgido varios grupos de amigos que, de hecho, visitarán a sus compañeros gijoneses para contar su experienci­a antes de que se termine el plan.

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Luisma Murias La psicóloga Lucía del Valle (a la derecha), durante uno de los talleres para cuidadores en el centro de mayores de El Coto, en Gijón. |
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