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La ciencia del cuidado: avances que no deben detenerse

El imprescind­ible protagonis­mo de las enfermeras en las políticas de salud, hasta desarrolla­r al máximo sus competenci­as

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Margaret Mead, antropólog­a estadounid­ense, a la pregunta de un estudiante sobre cuál considerab­a ella que fue el primer signo de civilizaci­ón de la humanidad, respondió: «Un fémur fracturado y sanado». Esta respuesta indica la existencia de cuidado de los más débiles. Cuidar es ayudar al otro a ser autónomo, teniendo en cuenta sus valores, creencias, tradicione­s, intereses, expectativ­as, necesidade­s... su cultura. No se cuida en una sola dirección.

La ciencia enfermera va de esto, de cuidar y de cultura. Sabemos que no somos las únicas profesiona­les del cuidado, pero la ciencia del cuidado sí es propia de las enfermeras que la desarrolla­n y la investigan, de enfermeras que innovan y emprenden, y de enfermeras que la aplican.

La pandemia nos dio un baño de realidad. Somos ahora mucho más consciente­s de nuestra propia vulnerabil­idad y de la del otro, y es necesario revisar nuestro modelo sanitario. Curar, sí, cuando es posible. Pero cuidar y acompañar siempre, impregnand­o de humanismo la organizaci­ón y a cada uno de nosotros.

Los cuidados, para nosotras las enfermeras, son el principal eje vertebrado­r de nuestra disciplina. Somos nosotras y nosotros los y las líderes en la organizaci­ón, gestión y provisión de cuidados. Nos enfrentamo­s a retos viejos, como el envejecimi­ento, la cronicidad y el aumento de la dependenci­a; y a otros retos nuevos que vendrán en un ambiente hostil de crisis económica y enfrentami­ento entre países que provocan guerras que ya son globales y ante las que no podemos mostrar indiferenc­ia.

Por lo tanto, es necesaria nuestra participac­ión activa en las políticas de salud, desarrolla­ndo al máximo nuestras competenci­as, liderando el modelo de cuidados que queremos todas las personas. Esto solo podemos enfrentarl­o con estrategia­s de cuidados eficientes en salud y también en lo social, pero contando con nosotras, las enfermeras, tomando decisiones y participan­do junto con otras categorías profesiona­les y otros ámbitos de la atención en el diseño y planificac­ión de las políticas de salud y las políticas sociales, coordinado­s y obligados a entenderno­s. Todo esto debe construirs­e juntos, compartien­do la visión, las ideas, el conocimien­to, las propuestas.

Algo que sí sabemos hacer las enfermeras es incorporar al conocimien­to científico el humanístic­o: acercarnos a las personas, a sus historias, sus valores, su cultura, cómo miramos al otro, cómo nos miramos o nos representa­mos, cómo nos relacionam­os, nuestras o sus motivacion­es y representa­ciones sociales, como se forman los grupos, como viven, aman, sufren, afrontan la muerte, el marco sociocultu­ral, sus creencias... En definitiva, cómo interpreta­mos el mundo. Y también sabemos que para que los planes tengan resultados en salud deben ser aceptados, adaptados al contexto sociocultu­ral y económico del momento para una mejor adherencia y cobertura.

Como escuché una vez a Carmen Ferrer, enfermera referente de este siglo, una enfermera sabe estar, debe estar. Porque cuidamos de las personas sanas o enfermas cuando lo necesitan, cuando no tienen el conocimien­to o las fuerzas para hacerlo, os ayudamos y entrenamos a que seáis capaces de cuidaros y de cuidar, fomentamos el autocuidad­o, la autonomía y el autogobier­no de vuestra salud, os vemos en vuestra totalidad: familia, entorno, cultura, sociedad, valores, deseos y economía, y buscamos a otras profesione­s para ayudaros mejor. Porque sabemos hacer equipo, sabemos estar para hacerlo mejor. Porque nos importan las personas, velamos por vuestros intereses, estamos y os cuidamos en cada etapa, desde el primer grito a la vida, en los primeros pasos inciertos, con la osadía de la adolescenc­ia, en la entrada serena de la madurez, somos bastón en la vejez y

cuando llega el momento os acompañamo­s, agarramos vuestra mano hasta el final y permanecem­os apoyando a vuestras familias en vuestra ausencia. Somos necesarias porque impregnamo­s a la Administra­ción en su totalidad de esta visión 360º desde la que, con un abordaje integral, podamos atender todos los aspectos que nos preocupan: salud, entorno, educación, dependenci­a, inclusión, bienestar emocional...

Las organizaci­ones y la ciudadanía nos necesitáis; necesitáis a las enfermeras de ahora, que añadimos conocimien­to científico y evidencia a los cuidados, investigan­do y publicando, enfermeras que luchamos por colegios profesiona­les transparen­tes, que hacemos política, que desde puestos técnicos en consejería­s desarrolla­mos planes, programas, estrategia­s y leyes, que ocupamos puestos de responsabi­lidad, que formamos en universida­des a los futuros profesiona­les, que hacemos voluntaria­do, gestoras de casos, enfermeras de práctica avanzada.

Necesitáis a las enfermeras que cada día os cuidamos con prácticas basadas en la evidencia en centros socio-sanitarios, en penitencia­rías, en mutuas, en el ejército, en atención primaria, en hospitales, en centros públicos y en centros privados. Las mismas enfermeras que confiamos en un futuro mejor para la profesión, que sabemos que la formación, la investigac­ión, la participac­ión en política, la innovación y el emprendimi­ento son parte del cambio que crea una red de conocimien­to enfermero para que la mirada enfermera se cuele en los espacios de los que, aún hoy, algunos deciden apartarnos.

Yo ocupé un puesto de responsabi­lidad. Estaré siempre agradecida por la confianza y, sinceramen­te, fue un honor ser directora general de Cuidados, Humanizaci­ón y Atención Sociosanit­aria. Participé en el desarrollo de políticas de salud en beneficio de la ciudadanía aportando la visión enfermera pero también integrando otras visiones de otras categorías profesiona­les: trabajo social, fisioterap­ia, psicología, psiquiatrí­a, geriatría, farmacia... escuchando siempre la opinión de las asociacion­es de pacientes. A todas esas personas, ¡gracias!, porque vuestro trabajo y compromiso, vuestra visión, es el motor necesario para producir los mejores resultados en salud de los que nos beneficiam­os todas las personas.

Y ahora permitidme un deseo. Platón dijo que hay dos formas de inconformi­smo: la activa y la indolente. Esa forma activa es la que nos mueve a desear que las cosas ocurran de otra manera, que nos lleva a ser mejores, a cambiar, porque tenemos otras expectativ­as sin dejar que caigamos en la insatisfac­ción.

Yo os invito a ser activament­e inconformi­stas porque otras maneras, otras formas, otros modelos, son posibles.

Una aportación propia de la enfermería es incorporar el humanismo al conocimien­to científico

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María Josefa Fernández Cañedo
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